El martirio, un don de Dios y testimonio de fe

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

 Con motivo del Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI, los Obispos de la Iglesia Española nos han querido mostrar, para concluir dicho año, a testigos y ejemplos  de fe, hermanos y hermanas que puedan iluminarnos con su ejemplo e interceder por nosotros ante el Padre. Por ello se prepara una Beatificación del Mártires del S. XX en España: Un grupo de Siervos de Dios que dieron su vida en la persecución religiosa en el pasado siglo. Ofrecemos una reflexión sobre este tema de D. Antonio Aranda Calvo, presidente de la comisión diocesana de la causa de los santos.

 

INTRODUCCIÓN

El Martirio siempre ha sido considerado como el Testimonio de Fe y Amor más grande y más valorado por la Iglesia… “Nadie tiene más amor que quien da la vida por la persona amada”. Cristo bien que nos dio ejemplo de ello… Es la razón por la que vamos a hablar del martirio dentro del Año de la Fe y en el 425 Aniversario de la Fundación de la Cofradía “425 Años creciendo en la Fe. Avanzamos en el Año de la Fe y debemos ir creciendo en ella como respuesta al Amor de Dios; fe que ha de estar íntimamente unida a nuestro amor a Dios y al prójimo… estas reflexiones pueden ayudarnos a profundizar y valorar nuestra vida cristiana.

7 Siervos de Dios, Testigos de Fe en nuestra Diócesis, habían seguido el proceso canónico necesario para ser beatificados. Ellos serán proclamados Beatos el 13 de octubre de 2013 en Tarragona. Se trata de su reconocimiento por parte de la Iglesia, es decir, que murieron violentamente  por la fe, por fidelidad al Señor y perdonando a quienes le sacrificaban; así, la Iglesia, oficialmente, los proclamará intercesores nuestros en el cielo.

En un primer momento  trataremos del Martirio como Don de Dios, Testimonio de Fe… plenitud de los compromisos bautismales, fruto de la fuerza del Espíritu que se nos dio en la Confirmación y ofrenda eucarística, cuerpo (sacrificado) y sangre (derramada) confesando a Cristo para gloria del Padre. “Por Cristo con Él y en Él a Ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos” decimos en el verdadero ofertorio de la Misa.

Como segunda parte, os propondremos el ejemplo concreto de los siete mártires de nuestra diócesis que serán beatificados en la fecha señalada. Ellos, cercanos a nosotros, pueden ser, más vivamente aún, ejemplo e intercesores para nuestras vidas y para nuestra iglesia diocesana: El Obispo, el Vicario General y Deán de nuestra Catedral, dos sacerdotes Arciprestes y Párrocos de Orcera y Mancha Real, dos jóvenes, uno Seminarista y otro de Acción Católica y Adoración Nocturna, y una Religiosa.

Desde el primer momento hemos de situarnos en una actitud abierta para recibir de Dios, a través de estas charlas, las gracias que necesitamos en este momento de nuestra vida:

-Por una parte, nuestra vida cristiana es camino de conversión y renovación, reavivar en nosotros los Sacramentos de la Iniciación Cristiana: nuestro Bautismo nos llama a la entrega total a Cristo y al servicio de nuestros hermanos… la entrega plena es precisamente “el martirio”. La Confirmación nos hace dar testimonio de Cristo con la madurez de la fe y hasta el final, hasta la entrega cruenta de la propia vida. En la Eucaristía podemos unir nuestro cuerpo y sangre al Cuerpo y Sangre de Cristo que se entrega por nosotros, los mártires ya lo han hecho en totalidad…

-Por otra parte, somos hijos de una Iglesia martirial, como no puede ser de otra manera, pues nuestra Cabeza, Cristo, derramó su Sangre por nosotros; la Historia de la Santa Iglesia confirma esa dimensión y nuestra diócesis de Jaén no desdice en absoluto esa condición martirial: ella nace con la sangre de los mártires, comenzando por San Eufrasio, su primer Obispo; seguirá siendo regada hasta nuestros días por Bonoso y Maximiano (Arjona), San Amador (Martos), San Pedro Pascual( Jaén y Baeza), Beato Marcos Criado(Trinitario. Andujar), San Pedro Poveda (Linares. Jaén. Institución Teresiana) los Beatos Trinitarios (Andujar, Villanueva del Arzobispo y Martos) ya beatificados en 2007 así como el dominico P. José Mª. López Carrillo, natural de Alcalá la Real… y tantos otros desconocidos, pero bien presentes en el cortejo del Cordero Inmaculado, en cuya sangre lavaron sus propias ropas. 

Ya veis la riqueza que la realidad del Martirio nos puede traer para este año de la Fe.

 1.- EL MARTIRIO

Al convocar el Papa Benedicto XVI el Año de la Fe, expuso el motivo del mismo en su Carta Apostólica Porta Fidei y, a propósito de los ejemplos de fe, en el nº 13 dice:

“Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores” (P. F. 13).

Por su parte la Conferencia Episcopal Española, en el Plan de Pastoral para los próximos años, aprobado en abril de 2012 dice, siguiendo la palabras del Pontífice: La Iglesia que peregrina en España ha sido agraciada con un gran número de estos testigos privilegiados del Señor que son grandes intercesores y un estímulo muy valioso para una profesión de la fe íntegra y valiosa…”

El don y el testimonio es lo que se resalta en estas breves líneas. Es lo que quisiera quedara en nuestra mente y en nuestro corazón… por ser don, regalo, predilección, signo de un inmenso amor de Dios hacia nosotros, hemos de darle gracias porque el Señor siempre está grande con nosotros, con su Iglesia… por ser testimonio, ejemplo, modelo para vivir nuestra fe hemos de conocer e imitar los testimonios concretos de nuestros mártires. Pidamos la intercesión de ellos para vivir, defender y crecer en la fe, por la que ellos mismos, hermanas y hermanos nuestros, derramaron su sangre.

Ya en el Antiguo Testamento se nos habla de fieles dispuestos a darlo todo por su dios, gracias a una fuerza especial de él.

 -Nuestro padre Abrahán, sacrificando a su hijo Isaac, anuncio y sombra de Cristo. José maltratado por fidelidad a su Dios. Moisés que renuncia a los halagos de una vida palaciega por seguir la llamada de Dios: “Por fe, Moisés, ya crecido, renunció a hijo de una hija del faraón, y prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios al disfrute efímero del pecado, estimando que la afrenta de Cristo valía más que los tesoros de Egipto y atendiendo a la recompensa” Hbr.11, 24-26. Ahí están los Profetas, cuya autenticidad se muestra en las penalidades que debían sufrir por la Palabra… ahí tenemos a Jeremías quien expresa vivamente cómo su vivir es un verdadero martirio … Pero hay un testimonio muy fuerte y dramático, bien conocido, cual es el de Los Macabeos en el libro II cap. 7º: los siete hermanos murieron por Dios, y la madre no sólo presenció sus muertes, sino que los animaba valientemente a soportar el martirio. Así le hablaba al pequeño: “Hijo mío ten piedad de mi, que te llevé nueve meses en mi seno… Hijo mío, te lo suplico, mira al cielo y a la tierra, fíjate en lo que contiene y verás que Dios lo creó todo de la nada… No temas de tus verdugos, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. así por la misericordia de Dios, te recobraré junto a ellos”

Y estas eran las expresiones de los jóvenes:

“Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley”

-“Vale la pena morir en manos de hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”

-“¿Qué esperáis? Yo, lo mismo que mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por la Ley

En el Nuevo Testamento está ante todo la enseñanza y el ejemplo de Jesús

·        El Precursor, Juan Batista, preparando los caminos del Señor fue martirizado por denunciar el pecado y proclamar la verdad en fidelidad a su Dios y a la misión de Profeta: él iba preparando la llegada de Jesús con su palabra, con el bautismo en el Jordán y con el ejemplo de su vida, consumada en el propio martirio… (Mat. 14, 3) [2]

