Es uno de los malagueños que mejor conoce a Benedicto XVI. Coincidiendo con su 94 cumpleaños del papa emérito, el sacerdote rondeño Salvador Aguilera lo define con dos palabras: «dulzura y humildad. Cuando, a lo largo de estos años, he tenido ocasión de encontrarlo, en cada una de ellas, él se acerca a ti, se preocupa por ti, te hace sentir querido, te muestra el cariño propio de quien piensa que Dios le ha puesto delante a esa persona y, por ello, le dedica todo su tiempo y atención».
Aguilera atesora una larga lista de encuentros personales con el anciano pontífice, por quien siente auténtica devoción y afecto. Ordenado en Toledo, lleva nueve años en Roma, ocho de ellos en la curia, como oficial de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, por lo que ha tenido ocasión de saludar y charlar con él en actos de todo tipo: celebraciones litúrgicas, actividades culturales, visitas particulares, etc.
El primer encuentro tuvo lugar en 2013, para hacerle entrega de un obsequio preparado por la archidiócesis de Toledo con motivo del aniversario de ordenación episcopal de su entonces arzobispo, Mons. Braulio Rodríguez. «Cuando le indicaron al papa que yo era diocesano de Toledo, exclamó: “¡Oh, Toledo! Me acuerdo de El Greco”, porque en los años 90 visitó la ciudad. Luego me dijo: “Conocerá usted el Rito Mozárabe ¿me podría indicar alguna particularidad del mismo? Imagínate qué responsabilidad. Le conté tres particularidades y siguió con muchísimo interés mi explicación».
Y es que, como gran intelectual, siempre ha demostrado una tremenda curiosidad por el conocimiento, como queda patente en el siguiente encuentro: «En otra ocasión, aprovechando que vendría su hermano, con quien compartía su afición musical, y dado que viví por cuatro años en el Pontificium Collegium Russicum, propuse un concierto de música bizantina. Y allí, en la pequeña capilla del monasterio, ante los hermanos Ratzinger, católicos y ortodoxos entonábamos cantos de esta antigua tradición, los cuales iba yo introduciendo e indicando su traducción, su lugar dentro de la Divina Liturgia, etc…. Siguió atentamente mis explicaciones y las agradeció de corazón».
«En otra ocasión, en julio de 2014, acompañé a un padre dominico. Antes de finalizar el encuentro pude enseñarle los “triunfos” (pinturas alegóricas sobre virtudes cristianas) y parte del techo que el pintor malagueño Raúl Berzosa estaba realizando en el Oratorio de las Penas. Al papa le sorprendió mucho que hoy en día se hicieran cosas así y me dijo que si el pintor venía a Roma le encantaría conocerlo. Al año siguiente, Raúl y su esposa Marina vinieron a visitarlo. Durante el encuentro, le mostraron una fotografía del techo ya acabado y le hicieron entrega de un retrato inspirado en el momento de su renuncia al ministerio petrino. En el cuadro se puede ver la cúpula del Vaticano sobre sus espaldas, significando el peso de la Iglesia, y entre los tonos oscuros surge un rayo de luz, justo por donde está el edificio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lugar donde Ratzinger trabajó tantos años. Nos recibió en el jardín, junto a la gruta de la Virgen de Lourdes, y lo primero que dijo al verlos es que eran muy jóvenes. Al decir que eran de Málaga les contestó: “Buen vino”. Y, tras ver su trabajo en los frescos del Oratorio de Santa María Reina, añadió: “Se puede decir que usted es un nuevo Miguel Ángel”. El mismo obispo de Málaga me contaba que al saludarlo tras una Audiencia general le dijo: “Málaga, buen vino y buena música” pues D. Jesús iba acompañado de la Banda de Música de la Fundación Victoria que tocó ante el papa».
El sacerdote rondeño también acompañó a una familia española que atribuía la curación de su pequeña hija a las oraciones del papa Benedicto XVI. Antes de ser sometida a una grave operación por motivo de un cáncer, decidieron venir a Roma para recibir la bendición del papa durante una Audiencia general. Regresaron y todo salió tan bien que, como agradecimiento, la familia pidió traslado a Roma con intención de estar cerca del papa y poder agradecerle sus oraciones. «Terminado el periodo laboral del padre de la pequeña, cuando ya les quedaba muy poco tiempo para volverse a España –continúa Aguilera–, me manifestaron que regresaban tristes, ya que su deseo quedaba incumplido. Por eso, se le hizo llegar al papa Benedicto una carta, cuya respuesta no se hizo esperar. Fue muy entrañable, todos llorando de emoción… Cuando le expresé a Benedicto que la familia decía que su bendición la había curado, él respondió humildemente que había sido gracias a su oración y a la de tantas personas que habían orado por ella».
En otra ocasión, la visita tuvo lugar junto a la comunidad de las hermanas de la Cruz de Roma, con quien este sacerdote tiene mucha relación como postulador del Siervo de Dios José Torres Padilla, cofundador del Instituto junto a santa Ángela de la Cruz. «Asistimos a la Misa por la mañana temprano y tuve el honor de concelebrar; junto al altar estábamos Monseñor Gänswein y yo. En la sacristía me estuvo preguntando por las hermanas, por su carisma. Seguidamente salió y habló con cada una, sin prisa, jamás ha tenido prisa en ninguno de los encuentros. Llama la atención que te trata, que trata a cada uno, como si Dios le hubiese puesto delante en ese momento a esa persona. Te hace sentir a su altura. Aun siendo un gran intelectual, nunca te hace sentir inferior como sucede ante algunos científicos e intelectuales».
Para Salvador Aguilera, el hecho de que quieran contraponer las figuras de los dos papas está absolutamente fuera de lugar: «Quien así lo hace, es porque, en primer lugar, no los conoce y, en segundo lugar, porque se deja llevar por lo que dice algún sector de la prensa. Los mismos hechos hablan: las frecuentes visitas del papa Francisco a Benedicto o las palabras que Benedicto pronunció en la sala clementina agradeciendo al papa Francisco los detalles que ha tenido con él desde su renuncia».
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