«Ante la ley LGTBI pedimos libertad de educación»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El obispo de Jerez, Mons. José Mazuelos (Osuna, 1960), será el ponente de la Jornada de Formación Permanente del Clero que se celebrará el próximo 16 de abril en Casa Diocesana Málaga. Médico y doctor en Teología Moral, hablará sobre cómo afrontar la pastoral ante la extensión de la ideología de género, tras la reciente aprobación en Andalucía de la ley por los derechos de las personas LGTBI (Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales).

¿Por qué la Iglesia levanta la voz contra una ley que se supone que es en defensa de las personas LGTBI?

Los Obispos del Sur nos pronunciamos en el sentido de que la ley, en nombre del respeto a las personas LGTBI, deja una puerta abierta con mucha ambigüedad para imponer la ideología de género. Pensamos que el texto fomenta unos tratamientos médicos que no buscan tanto el bien de la persona como la imposición ideológica. Asimismo, la ley deja mucho que desear en cuanto a la libertad de los padres a la hora de elegir la educación de sus hijos; porque una cosa es el respeto a estas personas y otra distinta es querer imponer a todos la visión LGTBI y, por decirlo de alguna forma, castigar a todo aquel que quiera para sus hijos otro tipo de educación. Son cuestiones de moral, de antropología, que están en el aire, sobre las que hay mucha discusión, y no se entiende cómo una ley apuesta por una imposición de este tipo.

La Iglesia siempre aparece como “la mala de la película”.

Es verdad que tenemos que entonar el mea culpa porque tantas veces nosotros, a la hora de hablar, no nos expresamos bien. Hablamos desde el campo moral cuando el interlocutor que tenemos enfrente no nos está entendiendo desde el punto de vista moral, sino ontológico o psicológico. Por ejemplo, cuando se dice que la Iglesia condena a los homosexuales… No, la Iglesia no condena a los homosexuales. Podríamos decir que un homosexual también tiene la puerta abierta a la santidad. Ahora bien, otra cosa es el acto homosexual. Igualmente, la Iglesia no condena al adúltero; pero otra cosa es el acto adúltero. Muchas veces no aterrizamos bien y damos una imagen totalmente distinta de lo que queremos decir.

Se intenta enfrentar a las personas LGTBI con la Iglesia, cuando muchas de estas personas están integradas en la vida de la Iglesia, donde son acogidas y queridas…

Es que la ideología de género dice: «o estás conmigo o estás contra mí. Si tú no me apoyas, tú eres un homófobo, tú no quieres a los homosexuales…”. Oponiéndose a esta ley, la Iglesia lo que está es queriendo mucho, por ejemplo, a los transexuales. Aunque se quiera decir que la disforia de género no es una enfermedad, la persona necesita de la atención médica. El médico tiene que intervenir siempre para conseguir el nivel de salud física, psíquica y relacional más alto y satisfactorio que sea posible. Dicha intervención puede ser mediante tratamiento psico-farmacológico, que cuando se da en los primeros años de vida suele ser resolutivo y, en caso de no alcanzar el objetivo, se propone el tratamiento hormonal e incluso en caso muy severos cabría la posibilidad de llegar a la reasignación quirúrgica. Por tanto, si no es una enfermedad, ¿para qué lo tiene que tratar la sanidad pública? Eso es si hablamos de verdaderos transexuales. Pero con la nueva ley se pretende reasignar el sexo a todo el que lo pida, y vamos a asistir a grandes frustraciones; porque nos podemos encontrar con homosexuales que van a ser tratados como si fueran transexuales y a la larga va a repercutirles para mal de ellos de forma irreversible. En todo este tema hay que atender también a la ciencia médica y esta ley se salta la ciencia médica, opta ya por una visión concreta del ser humano, por una ideología concreta.

Usted es médico, ¿qué dice la comunidad científica al respecto?

Es que la disforia de género y los estados intersexuales son temas muy periféricos de la práctica médica y no afectan a la gran mayoría de los médicos. Después, no tenemos datos ciertos. A mí me gustaría que nos dieran los datos de los resultados de las intervenciones quirúrgicas que se han venido haciendo en Málaga pagadas por la Junta de Andalucía. Málaga se quedó como centro de las intervenciones de cambio de sexo y vienen aquí prácticamente desde toda España. Me gustaría que nos dieran una estadística verdadera y cierta de si ha habido una mejoría o no; en cuántos casos; cuántos se han suicidado; cuántos están a base de pastillas antidepresivas después de la operación… Pero no nos han dado datos para aprobar esta ley y para promover una reasignación quirúrgica. Otra pregunta: ¿esa operación quirúrgica se le ha hecho realmente a transexuales o ha pasado como en el hospital Hopkins (EE.UU.) donde se le estaba haciendo a homosexuales con sentimiento de culpa que creían que operándose no lo tendrían? Sabemos por otra parte, que hay transexuales verdaderos, con disforia de género, que, en algunos casos, después de tratamiento de psicoterapia, ese tratamiento de reasignación hormonal puede venirles bien y les puede llevar a un equilibrio. Pues oye, vamos a verlo y si hay que dárselo se les da, pero que haya un diagnóstico, una certeza y un rigor, una ética médica que busque el bien de la persona, y no una imposición ideológica de una antropología concreta.

