«ACN está con los perseguidos, y les dice «no estáis solos»»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El asistente eclesiástico nacional de ACN (Ayuda a la Iglesia Necesitada), Jesús Rodríguez, ha visitado Málaga para participar en las últimas Jornada Diocesanas de Liturgia y ha concedido una entrevista a diocesismalaga.es sobre la Fundación Pontificia y su labor en la ayuda a los cristianos perseguidos y necesitados.

¿Quiénes forman parte de ACN y qué los define?
Nació como una asociación después de la Segunda Guerra Mundial impulsada por los Papas para ayudar a la reconciliación entre vencedores y vencidos, y de todos aquellos que habían tenido que abandonar el Este, dejando atrás su identidad, facilitándoles el acceso a la fe. Poco después, Benedicto XVI la declara Fundación Pontificia, por tanto del Papa para toda la Iglesia. Su objetivo principal hoy es ayudar a la Iglesia ya instituida pero necesitada (no somos campo de evangelización inicial, sino de sostenimiento), porque entendemos que no se puede crear una Iglesia y dejarla abandonada. Y también ayudar a la Iglesia en los lugares de guerra y persecución, donde tenemos una actividad más visible. Para lograrlo, hay una Fundación internacional con sede en Alemania, con un presidente y un consejo, y un asesor espiritual internacional. Luego están los trabajadores de la parte de marketing, económica y de cada sección del mundo donde se desarrollan los proyectos. Todo eso se distribuye como en red en las sedes nacionales. En España, está en Madrid, aunque luego hay provincias que colaboran con distintas delegaciones. Aquí existe un presidente honorífico, un asistente eclesial que también lo es, que soy yo, y los consejeros, católicos de distintos ámbitos que colaboran. Luego hay departamentos con personal contratado que no llegará a 20, porque el resto son voluntarios, la sonrisa reluciente que hace posible que ACN tenga visibilidad y pueda desempeñar su tarea. Ellos son la principal fuerza de la Fundación. Los benefactores son otro de los grandes brazos, que aportan la
economía para poder desarrollar los proyectos.

¿Su función como asistente, cuál es?
Primero, cuidar espiritualmente a cada uno de los miembros de este maravilloso equipo: desde el presidente hasta los benefactores. Luego, esta tarea tiene un carácter pastoral, de ayudar a que la Fundación mantenga los criterios de la Iglesia para desarrollar su obra apostólica.

¿Cómo configura el carisma ACN el contacto con las personas perseguidas o necesitadas en su fe?
Le pongo un ejemplo. Cuando mi madre me preguntó qué hacía yo aquí, le dejé una revista y cuando la leyó, tenía un sobre con diez euros preparado y me pidió que le apuntara esa cantidad cada mes. Le dije que ella tenía una pensión muy pequeña, pero insistió: «Después de lo que he leído, lo que me gustaría es poder dar más». El carisma de ACN es defender a la Iglesia, y lo que hace visible a quien colabora con la fundación es esa defensa en lugares donde se necesita un sostenimiento básico, y sostener a los cristianos en lugares de auténtica persecución. No puede imaginar lo que está suponiendo reconstruir la Iglesia en Siria e Irak. En un momento en el que puede parecer que todo da igual, los miembros de ACN luchan por sostener y reconstruir a la Iglesia. Es estar con los perseguidos, diciéndoles «no estáis solos», y con los necesitados, diciéndoles «comparto contigo tu pobreza, tu dolor». Cuando el atentado de Sri Lanka el año pasado, cantidad de personas llamaban para ofrecer su ayuda, y les decíamos «Recen, es lo que ahora mismo hace falta». Y se creó una cadena de oración impresionante y muy motivadora.

¿Cuáles son los medios de ayuda?
Siempre decimos que tenemos tres pilares. Lo primero es la necesidad de estar informado, los que trabajáis en prensa tenéis una necesidad enorme y es que tenéis que informar de lo que está pasando y sucediendo, esa información primera te abre el corazón. Querer saber que está pasando, qué pasa en Pakistan, qué pasa en China, qué pasa en Nigeria o qué pasa en Burkina Faso ahora con la matanza de religiosas, etc. Esta pregunta nos la tenemos que hacer muchas veces, creo que es muy necesario. Y luego hay dos vías: una es fundamental que es la oración, es la más importante porque el que hora está constantemente poniendo en el corazón de Dios la necesidad; y luego la otra es la económica, y se puede hacer de forma puntual para un proyecto determinado, la mejor manera es aunque sea un poco de con un benefactor mensual ayudando, aunque sea con muy poco, a mantener muchos proyectos abiertos, porque con las cosas momentáneas la gente se vuelca pero luego poder mantener otras obras es más difícil. Se pide que uno se informe y si no quiere informarse que ore, lo más importante es la oración y, muchas veces, sin dinero no se podrían realizar muchos de los proyectos que se están llevando a cabo, que son muchos.

¿La ayuda pastoral es tan urgente en una situación de guerra o de conflicto?
Llevo dos años yendo a Venezuela a dar formación, creo que es nuestra obligación es acompañarlos en un momento como el que están viviendo tan desolador. Lo que más nos pide la gente son Biblias, necesitan la palabra de Dios, cuando uno vive situaciones tan desoladoras, o tienes una palabra que alente la esperanza o mueres, y la pastoral está ahí, es uno de los proyectos más bonitos que estamos realizando. Además mucha gente nos pide ruedas para los coches porque no pueden ir a celebrar misa, o bicicletas para trasladarse, algunas zonas de la India nos piden canoas para poder ir a celebrar la misa y sentir que el sacerdote les acompaña en los momentos de dolor y desolación, que son los que están ahí hasta el final, las monjas y los sacerdotes. Si me preguntas que si es importante la pastoral, sin duda. Nosotros lo que tenemos que buscar es que el Creador se encuentre con su criatura en todo momento y la vea siempre con los ojos llenos de esperanza.

¿Cuáles son las principales amenazas que persiguen a la Iglesia en el mundo?
El principal enemigo lo tenemos cada uno con nosotros por no creernos la palabra de Dios, le hemos dado tanto valor a lo externo y tan poco a lo que Dios nos dice que es como si fuera un adorno. Cuando perdemos la fuerza en el corazón de Dios, perdemos la capacidad de creer en el ser humano. Gran parte de las guerras, incluso las que no son religiosas, nacen por una violencia impuesta mediante una ambición desmedida por un desgarro de no sentirte hermano de los demás, pero si uno realmente fuese capaz de escuchar la palabra de Dios no haría las cosas que está haciendo, yo creo que ese es el principal enemigo. Luego vienen otros enemigos y situaciones como las maneras de entender la política, la religión, donde más que incluirnos, nos excluimos y nos convertimos en enemigos todos de todos.

Ana María Medina

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