  • Y Nuestro Señor Jesucristo es quien encarne plenamente  en Sí la realidad martirial, que su Iglesia heredará como don precioso. La vida de Jesús está orientada al martirio y su muerte es un verdadero martirio. Él, que “vino a los suyos y los suyos no le recibieron” Jn. 1, contra quien se conspira  “pues si este hombre sigue predicando todos creerán en él”  y así después de la Resurrección de Lázaro, “los grandes jefes, sentenciaron definitivamente su muerte…” Jn. 11, 43. Él mismo que dijo: “Cuando el Hijo del hombre sea levantado…” Jn. 8, 27. Él, quien da la vida por las ovejas y quien nos enseñó que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere…” Jn. 10, 5, 15, 17. Él que anuncia su pasión y muerte por tres veces, Mat. 16,21; 17,22; 20, 17 y quien dijo a cuantos quisieran seguirle que deberían estar dispuestos a beber el cáliz que Él iba a beber… Mt. 20, 23. Y es que Jesús quiso cumplir la voluntad del Padre y su muerte es eso: volver al Padre con el mundo salvado por su sangre, Juan 7, 33 y 8, 21.

 

  •  Los Evangelios nos muestran que la vida y el ministerio de Jesús es un combate contra el mal para rescatar a los hombres, esclavos del pecado y llevarlos hasta el Padre Mt. 4, 10. La muerte es su hora, ella no tiene poder sobre Él, pero se somete para salvar al hombre Mt.4, 10; Jn. 18, 37 y 19, 30. Él nos enseña “que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Juan 15,13, y que “cuando el mundo os odie tened presente que primero me ha odiado a Mi”     Jn. 15, 18 (Ver Jn. 12, 12, 24-25; Lc. 9, 3; 14, 26.  Mt. 10,16, 24 y 28; 10, 39; 24, 9. La muerte de Cristo es martirio porque es testimonio de Amor fiel al Padre, y testimonio de amor hacia nosotros por quienes ofrece su vida para destruir el pecado y abrirnos el camino de la reconciliación y de la esperanza. Con su muerte rescata y afirma el poder de la libertad del justo, la obediencia del Hijo sobre todo poder terreno y contra toda codicia, instrumentos del Demonio.
  • Jesús vive su muerte, injusta y terrible, en la Última Cena haciéndola ofrenda y alabanza, sacrificio de redención… y en la Oración de Getsemaní “No se haga mi voluntad sino la tuya…” Lc. 22,42. En Hebreos, la muerte de Jesús es el sacrificio definitivo del Hijo obediente, por lo que será resucitado y se convertirá en causa de salvación eterna para todos.
  • La Eucaristía es la celebración de la muerte de Jesús, el ofrecimiento y la entrega de su vida por su obediencia y por su amor. Quienes la celebran y se alimentan de ella se hacen capaces de imitar al Maestro… y la comunidad que lo vive se hace verdaderamente martirial.
  • Los inicios de la Iglesia: los discípulos de Jesús y primeros cristianos. Jesús les instruyó les formó: “lo que a mi me suceda os pasará a vosotros”; “serán perseguido por causa del Maestro, les azorarán y llevarán a los tribunales”; “el discípulo no puede ser más que el Maestro… pero el Padre del Cielo cuidará de todos, pues hasta lo hace de un par de gorriones”. Los textos de despedida, en los capítulos 14-17 de San Juan, nos hablan bien de todo esto; “os lo he dicho por adelantado para que cuando suceda no se turbe vuestro corazón”. Y el anuncio de Jesús se cumplió. Sus discípulos consumaron su testimonio con el martirio; antes que ellos el Diácono San Esteban… La Iglesia se preparó con la oración para el testimonio que Jesús les había anunciado y así también a lo largo de la historia, siempre ha habido mártires. Ver Hch. 5,17; 5, 40-41; 7; 8,1; 21, 15-28.

2.- EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA nos muestra la realidad del martirio, la heroicidad de los mártires, el valor de su testimonio y el lugar de honor que siempre ocuparon en las comunidades cristianas… y todo porque consumaron su unión con Cristo por la fuerza del Espíritu para gloria del Padre. La vida del cristiano continúa la lucha contra el mal en el mundo “todavía no habéis resistido hasta la muerte en vuestra lucha contra el pecado” Hebreos 12, 1-4. Resistir hasta la muerte en esta lucha entra en la vocación del cristiano. La posibilidad del martirio está siempre presente ante nosotros.