Otro aspecto muy delicado de la ley es el de los menores transexuales.

Es arriesgado orientar por ley a un menor con disforia de género (conflicto entre el sexo corporal y el psicológico), con una terapia de imposición del sexo psicológico sin tener un diagnóstico cierto. Es una de esas ambigüedades que están ahí por las que decimos que hay que tener mucho cuidado. Porque aquí no estamos hablando de fe, estamos hablando de libertad, de respeto a los padres y sobre todo de cariño de verdad y protección hacia los menores con disforia de género. Sabemos a nivel científico que el 75% de los niños que manifiestan querer cambiar de sexo, cuando llega la pubertad, cambia de opinión. De hecho, hasta la OMS, que quiere sacar de la lista de patologías la disforia de género, dice que es arriesgado hacer un diagnóstico cierto antes de la pubertad. Es decir que esta ley mete todo en el mismo saco: homosexualidad, intersexualidad, transexualidad, etc. Y nosotros decimos: cada cosa a su momento, y todo buscando el bien de la persona lógicamente.

¿Cómo podemos responder correctamente a estas cuestiones desde la Iglesia?

Nos pilla con el paso cambiado y muchas veces no estamos preparados porque no sabemos de qué se está hablando. Si hiciéramos una encuesta y preguntáramos a la gente qué es un transexual o una disforia de género, seguro que no tienen ni idea y lo confunden con la homosexualidad o con el travestismo. Mire usted, no tiene nada que ver una cosa con otra. Aprovechan toda esa confusión utilizando a los transexuales para, en el fondo, meter la ideología de género. Según ésta, el sexo corresponde a lo que uno siente psicológicamente. Pero la persona humana no es solamente psicología; la persona humana también responde a la ontología, a la genética, a la anatomía, a la fisiología… Y todo esto es lo que hay que ver. Pero nos dicen: “como usted no está de acuerdo conmigo, usted es homófobo”. Y eso no es cierto.

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PARA SABER DE QUÉ HABLAMOS…

Homosexualidad: El sujeto siente atracción prevalente o exclusiva hacia personas del mismo sexo, pero el cuerpo no viene percibido en modo conflictivo y no tiene ningún problema con él.

Travestismo: Es un síndrome en el cual no existe el deseo obsesivo de cambiar de sexo, como en el transexualismo, sino que existe la necesidad de portar indumentaria del sexo opuesto como condición necesaria de alcanzar la excitación sexual. Estos sujetos son frecuentemente heterosexuales y el empeño del vestuario del sexo opuesto reviste un significado simbólico o fetichista. Las relaciones sexuales se dirigen a individuos del sexo opuesto.

Transexualidad: Es un síndrome que se manifiesta con un permanente conflicto entre el sexo corpóreo y el sexo psíquico. Cuando el sexo corporal (ontológico, genético, gonadal y anatómico) no se armoniza con el sexo cerebral o psicológico se produce lo que se denomina disforia de género o transexualidad. La persona con este síndrome se siente extraña en su cuerpo, tiene un profundo malestar con su sexo biológico y un fuerte deseo de ser tratado como miembro del otro sexo. Tienen desde su infancia, la sensación de haber nacido en un cuerpo equivocado, eso produce un gran sufrimiento por el profundo malestar que le produce su propio cuerpo y por la incomprensión familiar y social.

Estados Intersexuales:
• Hermafroditismo: Son casos muy poco frecuentes. Se caracteriza porque las personas presentan los dos tipos de tejido gonadal, ya sea porque tienen testículo y ovario simultáneamente o porque poseen lo que se denomina “ovotestes” (mitad testítulo, mitad ovario).
• Pseudohermafroditismo: O síndrome de genitales ambiguos es un grupo de afecciones donde hay una malformación de los genitales externos.
Estos casos son patologías médicas que la gran mayoría se curan con un tratamiento hormonal y/o quirúrgico, sobre todo los estados de ambigüedad genital.

Antonio Moreno Ruiz

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