Homilía en la Misa de acción de gracias por Su Santidad Benedicto XVI

Homilía de Mons. Ramón del Hoyo, Obispo de Jaén, en la Misa de acción de gracias por Su Santidad Benedicto XVI.

Jaén, S.I. Catedral

28 de febrero de 2012

Saludos…

1. «Serviré a la Iglesia con una vida dedicada a la oración». Eran las últimas palabras de un breve comunicado histórico, en lengua latina, con el que Su Santidad Benedicto XVI renunciaba a su ministerio como Obispo de Roma y sucesor de la Cátedra de Pedro a partir de esta fecha y desde esta misma hora en que nos encontramos.

Eran las 11:35 del pasado día 11 de febrero, Fiesta de la Virgen de Lourdes. Acababa de clausurar, como saben, el Consistorio en que se fijaba la fecha de varias canonizaciones. Anunciaba de forma inesperada que, a partir de esa fecha, la Sede de Pedro «quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».

Desde aquel momento los cristianos católicos hemos orado de forma muy especial ante el Señor por la Iglesia, con la certeza del cumplimiento de las palabras de Jesucristo: «Yo estoy siempre con vosotros hasta el final de los tiempos».

2. Durante estos días han brotado de nuestro interior muchos sentimientos. De sorpresa y cierto estupor en un primer momento, de gratitud, sobre todo, por sus casi ocho años de pontificado con un dinamismo no exento de graves dificultades, afrontadas con firmeza ejemplar.

Su evidente serenidad ante su renuncia pensada y callada, propia de un hombre de Dios que acepta sus limitaciones físicas, aunque su espíritu vuele muy alto. Sabe que la Iglesia es de Cristo y no de Pedro.

Mensaje de fe y esperanza bien fundadas que nos enseña con su gesto sin apenas palabras. Una gran lección de cómo y hasta dónde ama a la Iglesia fundado en una fe firme en Jesucristo. Es Dios, nos está diciendo, quien controla la historia y guía a su Iglesia. Ha sido coherente ante su estado personal de debilidad para asumir los servicios que hoy exige llevar el timón de la Nave de Pedro.

Días antes de su renuncia, el 8 de febrero, había dicho a los seminaristas de Roma que «en el siglo XXI la Iglesia tendría que vivir hasta el final el componente martirial de la fe, que podrá tomar formas diferentes. La Iglesia siempre se renueva, sin embargo, y renace siempre. Es de Cristo y a Él corresponde proveer». Habla del futuro y a los futuros sacerdotes. Cuando esta Iglesia se prepara al reconocimiento de siete nuevos mártires, encabezados por el Obispo Mons. Manuel Basulto Jiménez, deberíamos tomar buena nota de estas palabras proféticas de Benedicto XVI. Aunque, a pesar de sus fragilidades, dijo en otra ocasión: «La Iglesia se manifiesta como una maravillosa creación de amor, hecha para que Cristo esté cerca de todos los hombres que quieran de verdad encontrarse con El hasta el final de los tiempos».

3. En estos momentos reconocemos y agradecemos la fecunda sementera de su Magisterio, difícilmente superable, desde aquel no lejano 19 de abril de 2005 en que aceptó pastorear, como Vicario de Jesucristo a la Iglesia, desde la Sede de Pedro.

Sorprende su dinamismo, a pesar de su edad, no solo por sus 24 viajes internacionales, tres de ellos a España, sino también por sus actividades diarias que nos dejaban sorprendidos a muchos, hasta que hemos podido observar su debilitamiento progresivo.

Sus grandes Encíclicas sobre las virtudes teologales (Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritati) que ha culminado con la convocatoria de este Año de la Fe, serán seguramente durante muchos años, documentos magisteriales de referencia.

Otro tanto tenemos que decir de sus profundas y claras enseñanzas sobre las relaciones entre fe y razón, la defensa de la verdad del hombre, su impulso del diálogo ecuménico e interreligioso, así como otros muchos campos de su fecundo ministerio, no exento de su largo Vía Crucis.

Muchos podemos dar fe de su presencia en las Jornadas Mundiales de la Juventud, sobre todo de la última celebrada en Madrid. Los millones de chicos y chicas que acuden a estas convocatorias buscan algo nuevo, participar en encuentros con Dios sobre todo en la Eucaristía. Solo Dios sabe los frutos tan abundantes que han enriquecido a la Iglesia a través de estos encuentros.