–          

 

3.- LA REALIDAD CRISTIANA

La experiencia de la persecución les hace a los primeros cristianos llegar hasta el fondo de las implicaciones y exigencias del Bautismo; en realidad, el bautizado muere con Cristo para resucitar con Él por la fuerza del Espíritu; pasa de la muerte a la Vida para la gloria del Padre. Pablo lo expresa cuando dice: Estoy crucificado con Cristo, vivo yo pero no soy yo es Cristo quien vive en mí. Busca la justificación que viene de Dios y desea hacerse semejante a Jesucristo, no de cualquier modo sino por su “muerte”; sólo el anuncio de la fe para la salvación de sus hermanos le retiene en este mundo (Fil. 1, 20-30) Cuando llegue la hora definitiva, la muerte ya  no será un drama, sino el coronamiento, la manifestación y el cumplimiento de lo que ha vivido durante toda la vida: “Estoy a punto de llegar al final, he mantenido la fe, llego al final de mi carrera, espero entrar en la gloria del Señor” II Tm. 4,6-8.

Y la experiencia de Pablo no es algo excepcional, es mas bien la condición de todo cristiano “los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones” II Tm. 3,13.

Los mártires, en el martirio, viven al máximo su condición de bautizados… la culminación es la misma muerte… llevan a cabo las implicaciones bautismales hasta el fin, y así se convierte en testimonio para los demás, para nosotros.

Pero sabiendo que uno no puede confesar “Jesús es el Señor” si no es por la fuerza del Espíritu, una “confesión” tan plena como la del Martirio, no puede darse sin una gracia especial de Dios, un don de su Espíritu: el don de la fortaleza, de la Piedad y el Temor de Dios.

Por eso nosotros, mirando a nuestros mártires de todos los tiempos y de toda la Iglesia, podemos aprender a vivir día a día, “en el martirio de la vida cotidiana” nuestra condición bautismal. Muerte a cuanto nos aparte de Él y resurrección a la vida en Dios.

 

A punto vienen las palabras de Benedicto XVI en su visita en la Isla Tibertina a la Basílica de San Bartolomé, dedicada a los mártires del S. XX[3]:

El amor santo de Dios  impulsó a Cristo a derramar su sangre por nosotros. En virtud de esa sangre hemos sido salvados. Sostenidos por esa llama de amor, los mártires derramaron su sangre y se purificaron en el Amor de Cristo que a la vez les hizo capaces de sacrificarse  también ellos por el amor. Los testigos de la fe tenemos que vivir este amor “mayor”, dispuestos a sacrificar nuestra vida por el Reino de Dios. De este modo, llegamos a ser amigos de Cristo, configurados con Él, aceptando el sacrificio hasta el extremo, sin  poner límites al don del amor y al servicio de la fe. El testimonio de Cristo hasta el derramamiento de la sangre es la mayor fuerza de la Iglesia. Aparentemente la violencia de los totalitarismos y la brutalidad de las persecuciones pueden parecer victoriosas cuando llegan a apagar la voz de los testigos, pero Jesús resucitado ilumina y fecunda su testimonio para que sea semilla de cristianos y levadura del mundo. En la debilidad del mártir actúa una fuerza que el mundo no conoce, la fuerza de la cruz, la fuerza del amor, victorioso con la fuerza del Espíritu, cuando parece estar derrotado y vencido. “Derribados pero nunca vencidos” (II Cor. 4, 9)  “Cuando soy débil entonces es cuando soy más fuerte” (II Cor. 12, 10). En la debilidad del mártir se manifiesta la fuerza creadora del amor de Dios.

