Homilía en la Coronación Canónica de Ntra. Sra. de la Amargura

Queridos hermanos y hermanas:

El amor a la Madre de Dios ha sido siempre uno de los distintivos de los fieles católicos, especialmente en nuestra tierra, que hoy expresa esta devoción con la coronación canónica de una de sus imágenes marianas más insignes. La Hermandad del Nazareno ve cumplidos muchos anhelos en esta coronación, y junto a ella la Iglesia de Huelva se alegra y canta su amor a María:

Virgen afligida por la vía de la Amargura, / en pos de JESÚS NAZARENO;/ la placeta reúne a los choqueros / que ya te aclaman, Reina suya. (Himno de la Coronación)

María, reina del Pueblo de Dios

Nosotros coronamos esta imagen porque para los cristianos es legítimo el culto a las imágenes, tanto a las de Cristo, como a las de su bendita Madre y de los santos. Nuestra fe parte de la Encarnación. “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial” (Gal 4, 4-5), son las palabras que hemos escuchado en la Epístola. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios invisible se ha hecho visible al adoptar nuestra carne, y por eso podemos representar su humanidad, como una ayuda para nuestra fe, que no se queda en la imagen, sino que se sirve de ella para llegar a quien esa imagen representa. Así también con María, vinculada siempre al Misterio de Cristo.

La tradición de representar a la Virgen con corona real está en relación con el Misterio de Cristo y su victoria sobre el pecado y la muerte. María es la Madre del Hijo, acerca del cual dijo el ángel: “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33).

También, la coronación canónica de una imagen de la Santísima Virgen nos ayuda a entender la identidad más profunda de la Iglesia, porque María es “la parte mayor, la parte mejor, la parte principal y más selecta” de la Iglesia (Ruperto, In Apocalipsis, 1, VII, cap. 12; P. L. 169, 10.434). En verdad la realidad de la Iglesia no se agota en su estructura jerárquica, en su liturgia, en sus sacramentos, ni en su ordenamiento jurídico. Su esencia íntima, la principal fuente de su eficacia santificadora, ha de buscarse en su mística unión con Cristo; unión que no podemos pensarla separada de Aquélla que Cristo mismo quiso tan íntimamente unida a sí para nuestra salvación. Por su parte, la Virgen María en su vida terrena realizó la perfecta figura del discípulo de Cristo, espejo de todas las virtudes, y encarnó las bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Cristo. Por lo cual, toda la Iglesia encuentra en la Virgen la forma más auténtica de la perfecta imitación de Cristo.

María es Reina por ser Madre de Dios y Rey del universo, por ser perfecta discípula de Cristo, por ser corredentora, por haber sido totalmente glorificada por su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, por ser para siempre imagen y tipo de la Iglesia.

El significado del rito de la coronación canónica

María es Reina siempre. Sin embargo, no todas las imágenes de la Virgen se coronan canónicamente, aunque todas estén adornadas con una corona. Al Obispo de la Diócesis, acogiendo el sentir de la comunidad cristiana, corresponde juzgar sobre la oportunidad de coronar una imagen de la Santísima Virgen; teniendo en cuenta que solamente es oportuno coronar canónicamente aquellas imágenes que, por la gran devoción de los fieles, gocen de cierta popularidad, de tal modo que el lugar donde se veneran haya llegado a ser la sede y el centro de un genuino culto litúrgico y de un activo apostolado cristiano.

No cabe duda de que estas condiciones concurren en la bendita imagen de la Amargura, que hoy coronamos. La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Huelva, fundada en el siglo XVI en la Iglesia del convento de Nuestra Señora de la Victoria, de los Padres Mínimos, en la antigua calle del Puerto, dio culto a la primera imagen de María Santísima de la Amargura, que participaba en el Sermón del Paso, el cual representaba el encuentro del Nazareno camino del Calvario con su Santísima Madre. Después cuando la Hermandad del Señor de Huelva pasó a la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción en el siglo XIX, se siguió venerando, junto con la bendita imagen del Nazareno, a Nuestra Madre y Señora de la Amargura. Así la secular devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno de la ciudad de Huelva y de su Hermandad, hizo nacer y crecer la expresión mariana de la devoción a María Santísima de la Amargura. Es la historia de amor y devoción que recoge hoy el himno de su coronación:

Nuestras cruces y amarguras, / enjugamos en tu fino pañuelo; / hallando en Vos, Esperanza y consuelo / abogada Santa, de serena ternura.

