Para la Jornada Mundial del Enfermo

Carta Pastoral del Obispo de Jaén, D. Ramón del Hoyo. Muy queridos fieles diocesanos:

El día 11 de febrero celebramos en nuestra Diócesis esta entrañable jornada mundial del enfermo como una de las expresiones anuales más positivas de nuestra acción caritativa y evangelizadora.
Apenas comenzado el itinerario cuaresmal se nos acerca el rostro vivo de Cristo, a través de los hermanos enfermos. Son muchos y no tenemos que buscarles lejos. Viven entre nosotros en hospitales, residencias, en nuestras casas.
Cada uno de ellos está esperándonos. Acercarnos a ellos es como visitar a sagrarios vivientes que nos llenan de luz y esperanza. Nos llenan de su sincero agradecimiento y nos enriquecen con su amor. Dan mucho más de lo que nosotros podamos llevarles.

1. Id y curad
Junto al mandato de Cristo de predicar y bautizar, está también el de «CURAR». Vemos en los Evangelios que las primeras jornadas de Jesús discurrían durante su vida pública entre la oración y alabanza a Dios Padre, el anuncio del Reino y la atención a los que sufren. Dejaba todo por curar a la persona. En su primer envío a los Doce no sólo les encomendaba proclamar la Buena Nueva, sino también curar a los enfermos.
Cristo curaba, desde un profundo amor, a quien se lo pedía o le buscaba con fe. Sabemos que, gracias a su muerte y resurrección, la última palabra en nuestras vidas no la tiene ni el dolor, ni la enfermedad, ni la muerte, sino su vida eterna.
Esto nos llena de esperanza, como nos recuerda Benedicto XVI en su reciente Carta Apostólica sobre la esperanza cristiana.
El discípulo de Jesús conoce la estrecha relación que guarda evangelización y pastoral de la salud. Una pastoral organizada no puede dejar de contemplar, como exigencia primordial, la atención a los que sufren, a los enfermos.

2. Acompañar e iluminar al enfermo
La presencia y el contacto con la persona enferma, poder estrechar su mano, preguntarle cómo se encuentra, compartir junto a ella sus preocupaciones y sentimientos, dejarle una palabra de aliento, nunca podrá valorarse suficientemente.
Estamos en una pastoral que es puro dar y servir. No busca en el enfermo más que la oportunidad de acompañarle y animarle en su situación concreta y, junto a él, a sus familiares y próximos. Es acompañar y ayudar, desde el respeto y en un clima de paz, a vivir con sentido cristiano cada uno de los pasos y etapas de la enfermedad, en sus diversas dimensiones y necesidades.
La enfermedad siempre es una situación especial que es preciso iluminar y ver, por el cristiano, a la luz de la Cruz de Cristo. Debemos procurar infundir ánimo en el enfermo para que asuma libremente y sin amargura su existencia finita y limitada, procurando combatir y aliviar su dolor.
No olvidemos nunca que nos movemos en un misterio que sólo puede ser iluminado desde algo tan elemental para el cristiano como que Dios nos ha creado por amor, que Dios nos salva y libera del mal. Son muchas las personas que maduran en el dolor y la enfermedad, y se encuentran consigo mismas y con Dios en esta situación. Desde que fue asumido por Cristo, el dolor tiene una eficacia redentora incalculable. Cuando nosotros sufrimos, Cristo sufre con nosotros.

3. Una pastoral organizada
La pastoral de la salud exige una organización a todos los niveles eclesiales y hemos de reconocer y alabar el esfuerzo e interés de nuestra Delegación diocesana en sus tareas de coordinación y sensibilización en este campo a través del territorio diocesano. Son muchos los cristianos implicados, gracias a Dios.
En su carta de presentación de esta campaña, el Delegado, D. Manuel Galiano, se refiere y nos anima a un mayor esfuerzo en dos aspectos de mucho interés: en la formación de agentes de pastoral de la salud como animadores en comunidades parroquiales y en favor de la creación de nuevos grupos en parroquias, que se interesen por temas formativos en el campo de esta pastoral.
Debo confesar que, desde mi experiencia, por lo que he podido comprobar en la visita pastoral a tres arciprestazgos de la diócesis, se cuida y atiende con especial dedicación a las personas enfermas y mayores, tanto en sus casas, como en residencias y hospitales.
Desde los sacerdotes, capellanes y personas consagradas, hasta los profesionales de la medicina y otros empleados, son muchos los que son verdaderos instrumentos de misericordia y consuelo del Señor para estos hermanos, y todo un testimonio de fe para ellos.
Animamos y apoyamos a nuestra Delegación diocesana para que, con renovada ilusión, continúe coordinando y estimulando tantos esfuerzos en favor de esta pastoral. Gracias.

4. Ante la pérdida de un ser querido
La campaña de este año se fija en este aspecto concreto sobre la cercanía y atención al enfermo antes de que fallezca, sobre su despedida como miembro de la comunidad cristiana y el acompañamiento a sus familiares.
Las Orientaciones de la Comisión Episcopal de Pastoral, departamento de pastoral de la salud, que acompaña el Delegado, señalan los objetivos y destinatarios de esta campaña sobre los aspectos señalados. Podrían considerarse como un completo programa de reflexión y profundización de la comunidad diocesana sobre estos servicios pastorales, siempre de tanta actualidad.
Se trata de una pastoral siempre pendiente y necesitada de nuevos esfuerzos y reflexión por parte de todos, pues implica a todo el Pueblo de Dios y, por otra parte, sufre de constantes cambios, tanto en el entorno social como familiar.
Importa, sobre todo, como escribe Su Santidad Benedicto XVI en Deus caritas est, una adecuada «formación del corazón» para acercarnos a estos hermanos y hacerlo siempre desde el amor cristiano.
También nuestro Plan de Pastoral Diocesano, para este curso, hunde sus raíces muy directamente en este campo cuando nos invita a la «formación y oración para los agentes de la caridad» (n. 12), como son cuantas personas se encuentran comprometidas en el servicio a esta pastoral de la salud.

5. Sensibilidad cristiana
Es misión de toda la comunidad diocesana, no sólo de nuestra Delegación, procurar la cercanía generosa en favor de estos hermanos predilectos. Hoy son ellos, otro día podemos ser nosotros los necesitados de este amor. Todos somos necesarios, no sólo los sacerdotes, capellanes y personas consagradas. Es tarea de todos los bautizados, porque a todos nos apremia la caridad para hacer presente en estos hermanos la Misericordia divina, su Palabra, el perdón sacramental, el alimento eucarístico, la unción santa. Necesitan de nuestro apoyo quienes les cuidan y no menos quienes sufren la ausencia y separación de seres queridos.
Amigos y hermanos sacerdotes, que Dios bendiga tantos esfuerzos y dedicación de vuestro tiempo en favor de esta pastoral. Gracias también, en nombre del Señor, a cuantas personas atienden y se acercan como nuevos samaritanos a los enfermos y necesitados de ayuda.
Ánimo, porque todos escucharán un día de labios del Señor: «¡Bienaventurado, porque estuve enfermo y me visitaste, me atendiste, me cuidaste!»
Que desde el Sagrario de sus parroquias, hospitales y residencias, el Señor llene de luz y bendiciones a todos los enfermos, ancianos, familiares y profesionales que les atienden. Así se lo p
edimos por intercesión de Nuestra Señora de Lourdes, nuestra Madre.
Con mi saludo y oración ante el Señor.

+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén

Jaén, 28 de enero de 2008

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