  • Los mártires son nuestros maestros de vida (el valor absoluto de Dios)
  • Su memoria nos recuerda que vivimos en un mundo difícil, donde muchas veces domina el Mal, que los conflictos son posibles y que la primacía del amor del cristiano tiene que llevarnos a dar la cara y no ocultarnos en un disimulo vergonzante.
  • No debemos buscar los conflictos, ni sólo denunciar el pecado; nuestro quehacer es honrar a Dios y amar al prójimo… pero no somos ciegos ni sordos y sabemos cómo la misión de la Iglesia provoca la persecución más o menos larvada. Hemos de estar preparados.
  • Los que viven sin Dios tratan de justificar su posición y quieren convencer, aún a los cristianos, de lo innecesario que es la presencia de Dios en el mundo. El cristiano ha de tomar posición ante la privatización de nuestros ser de cristianos o ante el testimonio respetuosso y comprometido de nuestra fe.
  • Si Tertuliano pudo decir que “El martirio es la mejor medicina contra el peligro de la idolatría” nosotros podemos decir que la condición martirial de la vida cristiana es un antídoto contra la tibieza y la secularización de los cristianos; la condición martirial del cristiano fundamenta la opción de una vida en Dios y con Dios.
  • “Los cristianos españoles somos hijos de nuestros mártires lejanos y cercanos… ¿Qué hubiera sido de nuestra  fe y de la Iglesia en España, sin el muro insalvable de la fortaleza de los mártires? ¿Qué hubiera sido de nuestra propia fe, de nuestra vocación sin el esplendor de su testimonio?
  • En este momento, ellos son nuestros mejores intercesores y nos dan ejemplo para vivir nuestra fe con entusiasmo, con sinceridad y con fuerza, con humildad y coherencia, sin miedos… una fe viva por el amor, la caridad y el servicio a los hermanos… el espíritu de perdón y concordia.

 

4.- EL MARTIRIO EN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA

  • Concilio Vaticano II

En la constitución Lumen Gentium, 42: “Jesús, Hijo de Dios, mostró su amor entregando su vida por nosotros. Por eso nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus hermanos ( 1 Juan  3, 16 y Juan 15,13) Pues bien, algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados y serán llamados siempre, a dar este supremo testimonio de amor delante de todos, especialmente, de los perseguidores. En el martirio el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte para la salvación del mundo, y se configura con Él derramando también su sangre. Por eso la Iglesia estima siempre el martirio como un don eximio y como la suprema prueba de amor. Es un don concedido a pocos, pero todos deben estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo en el camino de la Cruz en medio de las persecuciones, que nunca le faltan a la Iglesia

(50) “La Iglesia siempre ha creído que los Apóstoles y los mártires , que han dado con su sangre el supremo testimonio de fe y de amor, están más íntimamente unidos a nosotros en Cristo (que otros hermanos que viven ya en la Gloria). Por eso, los venera con especial afecto, junto a la bienaventurada Virgen María y los santos ángeles, e implora piadosamente la ayuda de su intercesión”.

El Concilio dice también que la mejor respuesta al fenómeno del secularismo y del ateísmo contemporáneos, además de la propuesta adecuada del Evangelio, es “el testimonio de una fe viva y madura… y numerosos mártires dieron y dan un testimonio preclaro de esta fe. El siglo XX ha sido llamado, con razón, “el Siglo de los mártires”. (G. et S. 2)

  • Catecismo de la Iglesia Católica: números 2473 y 2474

2473.- “El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (S. Ignacio de Antioquia. Rom. 4, 1)

2474.- “Con el más exquisito cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes llegaron hasta el extremo por dar testimonio de su fe. Son las actas de los Mártires, que constituyen los archivos de la verdad escritos con letras de sangre:

No me servirá nada de los atractivos del mundo, ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir (para unirme) a Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a Él a quien busco, a quien murió por nosotros. A Él quiero, a quien resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca… (San Ignacio de A. Rom. 6,1-2)

Te bendigo por haberme juzgado digno, en este día y en esta hora, de ser contado entre el número de tus mártires… Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote Jesucristo, tu Hijo amado. Por Él que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amen (San Policarpo, Mártir 14, 2-3)

  • Santos Padres:

-Es bien conocido cómo San Ignacio de Antioquia, condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma donde recibió la corona del martirio en el año 107 en el reinado del Emperador Trajano. Tal era su deseo de entregarse totalmente a Cristo que veía en la muerte el camino para ello. Así se expresa respecto al martirio inminente:

“Por lo que a mí toca escribo a todas las Iglesias, y a todas les encargo que yo estoy pronto a morir de buena gana por Dios, con tal de que vosotros  no me lo impidáis. Yo os lo suplico: no mostréis conmigo una benevolencia importuna. Permitidme ser pasto de las fieras, por las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo”

