Teilhard de Chardin V: La importancia del diálogo entre la ciencia y la fe

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El científico y teólogo Ian Barbour agrupaba las posibles relaciones entre la ciencia y la fe en cuatro categorías: conflicto, independencia, diálogo e integración. La postura de Teilhard se incluiría en esta última, entre la fe cristiana y la ciencia se daría una auténtica convergencia.

Teilhard nos propone una aventura que él mismo ha iniciado, la de ir desvelando la racionalidad de la fe a partir de la reflexión sobre de lo que nos dice la ciencia. La unidad de su pensamiento estará en esa convergencia entre ciencia y fe. Él tiene la convicción profunda de que la ciencia   permite comprender mejor el fenómeno cristiano y que la fe cristiana permite extraer los secretos más profundos de una materia que se nos muestra como una organización creada.

 Hombre de fe, acostumbrado a tratar con sabios de todo orden, se da cuenta de que el campo de la ciencia es uno de los lugares privilegiados para la constitución de la unidad humana. Para Teilhard ciencia y religión no pueden seguir ignorándose, es necesario un diálogo fructífero entre ellas. Por un lado, la religión y la teología no pueden aislarse   del continuo crecimiento del conocimiento sobre el mundo natural que nos presenta la ciencia; por otro lado, la ciencia no puede cerrarse a la fuente de inspiración que provine del ámbito religioso. Si ambas se ignoran terminaremos en una teología y una ciencia dogmatizadas, cerradas sobre sí mismas e inservibles para ir construyendo un futuro más humano.

Más allá de la mera compatibilidad entre la concepción científica y religiosa (cristiana), la vinculación entre ambas es más profunda. Su descripción fenomenología de la evolución le muestra un universo en progreso ascendente que apunta hacia un final en el que se atisba lo trascendente.  De hecho en Teilhard la ciencia se abraza con la fe, esto queda expresado en esta especie de credo escrito en 1934: Creo que la Evolución se dirige hacia el Espíritu, Creo que el Universo es una Evolución, Creo que el espíritu desemboca en lo personal, Creo que lo personal supremo es el Cristo-Universal .  No olvidemos que el científico Teilhard es inseparable del creyente Teilhard.  La ciencia al descubrir las propiedades y leyes de la materia está revelando, igualmente, la forma en la que actúa Dios. La ciencia moderna nos descubre los secretos de una creación que es evolutiva. Dios no hace directamente (la filosofía y teología clásica decían que no actúa como causa segunda) sino que hace hacer (o sea Dios actúa siempre como causa primera).

Teilhard plantea una nueva ciencia, la hiperfísica, que como extensión de la física abarcará el estudio de la materia y del espíritu para construir un modelo integral de la materia y la conciencia en un cosmos evolutivo, sobre ella se elabora un pensamiento  sobre la ciencia que nos lleva a los bordes de la fe. Él se sitúa frente al naturalismo materialista y al dualismo espiritualista al considerar la materia como la matriz del espíritu (consciencia). El naturalista materialista intenta comprender la consciencia (espíritu) desde los constituyentes de la materia, entonces cae en callejón sin salida, el “hard problem”  (el problema difícil, o el mayor problema) de la ciencia y la filosofía en palabras de David J. Chalmers. El camino que propone Teilhard es distinto: sería el de comprender la materia desde el espíritu, concretamente desde la presencia de la consciencia en el hombre. Esto le lleva a proponer que, de alguna manera, la consciencia está presente en toda la materia o sea que en la materia existe un interior además de un exterior. El interior de la materia está ligado a su complejidad. La aparición de sistemas de mayor complejidad en el proceso evolutivo es un hecho poco cuestionable. De hecho, la aparición del hombre ha generado un movimiento convergente, de unificación de consciencias, un proceso de síntesis que da lugar a la noosfera. Este proceso de paulatina unificación de las consciencias   tiende hacia un punto Omega que actúa como una especie de atractor hiperpersonal que dará cumplimiento a todo el proceso evolutivo. Aunque este punto Omega es deducido por Teilhard en razón de la lógica y la coherencia de los hechos que pone de relieve la evolución es obvio que con él se está apuntando hacia Dios.

Algunos pueden pensar que Teilhard ha ido demasiado lejos al proponer ese  abrazo entre la fe y la ciencia, pero desde luego nos dan que pensar.

 Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía

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