«Id y haced discípulos míos»

Carta pastoral del Obispo de Huelva, Mons. José Vilaplana, al inicio del curso 2012-2013.

Mis queridos hermanos y hermanas:

El Señor nos concede iniciar un nuevo curso, rico en acontecimientos eclesiales, que nos ayudarán a crecer en nuestra vida cristiana. Es una nueva oportunidad de gracia que no podemos desaprovechar.

Todos estamos preocupados por las dificultades para transmitir la fe en esta sociedad, tan marcada por el olvido de Dios y el relativismo moral. Pero la respuesta a esta situación no puede ser la queja y el desánimo. El creyente sabe que el Señor siempre está presente entre nosotros y su palabra nos envía permanentemente a anunciar su Evangelio.

«Id y haced discípulos míos…», nos dice el Señor. Este envío nos empuja a hablar de Él, a presentar su Evangelio y a invitar a nuestros hermanos -los hombres y las mujeres de nuestro tiempo- a caminar con Él, a seguir sus pasos por el camino de la vida.

Esta propuesta del seguimiento de Jesús, la haremos de forma creíble, si nosotros vivimos como discípulos, con una fe viva y contagiosa, con alegría y entusiasmo. No podemos evangelizar desde la mediocridad y el pesimismo.

Además, la propuesta de la fe en Jesús, nuestro Salvador, requiere nuestra unidad. «Que sean uno, para que el mundo crea», así oraba el Señor al Padre. Y decía también: «en esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros». Una comunidad unida en el amor es una comunidad que evangeliza: «mirad cómo se aman». Así queremos que sean nuestras parroquias: comunidades de fe, escuela de discípulos, que, renovados, hagan presente la Buena Noticia de Jesús en nuestros pueblos y ciudades, en los barrios y en todos los lugares.

Pero nuestras parroquias necesitan estar unidas en nuestra Iglesia particular, en nuestra Diócesis de Huelva. Las parroquias no deben ser islas, porque forman parte de una gran familia, la Diócesis, que es «una porción del Pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio. Así, unida a un pastor, que la reúne en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular».

Las enseñanzas del concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, nos ayudarán a reflexionar y a impulsar nuestra comunión en la fe y en la caridad.

Al comienzo del curso, de acuerdo con el Plan Diocesano de Evangelización, os presento un lema. Este año será: «Unidos, caminamos en la fe». Y para iniciar nuestros trabajos, os ofrezco unas sencillas orientaciones que nos pueden ayudar a centrar la atención y a coordinar esfuerzos en torno a unas prioridades pastorales. Os propongo las siguientes:

1º. Reavivar nuestra fe.

El Papa Benedicto nos ha convocado a celebrar un Año de la fe, que «es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo».

En este año debemos hacer un esfuerzo por conocer y profundizar en los contenidos del Credo. Los cristianos hemos de saber decir en qué creemos, o mejor, en Quien creemos. Pero profesar la fe no es simplemente decir unas palabras. Nuestro corazón debe pegarse a Dios en una actitud de obediencia y confianza; nuestra fe supone adhesión a Jesucristo, poniéndonos en camino, bajo el impulso del Espíritu Santo, unidos a toda la Iglesia. Una prioridad, pues, de este curso, será «grabar» en nuestro corazón el Credo apostólico y profesarlo públicamente.

2º. Actualizar y promocionar nuevos evangelizadores.

La nueva evangelización para la transmisión de la fe requiere nuevos evangelizadores, es decir, hombres y mujeres que, llenos de gratitud y alegría por haber conocido a Jesucristo y su Evangelio, quieren comunicar esta Buena Noticia a quienes la han olvidado o no la han conocido.

Esta hermosa labor requiere que los que trabajan en las tareas pastorales se renueven, se actualicen, se animen. Que realicen de manera nueva sus servicios pastorales. Además, debemos esforzarnos por encontrar nuevas personas que se comprometan en la misión evangelizadora de nuestras parroquias. Esto supone detectar, buscar e invitar a personas concretas, estimulándolos, quitándoles miedos, y formándolos para la «vocación al apostolado» a la que estamos llamados todos los cristianos.

3º Intensificar el testimonio de la caridad.

La fe madura por el amor. El Apóstol Santiago nos recuerda que la fe auténtica se manifiesta en las obras de amor a los hermanos. Así nos lo ha recordado el Papa Benedicto.

La situación actual, con la crisis persistente, requiere de los cristianos una constante atención a los que más sufren y a los más vulnerables. Nuestra Iglesia diocesana está haciendo un gran esfuerzo en la ayuda a los más pobres, pero hemos de continuar e insistir, renovando nuestras Cáritas parroquiales, coordinando ayudas, y manteniendo nuestros proyectos en favor de los más débiles. «El amor de Cristo nos urge». Avancemos.

Queridos hermanos y hermanas: que el Espíritu Santo nos aliente en esta hermosa misión. Anunciemos con pasión el Evangelio de forma creíble y alegre: «hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.».

Que Santa María, dichosa porque creyó, nos acompañe en este camino de fe.

Con mi afecto y bendición.

+ José Vilaplana Blasco

Obispo de Huelva

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