Acción de Gracias por el Pontificado de Mons. Jesús Catalá como Obispo de Málaga (Catedral-Málaga)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Eucaristía de Acción de Gracias por su pontificado celebrada en la Catedral de Málaga el 7 de septiembre de 2025

ACCIÓN DE GRACIAS POR EL PONTIFICADO DE MONS. JESÚS CATALÁ COMO OBISPO DE MÁLAGA

(Catedral-Málaga, 7 septiembre 2025)

Lecturas: Sb 9, 13-18; Sal 89, 3-6.12-14.17; Flm 9b-10.12-13; Lc 14, 25-33. (Domingo Ordinario XXIII-C)

1.- Un saludo fraterno al Sr. Arzobispo de Granada, D. José María, nuestro Metropolitano, que mañana presidirá la fiesta solemne de nuestra Patrona; a D. Francisco, arzobispo emérito de Pamplona ya lo conocen, porque celebra la Misa los domingos en la Catedral y acude a diversas parroquias.

Saludo a los sacerdotes, diáconos; a los miembros de la Hermandad de Santa María de la Victoria; autoridades; representantes de las diversas instituciones, movimientos eclesiales, fundaciones. ¡Queridos fieles y hermanos todos!

También un saludo a quienes nos están siguiendo a través de los medios de comunicación.

2.- Estamos celebrando la novena a la Virgen de la Victoria, nuestra Patrona. Ella es la Madre de Jesucristo, título principal del que derivan todos los demás títulos marianos. La Virgen es, sobre todo, Madre de Cristo.

Dios preparó para su Hijo un santuario inmaculado para que pudiera hacerse hombre. María, redimida y santificada por Cristo, ha sido glorificada por la fuerza salvadora del Resucitado.

Su Hijo Jesús nos la regaló como Madre nuestra estando en la cruz, su trono de gloria, con las palabras: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»; y luego al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 26-27).

Este es el gran regalo que Jesús nos dejó poco antes de morir. ¡Y qué responsabilidad la nuestra, de ser buenos hijos de tan tierna Madre!

Repitamos todos: ¡Santa Madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros!

3.- Y en el marco de la fiesta de la Virgen de la Victoria queremos dar gracias a Dios por los diecisiete años de mi pontificado como obispo de la Diócesis de Málaga.

El Señor nos llama a cada uno para la misión que él nos confía. El Señor me llamó para desempeñar el ministerio sacerdotal, siendo representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor, y actuando en su nombre (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 15).

Después de ejercer el ministerio presbiteral durante veinte años, fui llamado por pura benevolencia divina y sin mérito alguno por mi parte, a ejercer el ministerio episcopal hace veintinueve años. Venía de prestar servicio en la Santa Sede, junto al papa Juan Pablo II, posteriormente canonizado, del cual aprendí a servir con fidelidad y gozo a la Iglesia universal, con una mirada desde la atalaya vaticana. Elegí como lema episcopal «Ut unum sint», tomado de la oración sacerdotal de Jesús del evangelista Juan (17, 21), con el deseo de trabajar por la unidad de la Iglesia, para ser todos uno en Cristo Jesús.

Mi primera sede titular, Urusi, quedó extinguida en el siglo IV, en el Norte de África, en la actual Túnez; y mi última sede ha sido Málaga, que tiene un territorio en el Norte de África (Melilla). Este gesto cariñoso del Señor ha marcado en cierto sentido mi ministerio, viendo en los inmigrantes y en los más necesitados, principalmente, la presencia del Señor.

Os he invitado a esta celebración para que deis gracias a Dios conmigo, por todo lo que me ha concedido; de modo especial por vosotros y por las personas que he encontrado en estos años; porque habéis sido el mejor para mí regalo del Señor.

Repetid todos: “Gracias, Señor, por todos los dones recibidos de tu bondad”.

4.- Deseo también daros las gracias, queridos fieles y hermanos en Cristo. Muchas gracias por vuestra cercanía, amistad, fraternidad y colaboración.

Un recuerdo agradecido a los sacerdotes y diáconos, que habéis compartido mi ministerio, sobre todo a los más estrechos colaboradores; a los religiosos, catequistas y evangelizadores; gracias a todos los miembros de las comunidades cristianas, que asumís la corresponsabilidad con vuestros pastores, tan valorada en estos momentos.

