Bendición del nuevo retablo de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores (Villanueva del Trabuco)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la bendición del nuevo retablo de la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores (Villanueva del Trabuco), celebrada el 15 de septiembre de 2016.

BENDICIÓN DEL NUEVO RETABLO

DE LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

(Villanueva del Trabuco, 15 septiembre 2016)

Lecturas: Heb 5,7-9; Sal 30,2-6-15-16.20; Jn 19,25-27.

1.- Queridos sacerdotes y ministros del altar, miembros de la Hermandad, devotos de la Virgen, estimadas autoridades locales, fieles todos.

Hoy es una gran fiesta para esta parroquia de Villanueva del Trabuco. Acabamos de bendecir el retablo del templo. D. Luis, el párroco, ha agradecido la colaboración de todos los que han aportado, para poder contemplar a partir de ahora este hermosísimo retablo, que está en sintonía con el conjunto de la arquitectura del templo parroquial.

Se ha hecho para dignificar la liturgia. Estas cosas las dedicamos a Dios. Cuando amamos mucho a una persona no nos paramos en calcular cuánto cuesta un regalo de valor, porque queremos expresar con ello nuestro amor. Eso lo han hecho todas las generaciones de cristianos. Cuando vuestros antepasados construyeron este templo, no repararon en esfuerzos, porque era dedicado a Dios; y porque era el lugar donde la comunidad cristiana se iba a reunir y a celebrar la liturgia, el misterio pascual; aquí reciben los fieles cristianos los sacramentos. El templo es el lugar sagrado, donde la familia cristiana se reúne; aquí, a través de la acción litúrgica y sacramental, el Señor nos ofrece la salvación. No es un simple lugar de reunión, es mucho más.

Enhorabuena por este retablo y también por las obras de restauración que en estos últimos años se han hecho en la parroquia. ¡Que todo redunde para el bien de la comunidad cristiana!

2.- Hemos escuchado en el Evangelio de hoy las palabras de Jesús dirigidas a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26) y al apóstol Juan: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,27). Y el discípulo Juan la recibió como algo propio.

Nosotros somos invitados a hacer lo mismo; es decir, acoger a la Santísima Virgen María de los Dolores como verdadera madre nuestra. Esto no es un gesto superficial. Pensemos cada uno en nuestra madre; a ella no la felicitamos solamente en el día de su santo o en el día de su cumpleaños. A las madres las llevamos en el corazón, porque ellas nos han llevado antes a nosotros en el corazón y en su seno, como la Virgen María llevó a Cristo en sus entrañas.

La devoción a la Virgen tendríamos que compararla análogamente al amor a nuestra madre. Tiene que ser algo muy de dentro, muy del corazón, desde las entretelas y muy presente en nuestra vida.

El Concilio Vaticano II subrayó la unión de la Virgen María con su Hijo Jesús: “La bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn 19, 25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma” (Lumen gentium, 58).

María estuvo de pie junto a la cruz; María mantuvo el tipo. María estuvo acompañando a su Hijo en el peor trance. Podéis imaginaros el dolor de una madre que ve cómo está agonizando su hijo, tratado como un malhechor, quien había sido el más inocente de todo el mundo. El mayor atropello de la Humanidad es la condena del Hijo de Dios, que es inocente. Ese ha sido el mayor atropello del mundo. Después ha habido muchos atropellos contra inocentes y sigue habiéndolo por desgracia. Toda la Humanidad somos responsables.

3.- Somos hijos de la Santísima Virgen María, porque su Hijo Jesús nos la regaló como madre nuestra. El apóstol Juan la acogió como algo propio: «Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio» (Jn 19,27); la recibió como a su propia madre. Esa es la invitación que el apóstol Juan, en esta fiesta de la Virgen de los Dolores, nos hace a nosotros: que acojamos a María como algo propio; no como algo que uso, porque me interesa; o me acuerdo de la Virgen sólo cuando la necesito. Me debo acordar de Ella también cuando estoy bien, cuando estoy sano y la vida me va bien. Como Juan debemos acoger a la Virgen Dolorosa como nuestra verdadera madre.

A veces nos hemos acostumbrado a pedirle a Dios que nos quite las enfermedades, que nos cure, que nos quite los dolores, que nos resuelva los problemas. Pero la verdad es que los cristianos debemos saber afrontar el sufrimiento, la enfermedad, las contrariedades de la vida, en unión con la Virgen María y con Cristo, quien no rehuyó el sufrimiento, ni rehuyó la cruz. Podría haber renunciado a morir en la cruz, pero no quiso. Afrontó el sufrimiento, afrontó el dolor y lo convirtió en algo salvífico, en algo salvador, en algo sanador. ¡Qué gran ejemplo!

