Manuel González, el Santo de los sagrarios abandonados y de los pobres

Carta con ocasión del anuncio de la fecha de canonización del Beato Manuel González.

Queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría acogemos la noticia, dada a conocer esta mañana por el Santo Padre en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, donde ha presidido la Hora de Tercia y el Consistorio Ordinario Público para la Canonización de cinco Beatos, entre los cuales se encuentra el Beato Manuel González García.

La noticia afecta y conmueve gozosamente a nuestra diócesis porque el nuevo santo fue párroco de la Mayor de San Pedro y arcipreste de la ciudad. Vivió aquí, como un onubense más, en la casa número 12 del Paseo de Santa Fe, desde 1905 hasta el 16 de enero de 1916, día de su consagración, en la catedral de Sevilla, como Obispo Auxiliar de Málaga.

Fue ingente su tarea evangelizadora entre nosotros. De ella deseo destacar dos aspectos especialmente necesarios para la Iglesia en el tiempo presente: la dimensión social y la centralidad de la Eucaristía. Sobresalieron en su actividad durante los años de párroco en Huelva y se los propuso también como objetivos de su ministerio episcopal: “Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que lleva al Sagrario y yo sé que andando por ese camino encontraré hambrientos de muchas clases y los hartaré de todo pan, descubriré niños pobres y pobres niños y me sobrará el dinero y los auxilios para levantarles escuelas y refugios para remediarles sus pobrezas, tropezaré con tristes sin consuelo, con ciegos, con sordos, con tullidos y hasta con muertos del alma o del cuerpo y haré descender sobre ellos la alegría de la vida y de la salud”.

Junto con el anuncio de Jesucristo, alegría del mundo y Salvador de los hombres, la dimensión social corresponde al sentido auténtico e integral de la misión evangelizadora. El Papa Francisco dice en la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio: “Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de la dimensión social de la evangelización precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora (n. 176).”

El Beato Manuel, cuando llegó a Huelva, se dio cuenta enseguida de que había un gran número de niños sin escolarizar. La escuela era “una necesidad muy grande y muy triste”. Y dedicó sus primeros esfuerzos a involucrar a todos en la creación de escuelas. Surgió, primero, la del Sagrado Corazón, confiada a la dirección de D. Manuel Siurot, en la antigua iglesia del barrio San Francisco. Gracias a Dios, esta obra que inició el beato sigue hoy viva en el edificio del Seminario, con el Colegio Diocesano, en el que estudian alrededor de mil quinientos niños en la actualidad. Luego acondicionó los locales anejos al Santuario de la Cinta para escolarizar a los chiquillos de los asentamientos de los Chorritos alto y bajo, en las laderas del Conquero. Al mismo tiempo, en el otro extremo de la ciudad, “teniendo en cuenta también el lamentable abandono de esos barrios del campo, ninguna escuela oficial ni particular, los párrocos decidimos dotar a aquella extensa porción de nuestra feligresía rural de Iglesia y escuelas… y alquilamos unos grandes almacenes existentes frente al Matadero, que forman esquina con la calle Polvorín, por bajo de la Huerta de los Perales y a la calle que conduce al sitio del Pozo Dulce”. Estas instalaciones provisionales fueron sustituidas por otras definitivas, origen del actual Colegio de las Teresianas, en la Avenida de Guatemala.

La promoción cultural de la niñez reclamada un suplemento para la integración social y laboral de los jóvenes. En el curso siguiente al de la inauguración de las Escuelas del Sagrado Corazón, es decir en el año 1909, el Beato Manuel tendió puentes entre la enseñanza escolar y el mundo del trabajo. Creó un Patronato de Aprendices, obra que él llamaba “su ojito derecho”, y una granja para los jóvenes que se orientaban al trabajo agrícola y ganadero.

“En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros” (EG 177), afirma el Papa Francisco. Es evidente, a la luz de todas sus iniciativas y del conjunto de su enseñanza, que incluye, de modo especial, del compromiso con los pobres. Así lo practicó ya el Beato Manuel: “Pobrecillos los pobres, ¡despiertan tan poco interés a su paso por el mundo!” Él se hizo presente entre los que habitaban todavía en las cuevas de los cabezos de la Cuesta del Carnicero y del barrio de San Sebastián, con el fin de conocer de cerca sus problemas y sufrimientos, sintonizar con sus angustias y ayudarles haciéndolos protagonistas de su propia liberación.

Tuvo que participar en el horror que produjo el hambre entre miles de onubenses. En el invierno de 1913 se inundaron las marismas del Tinto y del Odiel, desbordados por intensas lluvias. Simultáneamente hubo huelgas en el sector de la minería de Riotinto, a las que se añadió el forzado amarre de la flota pesquera a causa de un conflicto con los pescadores portugueses. La miseria se desbordó en la ciudad: más de diecinueve mil trabajadores dejaron de llevar el jornal a sus casas durante cuatro meses. El Arcipreste lanzó un manifiesto al corazón generoso y caritativo de los onubenses titulado “El hambre en Huelva”, que puede sintetizarse en estas frases textuales: “Ante situación tan precaria que está llevando la desolación a tantos hogares, y sin prejuzgar cuestiones sumamente delicadas y que exigen serenidad y prudencia exquisitas, creo mi deber excitar, aunque creo que no lo necesitan, la caridad y el celo de los reverendos sacerdotes y buenos católicos de Huelva en favor de tanto hogar triste y desvalido”.

El hecho de la canonización pone también de relieve otra dimensión, ésta bien conocida, de la actividad del Beato Manuel. Yo no quiero, decía, “que en mi vida de Obispo, como antes en mi vida de Sacerdote, se acongoje mi alma más que por una sola pena que es la mayor de todas, el abandono del Sagrario, y se regocije más que con una sola alegría, el Sagrario acompañado”. La Eucaristía es fuente y cumbre de la evangelización y de toda la vida de la Iglesia.

Como escribí en la carta de presentación del presente Plan Diocesano de Evangelización, es especialmente importante descubrir el valor de la Eucaristía del domingo y la celebración del Día del Señor, como expresión de nuestra fe en el Resucitado, siempre presente entre nosotros, fuente de nuestra alegría, en torno al experimentamos el gozo de ser hermanos y la pertenencia a una comunidad de fe.

El día 16 de octubre del presente año 2016 será canonizado como obispo de Palencia, fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret. Las dos asociaciones tienen como finalidad específica promover la participación de todos los cristianos en la Eucaristía. La primera de ellas, que está extendida por muchos países de Europa y América, nació en el sagrario de la Parroquia de San Pedro, de Huelva, el 4 de m
arzo de 1910.

La diócesis ha creado una comisión para organizar las diferentes iniciativas que, con motivo de este feliz acontecimiento, serán llevadas a cabo. Os animo a participar en ellas compartiendo la alegría de la Iglesia de Huelva.

Con afecto os bendigo.

✠ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
Huelva, 20 de junio de 2016

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