Mensaje cuaresmal a las Cofradías y Hermandades de Pasión en el Año de la fe.
Queridos hermanos cofrades:
Al acercarnos a los días santos de la Pascua del Señor y a su preparación litúrgica desde el próximo miércoles de ceniza, día 13 de febrero, deseo animarles, como fieles asociados en las numerosas Cofradías y grupos de pasión a intensificar nuestros compromisos cristianos como hermanos.
1. En la Carta Pastoral que les dirigí al principio del presente curso, les animaba a celebrar con renovada ilusión, unidos a toda la Iglesia, el Año de la Fe.
Les decía que este itinerario es único en cada persona. Cada uno tenemos nuestra historia personal, con sus tiempos y circunstancias, y nunca hacemos este camino en solitario. Dios mismo sale una y otra vez a nuestro encuentro. Si le abrimos el corazón él nos ayuda y acompaña, si le cerramos la puerta, él espera. Sería de necios pretender hacer este camino de creyentes nosotros solos, en cambio, es de sabios cogernos de la mano con quienes compartimos las mismas inquietudes de creyentes, como hermanos. Así se llega siempre mucho más lejos, como aquellos discípulos de Emaús que el día de la Resurrección al encuentro con Jesús y escucharle, recobraron su alegría y esperanza (cf. Lc 24,32).
El Año de la Fe dio comienzo el pasado día 11 de octubre y se extenderá hasta la festividad de Cristo Rey, 24 de noviembre de 2013. Esta Cuaresma y Semana Santa serán una ocasión propicia, una verdadera gracia de Dios, para su encuentro personal con Jesucristo y para afianzar sus compromisos de cofrades creyentes, testigos del Evangelio.
2. En la preciosa carta Apostólica de Su Santidad, Benedicto XVI, por la que convocaba este Año de la Fe bajo el título Porta Fidei, nos señalaba el objetivo fundamental de su propuesta en estas sencillas palabras que hacemos nuestras: «Ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa» (n.8).
la puerta de la fe, que nos introduce en la vida de comunión con Dios y nos permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para todos. «Empieza en el Bautismo (cf. Rm 6,4)… y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna» (n.1).
Creer, les decía en mi anterior carta pastoral, implica confianza y osadía de ver, en lo que no se ve, algo auténticamente real. La fe exige una decisión de nuestra existencia, un cambio continuado en nuestro ser personal, al que sólo se llega por una decisión firme de cada persona.
La fe del cristiano no es fruto, sin embargo, de nuestro pensamiento. Nos viene de afuera. Es revelación que supera al abismo que yace entre lo eterno y lo temporal, entre lo visible e invisible. El que nadie vio entra en contacto conmigo (cf. 1Jn 1, 1-13). Esta fe incluye no sólo creer en Jesucristo, sino identificarnos también con él y su mensaje, amarle, fiarnos de él y seguirle.
Como enseña el Concilio Vaticano II. «por la fe, el hombre se entrega y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y de su voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela» (Dei Verbum, n.5)
Escribe en el mismo sentido San Agustín: «Y ¿qué es creer en El?: Amarle, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros… no se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina» (Comentario al Evangelio de San Juan, 29,6).
3. Hoy nuestra sociedad se encuentra muy necesitada de testigos creyentes que aman de corazón. Son faros de luz y esperanza en un mundo triste y egoísta.
Cuando Dios falta el mundo camina como entre tinieblas. Todo parece sin sentido. Cuando más nos vaciamos de Dios más necesidad tenemos de buscar dioses falsos en el consumismo desenfrenado.
La fe en el cristiano no es una teoría. Esa misma fe, que nos permite reconocer a Cristo, el Hijo de Dios, que hasta llegó a entregar su vida en una cruz por amor a la humanidad, es la que abre nuestro interior hacia horizontes nuevos de generosidad como nuestro Maestro. El amor es la respuesta a su fe en el creyente. Van tan unidos como causa y efecto, se reclaman mutuamente.
La fe se manifiesta en la caridad y la caridad sin la fe, sería filantropía, no verdadero amor cristiano.
Escribe el Papa en su Carta apostólica citada Porta fidei: «La fe sin la caridad no da fruto… La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permita a la otra seguir su camino… el Año de la Fe… será una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad» (n.14).
4. Fe y amor. Conversión y caridad. Credo y adoración, Ayuno y penitencia. Son caminos de luz que nos acercan durante este tiempo a Aquel que nos ama sin medida: Jesucristo.
El miércoles de ceniza es la puerta litúrgica que nos conduce a la solemne noche de pascua, el sábado santo. Todo en nosotros, como hermanos creyentes, es obra de la gracia divina. No dejemos pasar inútilmente este tiempo de gracia. Escuchemos a Cristo en la mesa de la Palabra, del Perdón y de la Eucaristía, socorramos al hermano que sufre y, junto la pila bautismal, recitemos el símbolo de nuestra fe: el Credo.
Virgen de los Dolores, acompaña nuestros pasos como lo hiciste con tu Hijo.
Con mi bendición,
Cuaresma de 2013
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén