Acción de Gracias por la beatificación de Paulina Jaricot, fundadora de la Propagación de la Fe

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Homilía de D. Jesús Catalá en la Misa en Acción de Gracias por la beatificación de Paulina Jaricot, fundadora de la Propagación de la Fe, celebrada en la Catedral de Málaga el 28 de mayo de 2022.

ACCIÓN DE GRACIAS POR LA BEATIFICACIÓN DE PAULINA JARICOT,

FUNDADORA DE LA PROPAGACIÓN DE LA FE

(Catedral-Málaga, 28 mayo 2022)

Lecturas: Hch 1, 1-11; Sal 46, 2-3.6-9; Ef 1, 17-23; Lc 24, 46-53. (Domingo Pascua VII-C-Ascensión)

1.- En la encarnación Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, asumió nuestra naturaleza humana, nuestras miserias y compartió lo humano, viviendo nuestras dificultades. 

En su resurrección Jesucristo triunfó sobre la muerte, sobre el pecado, sobre el mal y sobre el sinsentido de la vida. El Señor Jesús con su triunfo nos da la esperanza de triunfar también nosotros; con él entramos en la vida nueva de la Resurrección. El Señor resucitado se apareció a los discípulos, dándoles pruebas de que estaba vivo y hablándoles del reino de Dios (cf. Hch 1, 3). 

Y en su Ascensión a los cielos, cuya fiesta celebramos hoy, nos ofrece el sentido de la vida, nos da esperanza y llena el vacío de nuestro corazón. Cuando los apóstoles miraban fijos al cielo, mientras el Señor ascendía, dos personajes vestidos de blanco les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? (Hch 1, 11). La Ascensión del Señor urge a no olvidarse de los compromisos para transformar este mundo. Hay que mirar al cielo teniendo los pies en la tierra. 

2.- Así lo hizo Paulina Jaricot, por cuya beatificación hoy damos gracias. Nacida en Lyon en 1799, fue fundadora de la Propagación de la Fe, germen de la jornada mundial llamada DOMUND, e inspiradora del resto de las Obras Misionales, que fue beatificada el pasado día 22 de mayo en Lyon (Francia). 

Terminados los difíciles años de la Revolución francesa, la sociedad se abandona fácilmente a la frivolidad. Paulina se encuentra en este momento entre dos tendencias: la contemplación y el sacrificio; y la de los placeres mundanos. Su modo de vida es el de muchas jóvenes de su edad, en un ambiente marcado por la prosperidad financiera y la vida mundana, pero también un ambiente muy cristiano. 

Paulina en su tercer cuaderno de la “Historia de mi vida” escribe: “Tenía unos diecisiete años cuando mi pobre corazón, cansado de sus búsquedas infructuosas de la felicidad en un mundo corrupto y perecedero, resolvió finalmente fijar su inconstancia en el afecto de su Dios”. Solo Jesús podía ofrecerle lo que ella deseaba y tomó la decisión de superar los obstáculos a su conversión profunda, buscando un director espiritual experimentado. Su conversión supuso un cambio radical en su vida.

3.- Paulina recibe gracias extraordinarias que se manifestaron desde aquel día de 1817 en que se ofrece como «víctima» a ese Jesús que le pregunta: «¿Quieres sufrir y morir conmigo?». Podemos entender su vida si la releemos a través del prisma de esta ofrenda de sí misma, tanto en los momentos de gracia como en los de gran sufrimiento.

Su primer escrito contiene las grandes intuiciones que guiarán su vida: la importancia de la oración, que pasa por la Virgen María; la caridad, por la que quiere llegar a los más pobres; y su fidelidad a la Iglesia, que le lleva la misión de Cristo. 

Su espiritualidad sigue la estela de san Pablo y de la Escuela francesa de espiritualidad, que hace hincapié en el Verbo encarnado. «Para mí, vivir es Cristo» (Flp 1, 21). Tiene una gran devoción por la Pasión del Señor y un sentido profundo de la eucaristía, como expresará en un opúsculo titulado “El Amor infinito en la divina Eucaristía”. Dice ella que lo aprendió todo al pie del altar. 

4.- Mujer de oración, laica, nacida en un medio burgués, que no dudó en desafiar los prejuicios de su tiempo para enfrentarse a un mundo en pleno cambio; insertada en el tejido social y religioso de Lyon experimentó allí una verdadera conversión. 

Ella recoge la enseñanza de la fiesta de la Ascensión, que hoy celebramos. Con los pies en la tierra y los ojos mirando al cielo quiere transformar el mundo en que vive. En una ciudad traumatizada por la Revolución, que se industrializó rápidamente a principios del siglo XIX, ella tomó conciencia forjando su compromiso social. 

Paulina Jaricot dio plena cabida a su vocación laical, asumiendo el compromiso bautismal, respetando las estructuras eclesiales, pero siendo pionera en muchos ámbitos. Como mujer y laica no tuvo una tarea fácil, sufriendo incluso la hostilidad de gran número de notables católicos. Su vida fue una buena muestra del lugar de una mujer dentro de la Iglesia, gozando del reconocimiento de la institución, pero enfrentándose al mismo tiempo a persecuciones.

5.- Puso en marcha dos grandes actividades. En primer lugar, su llamado “Plan” de acción, creando la obra de las Misiones Extranjeras de París en 1822, en su compromiso con las misiones, que permitía recaudar fondos para este fin. Esto fue el germen de la Propagación de la Fe, aunque este nombre ya existía en la Iglesia desde 1622 como sagrada Congregación «De Propaganda Fide» para promover la acción misionera de la Iglesia.

Paulina, joven laica francesa, revolucionó la misión de la Iglesia al implicar a todos los católicos en el trabajo de los misioneros con la oración y los donativos. Su iniciativa sigue siendo actual 200 años después a través del Domund. 

Hoy escucharemos la canción que se ha compuesto con motivo de su beatificación: “En el corazón del mundo. La misión de contagiar la vida”. 

La otra gran obra fue la creación del “El Rosario Viviente” en 1826. Personas sencillas, que apenas sabían meditar, fueron invitadas a rezarlo. Paulina en lugar de las decenas, propone las quincenas, en honor a los quince misterios del Rosario.

Con motivo de la Revolución francesa este acto de piedad estaba a punto de desaparecer; y en este contexto el Rosario se convirtió en un signo de reconocimiento contrarrevolucionario. Frente al secularismo y al anticlericalismo revolucionario, el rezo del Rosario era un signo eclesial contra-revolucionario, un acto de fe y de misión, de propagación de la fe.

6.- La fiesta de la Ascensión nos recuerda que el anhelo del cielo no es razón para olvidarse de la tierra y de la vida en este mundo; más bien es la invitación a mirar al cielo para imitar a Jesucristo con el apremio de trabajar en la tierra.

Así lo hizo Paulina Jaricot, que falleció en 1862 a los sesenta y tres años. El papa san Juan XXIII la declaró venerable en 1963. Y el pasado día 22 de mayo de 2022 fue beatificada en Lyon. Por eso hoy damos gracias a Dios.

Su vida estuvo basada en la contemplación y en la acción, la oración y las obras, con un notable sentido de la organización. Era plenamente contemplativa, una mujer de oración, y estaba plenamente en el mundo, como lo demuestra su compromiso con la justicia social y con los derechos de los trabajadores. 

Hoy damos gracias a Dios por la beatificación de gran mujer laica, que supo combinar maravillosamente la fiesta de la Ascensión; es decir, unir las cosas del cielo con las de la tierra. Y pedimos a la santísima Virgen María que nos acompañe en nuestro caminar hacia la patria del cielo. Amén.

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