
Comentario al Evangelio del domingo, por Maribel Ruiz Pérez, profesora de la Escuela Teológica San Manuel González.
El pasaje del evangelio de hoy se sitúa en relación a la Pascua. Nos muestra una enseñanza clara e inequívoca de Jesús en el templo. El templo es un lugar al que la comunidad de creyentes va a rezar, alabar y dar gracias a Dios. Él no quiere que lo busquemos sólo por interés o rutina, ni en los rituales vacíos; debemos tener un corazón sincero y abierto, este es el culto que agrada a Dios.
Jesús manifiesta una actitud de celo y enojo al ver en qué han convertido la casa de su Padre: en un lugar de corrupción y de poder, por tanto es razonable la indignación que tiene, pero no hace la vista gorda frente a lo que sucede. Nosotros deberíamos ser reflejo de Él, no mirar hacia otro lado ante las injusticias de nuestro tiempo, deberíamos ser luz allá donde estemos.
Cuando Jesús dijo: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré», no entendieron lo que decía, pero Jesús hablaba de su cuerpo, porque sabía que moriría y resucitaría al tercer día. Nos está anunciando que Él mismo es el nuevo Templo, presencia viva de Dios entre los hombres. Nos invita a mirar dentro de nosotros, especialmente en los pobres y necesitados, porque es aquí donde se ve el verdadero rostro de Dios.
Este texto nos anima a cuidar nuestra alma, a mantenerla limpia y abierta a la presencia de Dios, de modo que nuestro cuerpo quede iluminado por la presencia de nuestro Señor.

