Carta Pastoral del Sr. Obispo: Palabras fraternas

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Carta Pastoral de Mons. Jesús Catalá Ibáñez con motivo del sacerdote malagueño ingresado en prisión preventiva

Carta Pastoral

PALABRAS FRATERNAS

Con motivo del sacerdote malagueño ingresado en prisión preventiva

1.- Consternados ante los hechos

¡Queridos sacerdotes, religiosos y diáconos! Me dirijo a vosotros, de modo especial, como obispo, padre y pastor de nuestra Iglesia de Málaga con el deseo de mostraros mi cercanía y deciros una palabra fraterna confortadora.

Ante la publicación de la Nota de Prensa por parte de la Policía del ingreso en prisión preventiva de un sacerdote de nuestro Presbiterio, todos nos hemos sentido consternados, escandalizados y descorazonados. Así lo han compartido bastantes sacerdotes en los mensajes que me han hecho llegar en estos días.

Han sido y siguen siendo momentos difíciles para nuestra Iglesia diocesana. Ciertamente es muy grave el delito que se le imputa presuntamente de «agredir sexualmente a varias mujeres a las que sedaba y grababa».

2.- Dolor por el mal infligido

Sentimos profundamente el daño que esta situación lleva consigo. Conmovidos por el mal infligido, hemos manifestado nuestro dolor como comunidad católica comprometida con el cuidado y el servicio a toda la sociedad, especialmente a los más vulnerables y necesitados.

Reiteramos nuestra repulsa y condena más profunda y contundente contra cualquier tipo de vejación o abuso a la mujer.

3.- Respuesta del Obispado

Desde el Obispado hemos estado atentos para responder a las primeras reacciones de la sociedad, que ha recibido esta noticia con gran alarma social.

Hemos estado acompañando a los sacerdotes más implicados en los hechos, sobre todo a los párrocos donde ejerció el acusado, que han tenido que soportar la virulencia de algunos medios de comunicación, cuya reacción ha sido muy dura contra la Iglesia.

Desde el principio de los hechos conocidos hemos tratado siempre de actuar con recta conciencia, para hacer, en la medida de nuestras posibilidades, todo el bien posible.

4.- Medidas tomadas

Durante los primeros días hemos afrontado la dura realidad, publicando notas de prensa clarificadoras y estudiando y llevando a cabo las medidas que estos actos exigen, tanto desde el ámbito canónico como civil.

Por ello hemos decidido que el Obispado se persone como perjudicado, en calidad de «acusación particular». Y, además, hemos iniciado el procedimiento para la expulsión del estado clerical de dicho sacerdote, según la normativa canónica.

5.- Fraternidad sacerdotal

Pasado el primer embate, consideramos que es bueno compartir fraternalmente lo que tanto nos preocupa y afecta.

Estas «Palabras Fraternas», que son también de padre, desean expresaros mi cercanía, sobre todo a los sacerdotes y también a vuestros feligreses, que celebran la fe con vosotros en vuestras comunidades parroquiales.

Comprenderéis que todos necesitamos tiempo para asimilar los hechos acaecidos y seguir con serenidad afrontando el presente y el futuro de nuestra Diócesis. Disculpad, por tanto, si mis palabras salen a borbotones de mi corazón, porque aún no hemos podido serenar las turbulentas y embravecidas aguas que nos cercan.

Y dispensad si en algún momento no os habéis sentido suficientemente acompañados y fortalecidos en nuestra fraternidad sacerdotal, debido a la imprevisibilidad y premura de los hechos.

6.- Importancia de la oración

Agradezco vuestra oración y vuestro apoyo en estos momentos tan difíciles y complicados. En la Sagrada Escritura hay muchos pasajes en los que el creyente se dirige a Dios para impetrar su ayuda en circunstancias adversas. No es necesario aducir citas concretas, porque todos conocemos muchas de ellas, especialmente en los Salmos.

La oración es fundamental en nuestra vida cristiana y sacerdotal, sin la cual no somos capaces de afrontar las asechanzas del diablo ni ejercer adecuadamente nuestro ministerio.

Todos los que me habéis escrito, habéis puesto por delante vuestra oración, que tanto agradezco y en la que tanto confío. Asimismo, también rezo por todos vosotros y por todo el pueblo de Dios que se nos ha confiado.

7.- Renovar nuestro ministerio

Los hechos acaecidos son una ocasión propicia para reflexionar sobre nuestro ministerio sacerdotal y sobre el testimonio cristiano, que nos pide el Señor y la misma Iglesia.

Os animo a reavivar el carisma de la ordenación sacerdotal (cf. 1 Tim 4, 14) y a renovar las promesas sacerdotales. Dios es el fundamento de nuestras vidas y nos llamó por gracia a ser sus ministros, para colaborar en su obra de salvación. Somos representación sacramental de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote (cf. Pastores dabo vobis, 15-16). Estamos unidos por el sacramento del orden, que nos incorpora a la fraternidad sacerdotal.

Nuestro Presbiterio debe salir más reforzado y unido de esta dura prueba, que, como toda dificultad puede convertirse en una oportunidad de purificación y conversión, tanto personal como comunitaria. Hemos sido llamados por el Señor a una alta misión y no debemos poner en peligro nuestro ministerio.

8.- La misericordia infinita de Dios

La misericordia de Dios es infinita y perdona todas nuestras culpas. Ella es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia (cf. Francisco, Misericordiae vultus, 10).

El pecado, aunque sea un gran daño moral, no tiene la última palabra. Todos nosotros hemos experimentado en la propia vida y en el ejercicio del ministerio sacerdotal la misericordia y el perdón de Dios.

Nuestra petición de perdón es por el propio pecado y el de nuestros hermanos, los hombres. También por lo que no hayamos hecho bien como comunidad cristiana, por ignorancia o por falta de vigilancia.

Y pedimos perdón especialmente por los pecados de violencia y de abuso contra la mujer. Pedimos también por los privados de libertad, por el sacerdote detenido y por los voluntarios de prisiones que los acompañan.

9.- Vivir con esperanza

Nuestra sociedad necesita esperanza, que solo la puede dar Dios, junto con la fe y el amor cristiano. Os animo a vivir con profunda esperanza, mirando hacia arriba, como dice el apóstol Pablo: «Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios» (cf. Col 3, 2-3).

Seamos testigos del amor de Dios, confiando siempre en Él y mirando la meta que nos aguarda.

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