 

-San Justino, filósofo y mártir cristiano que se negó a ofrecer sacrificios a los dioses, en la persecución de Marco Aurelio en el año 165, se expresaba así:

“Es nuestro deseo más ardiente sufrir por amor a nuestro Señor Jesucristo, para ser salvados. Este sufrimiento nos dará la salvación”

 

-La lección de San Cipriano es espléndida cuando, Obispo de Cartago y mártir del siglo tercero en la persecución de Valeriano, nos manifestaba:

“¡Feliz cárcel, dignificada por vuestra paciencia! ¡Feliz cárcel, que traslada al cielo a los hombres de Dios!” Y cuando se decretó la sentencia de muerte por la que iba a dar la vida por el Señor, exclamó: “Gracias sean dadas a Dios” En el Tratado sobre los Apóstatas, refiriéndose a quienes, fieles a su fe, estaban dispuestos a dar la vida por el Señor, el mismo Cipriano escribe: “Ahí está la cándida cohorte de soldados de Cristo, que, dispuestos a sufrir la cárcel y armados para arrostrar la muerte, quebrantaron con su irresistible empuje la violencia arrolladora de los golpes de la persecución. Rechazasteis con firmeza al mundo, ofrecisteis a Dios magnífico espectáculo y a los hermanos disteis ejemplo para seguirlo”. Y otra vez San Cipriano en el mismo Tratado, nos exhorta: “Miramos a los mártires con gozo de nuestros ojos y los besamos y abrazamos con el más santo e insaciable afecto, pues son ilustres por la fama de su nombre y gloriosos por los méritos de su fe y valor”.

-San Fulgencio de Ruspe, hablando sobre San Esteban afirma: “Esteban, para merecer la corona que significa su nombre tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de Dios no cedió ante los judíos que lo atacaban, por la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo lapidaban… oraba para que no fueran castigados”.

 

-San Cornelio alaba la fortaleza del mártir:

“No hay manera de expresar cuan grande ha sido aquí la alegría y el regocijo, al enterarnos de vuestra fortaleza: de cómo has ido tú a la cabeza de tus hermanos, en la confesión del nombre de Cristo” 

-Tertuliano, por su parte, refiriéndose a la cárcel y a los encarcelados para el martirio, les alaba de esta manera: “Hay oscuridad, pero la luz sois vosotros precisamente; hay cepos, más vosotros estáis liberados por Dios; allí se percibe un mal hedor, pero vosotros sois un perfume suave; estáis en espera del juicio, pero seréis vosotros quienes haréis el proceso de vuestros jefes”.

-Escuchemos, por fin, a San Agustín que nos dice: “Por los hechos tan excelsos de los santos mártires, en los que florece la Iglesia por todas partes, comprobamos con nuestros propios ojos cuan verdad sea aquello que hemos cantado: Mucho le place al Señor la muerte de sus fieles, pues nos place a nosotros y aquel en cuyo honor ha sido ofrecida” (Sermón 329); y en otro lugar: “El pueblo cristiano celebra la conmemoración de sus mártires con religiosa solemnidad, para animarse a su imitación, participar de sus méritos y ayudarse con sus oraciones…” (Tratado contra Fausto, 20,21). Y en el Sermón de la fiesta de San Fructuoso: “Bienaventurados los santos en cuya memoria celebramos el día de su martirio: ellos recibieron la coraza eterna y la inmortalidad sin fin, a cambio de la vida corporal. Y a nosotros nos dejaron su exhortación. Cuando oímos cómo padecieron los mártires nos alegramos y glorificamos en ellos a Dios”  Para el Santo de Nipona, la grandeza de los mártires está en su maravillosa unión con Cristo: “¿Cómo podrían haber triunfado los mártires si en ellos no hubiera vencido aquél que afirmó: Tened valor, yo he vencido al mundo? El que reina en el cielo regía la lengua y la mente de sus mártires, y por medio de ellos, en la tierra vencía al diablo y, en el cielo, coronaba a sus mártires. ¡Dichosos los que así bebieron este cáliz! Se acabaron los honores y recibieron el honor”