Nuestra piedad filial a María tendría que ir también por ahí. No acudir a Ella sólo para que nos libre de los dolores, sufrimientos, enfermedades. Como Ella y su Hijo debemos saber afrontar y encajar el dolor y convertirlo en fuente de amor, en fuente de salvación; sobre todo para el otro y también para nosotros mismos.

4.- La comunidad cristiana de Villanueva del Trabuco venera hoy con especial devoción a su Patrona, Nuestra Señora de los Dolores y celebra con gran alegría su fiesta.

La devoción a la Virgen María no es sólo cosa de mujeres; y lo digo por el mayor porcentaje de mujeres respecto a los varones, que hay aquí ahora. La devoción a la Virgen y el amor a Cristo es de todo ser humano, sea varón o sea mujer.

Os invito a la comunidad parroquial y a las familias a que eduquéis a vuestros hijos, varones y mujeres, en la misma devoción. La fe no es de niños o de mujeres. La fe es de niños, jóvenes y adultos. Saber encajar el dolor y el sufrimiento por amor no es de niños; sino más bien de ser personas maduras.

Esto ha sido una breve reflexión, al ver que hay muchas más mujeres que hombres en esta celebración.

5.- La Virgen María acogió al Verbo de Dios. Podemos decir poéticamente que lo recibió sobre todo en dos órganos que nos hablan de amor. A ver, ¿cuáles son esos dos órganos del ser humano que nos hablan de amor? (Responden los feligreses: el corazón). Cierto: el corazón, que poéticamente siente y donde decimos que la persona descarga los sentimientos, la vida afectiva, el amor. La Virgen acogió primeramente a Cristo en su corazón. Y sólo después de acogerlo en su corazón, lo acogió en sus entrañas, en su seno.

Sabéis que estamos concluyendo la celebración del Año de la Misericordia. Hay dos palabras en el Antiguo Testamento que expresan la “misericordia” de Dios. Una es el término “fidelidad”: Su significado básico aproximado es bondad firme en sus múltiples manifestaciones. Dios hace alianza con el pueblo; Dios es fiel y mantiene su palabra; Dios sostiene a su pueblo, le ayuda, le salva, le acompaña; lo que promete lo cumple.

La otra palabra que expresa la misericordia es “entrañas”: Es un sentimiento de piedad dinámico, que se caracteriza por considerar al otro como parte de uno mismo, de las propias entrañas, e induce a ponerse en su lugar. Dios tiene entrañas de misericordia. Entrañas en el sentido más específico, las entrañas de mujer. María acoge a Cristo en su corazón y después en sus entrañas.

6.- De ese modo pudo la Virgen María entregar a la humanidad el gran regalo de Cristo, el Salvador. Ella es honrada y venerada como verdadera Madre de Dios. Redimida de modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo, está enriquecida con la prerrogativa de ser la Madre del Salvador, la Madre de Dios. Por eso es la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo; con este don antecede a todas las criaturas.

Ella está unida con todos los hombres que han de ser salvados; y es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciese la Iglesia y a que todos sus hijos naciéramos en la Iglesia.

La maternidad de María no es algo de lo que pueda prescindirse. La Virgen es algo esencial al ministerio cristiano. No podemos prescindir nunca de Ella. De la devoción de un santo podríamos prescindir; pero de la relación con la Santísima Virgen María no se puede prescindir. Análogamente, un hijo en una familia puede o no tener hermanos; se puede ser hijo único; se puede ser persona sin hermanos; pero, ¿se puede ser persona sin madre? Eso es esencial al ser humano y podemos aplicarlo a la Virgen. No podemos ser cristianos sin nuestra Madre espiritual, porque somos hermanos en su Hijo Jesús. La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen María es un elemento intrínseco y esencial al culto cristiano. El que quiera ser cristiano no puede dejar de amar a la Virgen; porque de otro modo no sería cristiano.

Ella es también saludada como miembro sobreeminente y singular de la Iglesia, su prototipo en la fe y caridad (cf. Lumen gentium, 53).

7.- Contemplemos a María, Nuestra Señora de los Dolores, al pie de la cruz. Cuando contemplo esta imagen de la Virgen me habla de la secuencia del Evangelio que hemos proclamado. Parece como si la Virgen nos preguntara: “¿Qué habéis hecho con mi Hijo?” Miradla, observad, cómo Ella nos hace esta pregunta: “¿Cómo os habéis comportado con mi Hijo?” Por eso lleva clavada las siete espadas de dolor.