La verdadera corona de la Virgen es la santidad de los fieles cristianos

Esto es lo verdaderamente importante, entender que la verdadera corona de la Virgen somos nosotros, los fieles cristianos, todos los bautizados; y que el adorno de esa corona son los frutos de una vida de fe que se expresa en la caridad, en las obras de una vida santa.

Por eso, en la oración de bendición de la corona, que vamos a hacer seguidamente, se pide por los fieles, que son la verdadera corona de la Santísima Virgen de la Amargura, diciendo:

“Mira, Señor, benignamente a tus siervos
(…) Haz que, siguiendo su ejemplo, te consagren su vida
y, cumpliendo la ley del amor,
se sirvan mutuamente con diligencia;
que se nieguen a sí mismos
y con entrega generosa ganen para ti a sus hermanos; (…)

Nuestra santidad es el verdadero adorno que puede enriquecer la corona de la Virgen de la Amargura. Se trata de responder a la llamada que proviene del Señor: Sed santos, porque yo soy santo (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16). Es una llamada que recibimos todos los bautizados.

La Santísima Virgen de la Amargura nos enseña a buscar a Jesús. “Tu padre y yo te buscábamos angustiados” (Lc 2,48), le dice María a Jesús, cuando con doce años se les perdió en el templo. Igualmente, nosotros cristianos debemos buscar a Jesús en los lugares donde se hace especialmente presente: en la Sagrada Escritura leída en la Iglesia y meditada personal o comunitariamente; en la Liturgia, especialmente en la celebración de la Eucaristía; en el sacramento de la Penitencia; en el diálogo amoroso de la oración personal y comunitaria. Encontramos a Jesús en medio de la comunidad cristiana; en cada persona imagen y semejanza de Dios; particularmente, en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro cuidado. En todos estos lugares encontramos al Señor vivo y presente en medio de nosotros.

Así habéis entendido la Coronación de la Virgen de la Amargura en la Hermandad del Nazareno, incrustando como la joya más preciosa de la corona que hoy ofrecéis a vuestra excelsa Titular, la obra social El Amor de la Amargura (Charitas Amaritudine). En este proyecto, destinado al acompañamiento de niños y adolescentes en situación de exclusión social de las barriadas de la Navidad, Las Colonias, Marismas del Odiel y del Carmen de nuestra ciudad, realizado con Cáritas Diocesana, os habéis implicado todos los grupos de la Hermandad del Nazareno: junta de gobierno, comisión de caridad de la obra social, hermanos voluntarios, costaleros de la Virgen y los músicos de la banda. Os felicito. Éste es el camino.

Hoy, vivir como cristianos, seguir a Jesucristo, mirarnos en María Reina, perfecta discípula de Cristo, con frecuencia, puede significar tener el valor de desafiar con educación y respeto, en nombre del Evangelio, las normas y costumbres culturales contrarias a la antropología y a la moral cristiana. Necesitamos renunciar a nuestras comodidades, deshacernos de nuestros complejos que llevan a silenciar siempre en todos los foros públicos nuestra identidad cristiana, sacudir nuestras rutinas y alcanzar el fervor. Es preciso que nuestras comunidades eclesiales, parroquias y hermandades, salgan del conformismo y de la espiritualidad de mínimos. Necesitamos levantar una ola de fervor y de entusiasmo evangélico. Pidamos que esta Coronación aliente este espíritu renovador entre nosotros:

Doncella de Concepción Pura desde el instante primero; Huelva, cumple el anhelo de coronar a su AMARGURA

Virgen María, ruega por nosotros.

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