Gracias por todo Santo Padre. Gracias por el reconocimiento de las virtudes del nuevo Beato de esta Iglesia: Manuel Lozano Garrido. De los mártires de la Orden de la Santísima Trinidad en nuestro suelo. De los siete mártires que serán beatificados el próximo 27 de octubre en Tarragona. Por la declaración como Doctor de la Iglesia Universal a San Juan de Ávila, el Año Jubilar en honor de nuestra Patrona Santísima Virgen de la Cabeza y la entrega de la Rosa de Oro. Concesión del título de Basílicas menores a las Iglesias de San Ildefonso de Jaén y Santuario de la Virgen de la Cabeza. Gracias porque siempre has sido un estímulo para todos para vivir nuestra fe, esperanza y caridad, en la apostolicidad y universalidad de la Iglesia.

4. Pensemos brevemente, como hemos escuchado de San Pablo, en su Carta a los Efesios (Ef 4, 11-16) que, «para el perfeccionamiento de sus fieles, en función de su ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo», su Iglesia, del grupo de los doce, Jesús eligió a uno, Pedro, como Roca, fundamento y principio de unidad.

Le concedió el carisma de atar y desatar, es decir, de interpretar auténticamente el Evangelio de Jesucristo y confirmar a sus hermanos en la fe. Fue junto al lago de Galilea. Allí recibió Pedro la plenitud de su autoridad en el orden magisterial, santificador y de gobierno de la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios.

El oficio que Cristo entregó a Pedro, por voluntad del mismo Señor, subsiste en sus sucesores, los Obispos en la Sede de Roma. A través de una cadena ininterrumpida el Papa es, como Pedro, Vicario de Jesucristo. Pastor de toda su grey y cabeza visible de la Iglesia.

Esta es la razón y fundamento de la unión, veneración y amor que los católicos profesamos siempre al Papa, y por lo que acogemos con docilidad sus enseñanzas.

Al cesar, en este momento, el Pontífice Benedicto XVI, que, por encargo de Jesucristo y bajo la acción del Espíritu Santo, ha presidido a su Iglesia desde la caridad y nos ha pastoreado en nombre del Buen Pastor durante los siete últimos años, rezaremos ante Dios por él, con sentido de agradecimiento, y por su futuro. Nunca le vamos a olvidar. Agradecemos de corazón y desde la fe, Santidad, Su entrega ejemplar a favor de la Iglesia, Su sueño por una Nueva Evangelización, que ha puesto en nuestras manos y que lo retomamos con nuevo ardor y fuerza. Sabemos que «oculto para el mundo», seguirá rezando por todos. Gracias.

Decía esta tarde en Castelgandolfo: «Ya no soy más el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica… soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje en esta tierra».

5. Ante esta realidad, que asumimos desde la fe y confianza en el Señor, oramos con Jesucristo ante Dios nuestro Padre, con sus mismas palabras: «Padre santo: guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno como nosotros… No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti… de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mi».

Durante la Sede Vacante el gobierno de la Iglesia se encomienda al Colegio de los Cardenales por cuanto se refiere a los asuntos ordinarios e improrrogables, sobre todo, para preparar lo necesario en orden a la elección del nuevo Papa. Lloverán durante estos días críticas, calumnias y elucubraciones sobre candidaturas en quienes no conocen a la Iglesia de Jesucristo. Los verdaderos fieles oran y esperan con confianza en Dios. Estamos seguros que será el que desi
gne la providencia de Dios y para ello nuestra respuesta es orar sin desfallecer al Espíritu Santo para que ilumine y asista al Colegio Cardenalicio en esta hora.

Puedo decirles que el único comunicado que hemos recibido los Obispos de toda la Iglesia durante estos últimos días procede del Cardenal Secretario de Estado, en el que nos pide hagamos llegar a los Monasterios de Clausura el siguiente mensaje: «Su Santidad Benedicto XVI está seguro de obtener de vosotros, de vuestros monasterios, femeninos y masculinos, distribuidos por todo el mundo, la valiosa aportación de esa fe orante que desde siempre acompaña y sostiene el camino de la Iglesia. El próximo Cónclave se apoyará de modo especial en la límpida pureza de nuestra oración y alabanza».

Así lo pedimos ya en esta Celebración y en los días siguientes, hasta la elección de un nuevo Pontífice, por la intercesión especial de la Santísima Virgen, Reina de los Apóstoles y de la Iglesia. Que así sea.

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