
Cati Salvador, profesora de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el Evangelio de este domingo, V de Cuaresma, (Jn 12, 20-33).
Estamos ante el último discurso de Jesús antes de su arresto. Aparecen unos peregrinos griegos (paganos) que quieren entender el Misterio de Jesús. Serán testigos del anuncio de la entrega de Jesús, del misterio de amor que encierra esta entrega. Misterio de amor, porque la vida de Jesús no es arrebatada, es entregada.
Con un lenguaje claro y conciso (absolutamente gráfico), Jesús nos desafía a vivir siendo fecundos. La frase es tan evidente que sorprende: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. En la frase, Jesús pone de manifiesto el sentido de su vida y anticipa el sentido de su muerte; muerte que, lejos de ser un fracaso, será lo que haga fecunda su vida. Estamos ante la experiencia vital de todo ser humano: es la dinámica que hace que nuestra vida genere vida, cuando la entregamos por caridad (amor y generosidad); la experiencia que evidencia que nuestra vida se pudre si nos encerramos en nuestros egoísmos. El fruto de la vida de Jesús está en la máxima expresión del amor, en entregar su vida. Estamos convencidos de que, como el grano de trigo, si decidimos vivir “encerrados” en el bienestar, el éxito, la seguridad y el hedonismo, seremos semilla estéril con una vida mediocre. Pero si decidimos desgastar, entregar nuestra vida de forma generosa, repartiendo alegría, dando vida y ayudando a vivir, nuestra vida será “al estilo de Jesús” apasionantemente fructífera. Cerca del final de la Cuaresma es tiempo para decir qué grano de trigo queremos ser.