El sacerdote Gabriel Leal Salazar, coordinador de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del domingo 25 de julio, Solemnidad de Santiago Apóstol, Patrono de España (Mt 20, 20-28).
Jesús sube a Jerusalén con sus discípulos, invitados a seguirle tras haberles anunciado su pasión, muerte y resurrección. Ellos le siguen, pero a juzgar por sus reacciones y temores no han comprendido lo que implica seguir a Jesús. El evangelio de este domingo sigue inmediatamente al tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección dirigido a los Doce. En claro contraste con el anuncio de Jesús, la madre de los Zebedeos pide a Jesús para sus hijos los dos puestos de honor en su reino. Probablemente pensaban que Jesús iba a restaurar el reino religioso-político de David, en Jerusalén. Jesús resalta la incomprensión de los Zebedeos y les ofrece beber su cáliz, compartir su pasión y muerte, que conduce a la resurrección.
Los otros apóstoles “se indignaron contra los dos hermanos”, quizás más molestos porque los Zebedeos se adelantaron a sus aspiraciones que porque buscaban los primeros puestos. Por eso Jesús dirigió su enseñanza a los Doce. La respuesta de Jesús, es clara. Entre los discípulos, la autoridad no puede seguir el modelo de los jefes y señores de este mundo, basado en el dominio y la opresión, sino el de Jesús “que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”, es decir, por todos. La grandeza del discípulo se mide por su entrega a los demás.
Este es el camino que propone Jesús a cada uno de nosotros: amar y servir generosamente a los demás, como hizo el Señor