La celebración de la Eucaristía fue, junto con la ponencia del Director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, D. Juan Luis Martín Barrios “El catequista: discípulo y misionero”, uno de los momentos culmen del Encuentro diocesano de Catequistas que acogió el Seminario el pasado sábado.
Casi una treintena de sacerdotes diocesanos, acompañaron al Obispo de Jaén en la celebración de la Santa Misa, que contó con el coro de un grupo de jóvenes Kairós de Alcalá la Real y con la participación de los seminaristas.
Tras la lectura del Evangelio, correspondiente al domingo de la quinta semana de Cuaresma, «La resurrección de Lázaro», el Prelado jiennense quiso reflexionar sobre la importancia que tiene la labor de los catequistas en la vida de la fe de los cristianos, y su tarea de evangelización continua.
Homilía
Durante la homilía, Don Amadeo quiso recalcar que «los catequistas somos los llamados por el Señor, los enviados por el Señor a la transmisión de la fe en nuestra Diócesis de Jaén». Y continuó, «de aquí tenéis que salir con el compromiso de continuar, después de habernos reencontrado con el Señor, siendo testigos de Jesús y compartir la fe».
En referencia al Evangelio, que minutos antes había sido proclamado por el Delegado Episcopal de Catequesis, D. José Antonio Sánchez Ortiz, el Obispo diocesano reflexionó: «Llama la atención el retraso de Jesús, (para acudir a visitar a su amigo Lázaro) que para nosotros es muchas veces ese supuesto retraso de Dios que parece que no atiende o que no hace caso a nuestras peticiones, y al que tantas veces le decimos, ¿Señor, por qué?, ¿Señor dónde estabas?. Pero al final se produce un diálogo de fe en primer lugar se descubre la persona de Jesús, el misterio de Jesús, que Él es el Hijo de Dios. Y en este caso también se llega a descubrir que Jesús es la Resurrección y la vida. En definitiva, es un retraso para que veamos que Dios siempre está y acompaña nuestra vida, todas nuestras situaciones de muerte: física, personal o colectiva, pero también la muerte espiritual, en todas está y en todas nos está ofreciendo la vida. Porque nuestro Dios es el Dios de la Vida». Para continuar diciendo, «Hoy se nos pide que todos confesemos que creemos en la resurrección de los muertos».
El Obispo dijo a los catequistas que el Evangelio proclamado «es una hermosa catequesis» que tiene que tener la misma conclusión que todas las catequesis «ese acompañamiento que hacemos a los niños, jóvenes, adultos, lo que nosotros ponemos en el corazón y en la vida de estas personas tiene que servir para la vida, para su vida cristiana. Se tiene que convertir en confesión de fe. Hay que sembrar el nombre del Señor». En este sentido, hay que tener la confianza que «más tarde o más temprano se comprobará la Gloria de Dios». Y les ofreció un mensaje «No perdamos nunca la confianza en esa Gloria de Dios».
Dirigiéndose de una manera especial a los congregados, Monseñor Rodríguez Magro les dijo «Los catequistas tenemos que identificarnos con Cristo como discípulos permanentes de Jesucristo. Discípulo es el que se identifica completamente con Él. No se puede ser verdadero discípulo sin ser misionero, ni ser verdadero misionero sin no arde en el corazón el amor profundo por el Maestro. Por eso el lema de este encuentro».
Ya en las ofrendas, llevaron hasta el altar, junto con el Pan y el Vino, un cayado y una alforja vacía, simbolizando ese espíritu del catequista «discípulo y misionero».
La Eucaristía concluyó con un canto a la Virgen María.