Contemplándola a Ella a los pies de la cruz hemos de imitar su confianza y su fortaleza; confiemos en su solicitud materna y crecerá en nosotros la fe; fortalecerá nuestra esperanza y se reafirmará la caridad para superar toda prueba o sufrimiento.

Unidos al sacrificio eucarístico, que actualiza en la historia la oblación de Cristo en la cruz, nos hacemos merecedores de la salvación eterna. Ésa es nuestra fuerza, nuestro consuelo, la certeza de que Cristo asumió para siempre los dolores y sufrimientos de los hombres, para convertirlos en fuente de fecundidad y de vida.

¿Queréis ser fecundos en la vida? ¿Queréis pasar por la vida dejando buenos frutos? Pues asumid los sufrimientos de los demás, poneros al servicio del más necesitado, del más débil, del enfermo, del anciano; de esta manera nuestra vida será fecunda. Así lo fue la de Cristo y la de la Virgen que se entregaron, dieron sus vidas por nosotros.

8.- Hoy queremos acompañar a la Virgen, Nuestra Señora de los Dolores, sumergida en el dolor, como Ella acompañó a su Hijo, permaneciendo al pie de la cruz y compartiendo sus dolores y sufrimientos. Ella supo “com-padecerse” y sintonizar con los sentimientos de Jesús, que entregaba su vida por amor a nosotros y a todos los hombres.

Le pedimos a la Virgen que nos ayude a saber “com-padecernos”; a saber estar cerca de nuestros hermanos, sobre todo de los más necesitados, enfermos, ancianos, débiles, niños, los no nacidos…

A veces escuchamos esta frase: “yo creo en Jesucristo, pero no creo en la Iglesia”. ¿Lo habéis oído alguna vez? Un servidor lo ha oído muchas veces. Se podría afirmar que quien dice eso ni cree en Cristo ni cree en la Iglesia; porque Cristo es la cabeza de la Iglesia. No podemos decapitar a quien amamos y quedarnos solo con su cabeza.

¿Algunos de vosotros ama sólo la cabeza del ser amado o lo amáis integralmente? ¿Amáis solo la cabeza y despreciáis el resto? Pues sería parecido que decir: creo en Cristo, pero no en la Iglesia. La Iglesita total está formada por Cristo, su Madre y todos los miembros.

9.- Otra cosa distinta es la cuestión de si me gusta cómo actúan los miembros de la Iglesia, sean obispos, sean sacerdotes, sean fieles, sean laicos, sean casados, sean solteros. Eso es otra cosa, que no tiene nada que ver con la fe en Cristo y en la Iglesia. Uno no puede decir que no cree en su familia, porque está enfadado con un hermano suyo; pero si amo a mi familia y creo en mi familia, a pesar de tener dificultades con un hermano, o con otro miembro, amaré a mi familia.

Como veis, la fe toca todas las dimensiones de la vida. Venir a celebrar la fe de la Santísima Virgen de los Dolores hoy no puede ser que la celebremos una vez al año, me olvido y me voy. O te toca en el corazón de la vida de todos los días o esa fe hay que ponerla en un gran interrogante si existe en tu corazón. Si ese amor que dices tener existe o no.

¿A qué está invitando el Obispo? A que viváis la devoción a la Virgen, la patrona de Villanueva del Trabuco, cada día con mayor autenticidad y que implique todas las dimensiones de la vida. A eso os estoy invitando, queridos fieles.

10.- Le vamos a pedir a la Virgen, aunque no haría falta porque las madres antes que os lo pidan los hijos sabéis qué necesitan. Queridas madres y padres, ¿cuántas veces os adelantáis a las necesidades de vuestros hijos? Yo diría siempre.

Pero también es bueno que el hijo se dirija a su padre y a su madre para decirle “te quiero”, para pedirle cosas, para estar con él. Es bueno que le manifieste ese cariño.

Dios sabe de sobra lo que necesitamos, antes de que lo pensemos. Pero es bueno que le digamos de vez en cuando a nuestra Madre, la Virgen: “te quiero, te amo”. Que le pidamos también por las necesidades: “ayúdame a seguir adelante, ayúdame a ser buen esposo, buena esposa, buen hijo o buena hija. Ayúdame a ser un buen fiel cristiano”.

Pues le pedimos todo esto a la Santísima Virgen, Nuestra Señora de los Dolores. Ella nos acompaña y nos acompañará, Ella no nos dejará nunca de la mano. No le dejemos nosotros, no nos soltemos de su mano. Ella no nos soltará, pero cuidado que podemos nosotros soltarnos de ella. Que así sea.

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