LOS PAPAS PABLO VI, el BEATO JUAN PABLO II y BENEDICTO XVI

En 1964 Pablo VI decía al canonizar a San Carlos Luanga y Compañeros mártires:

“Los mártires africanos vienen a añadir a este catálogo de vencedores, que es el martirologio, una página trágica y magnífica, verdaderamente digna de sumarse a aquellas de la antigua África. Estos mártires africanos abren una nueva época… La África, bañada por la sangre de estos mártires resurge libre y dueña de sí misma. La tragedia que los devoró fue tan inaudita y expresiva que ofrece elementos representativos suficientes para la formación moral de un pueblo nuevo, para la fundación de una nueva tradición espiritual, para simbolizar y promover el paso desde una civilización primitiva hacia expresiones superiores del espíritu y a las formas superiores de la vida social”

Y el Beato Juan Pablo II en su intenso pontificado valoró el testimonio de los mártires; canonizó o beatificó a muchos y en sus homilías y discursos nos mostró cómo un heroísmo tal ha de venir de la fuerza de Dios, la gracia del Espíritu y el amor a Jesucristo, Rey y Señor de los mártires.

Así el la beatificación de tres Carmelitas Descalzas de Guadalajara, 29-III-1987- decía: “Humildes y gozosos testigos de la fuerza del amor de Cristo, las tres beatas carmelitas descalzas mártires son para toda la Iglesia ejemplo de fidelidad heroica que brota de la atención amorosa a cumplir en todo la voluntad del Padre, con caridad y coherencia evangélica”

El 10 de octubre de 1993, en la beatificación de varios mártires andaluces, el sacerdote Pedro Poveda, la maestra Victoria Diez, los obispos Diego Ventaja y Manuel Medina más siete hermanos de la Doctrina Cristiana, el la homilía decía: “Todo lo puedo en aquél que me conforta (Flp. 4,13) Hoy la Iglesia pone estas palabras del apóstol Pablo en labios de los mártires que en nuestro tiempo, han dado nuevo testimonio de una fe sorprendente. ¡En Cristo todo lo puedo! Esta es la fuerza del amor, manifestado plenamente en la resurrección… Se trata de mártires, es decir de testigos de verdad y de libertad…Con su sacrificio el mártir grita ante el mundo su elección libre de la verdad de Dios contra toda lisonja o amenaza de quien se opone a Dios”

En el Consistorio del 13 de junio de 1994 decía a los Cardenales: “Como cada siglo la historia de la Iglesia, también la nuestra ha dado numerosos santos y beatos, y especialmente muchos mártires. En el ya citado memorando sobre el tema de la preparación para el gran jubileo, he subrayado la oportunidad de elaborar un martirologio contemporáneo, que tenga en cuenta a todas las iglesias particulares, también en una dimensión y en una perspectiva ecuménica. Hay muchos mártires en las iglesias no católicas: ortodoxos en Oriente y también protestante”

En la Carta Apostólica “Tertio milenio advniente” habla de “aquella siembra de mártires y aquel patrimonio de santidad que caracterizaron a las primeras generaciones cristianas”…En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, “miles ignoti” de la causa de Dios”.

El Papa pedía a las iglesias locales que no pierdan la memoria de los que han sufrido martirio, que se recoja la documentación necesaria pues al reconocer la santidad de estos hijos e hijas se rendirá máximo honor a Dios mismo.

En el mismo año de 1994, el 26 de diciembre, fiesta de San Esteban, Protomártir, a la hora del Ángelus se oía la palabra del Papa: La Iglesia se ha fortalecido constantemente con la contribución de los mártires que, como San Esteban, se han sacrificado por la gran causa de Dios entre los hombres. El pueblo cristiano, por consiguiente, no puede y no quiere olvidar el don que le han hecho estos miembros suyos elegidos: constituyen un patrimonio común de todos los creyentes. El ejemplo de los mártires y de los santos es una invitación a la plena comunión entre todos los discípulos de Cristo”

Benedicto XVI en Porta Fidei, convocando el “Año de la Fe”: Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de sus perseguidores” (P.F. 13)

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