Gracias a los representantes de las diversas instituciones sociales, culturales y políticas, con quienes hemos mantenido una buena y sana colaboración en el respeto mutuo. Muchos proyectos culturales, arquitectónicos y pastorales hemos podido realizar, gracias a vuestra colaboración y aprecio por la Iglesia. El último proyecto importante es el tejado de nuestra Catedral; queridos fieles, seremos la generación que tuvo la valentía y la osadía de afrontar este gran reto. ¡Muchas gracias a todos!

5.- Las lecturas bíblicas de hoy nos animan a vivir con mayor profundidad la fe, el amor y la esperanza cristiana. Dios sabe que «los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros», (Sb 9, 14). Por ello necesitamos la sabiduría divina, para descubrir la hermosura de la salvación a la que estamos llamados (cf. Sb 9, 17-18).

Nuestros años son como un suspiro: «Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna» (Sal 89, 4). Por eso pedimos a Dios: «Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato» (Sal 89, 12).

Desde esta perspectiva hemos de conocer los tiempos de Dios, que no son los nuestros; y saber que somos sus servidores, sin apropiarnos lo que él nos confió. Esto toca a todos, sobre todo a los sacerdotes; somos servidores de los fieles y todos al servicio de la Iglesia.

Digamos que el Señor nos invita a situarnos desde su «eternidad», para que aprendamos a aprovechar la «temporalidad» de nuestra vida, que pende siempre de un hilo, aunque nos parezca que estemos aquí para siempre. Así lo hizo la Virgen de la Victoria, poniendo confiadamente su vida en manos de Dios.

Repetid: “Enséñanos, Señor, a vivir con la mirada en la eternidad”.

6.- Siendo consciente de esto, al cumplir la edad según normativa, presenté mi renuncia al papa Francisco, solicitando al Sr. Nuncio en España que el cambio fuese lo más pronto posible por el bien de la Diócesis; para que no se ralentizara el ritmo pastoral ante la incertidumbre de no saber el momento del relevo; como sucede en otras diócesis. 

Y ha sido el papa León XIV quien ha tenido a bien nombrar a mi sucesor en la persona de Mons. José-Antonio Satué, actual obispo de Teruel y Albarracín, quien el próximo sábado por la mañana iniciará su pontificado en nuestra querida Diócesis.

Os pido, queridos fieles, que acojáis con filial amor a vuestro nuevo Obispo, que viene en nombre del Señor a dirigir la iglesia particular de Málaga.

Podemos decir que hay un cambio de timonel en la barca diocesana; porque el timonel de la Iglesia es Cristo y el Espíritu Santo la lleva con su soplo. El Señor sigue invitándoos a «remar mar adentro» (cf. Lc 5, 4); a surcar nuevos mares, teniendo siempre como brújula el Evangelio, y donde haya pesca abundante de gente que escuche la Palabra de Dios y la acepte en su corazón.

Tengamos también un recuerdo agradecido a los obispos que anteriormente regentaron esta querida Diócesis.

7.-  Queridos hermanos, todos estamos necesitados, y un servidor el primero, de pedir perdón al Señor por nuestros pecados; por nuestra falta de testimonio; por no haber amado con todo el corazón al Señor (cf. Dt 6, 5); por habernos alejados de él. Deseo pediros perdón por mis negligencias y faltas de caridad hacia cada uno de vosotros.

Jesús, el Señor, nos invita en el evangelio a seguirle, sin condiciones: «Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío» (Lc 14, 27); cada cual que lo aplique a su vida.

Felicitamos a la Hermandad de Santa María de la Victoria, que cumple su 150 Aniversario, concluyendo el Año jubilar.

En mi homilía de inicio de mi pontificado en Málaga, hace diecisiete años, parafraseando una canción de esta tierra, os dije: ¡Málaga, querida, qué bonitos ojos tienes!; ¡déjame que te contemple!; ¡permíteme que te acompañe; y ¡concédeme poder amarte! Esto, gracias a Dios y a todos vosotros, se ha hecho realidad. ¡Muchas gracias! (Aplauso).

Pedimos a Santa María de la Victoria, nuestra Patrona, que siga acompañándonos en esta nueva etapa, para continuar construyendo el Reino de Dios.

Repetid: “Santa María de la Victoria, ruega por nosotros”. Amén.

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