La catedral albergará una imagen de San Leandro, Patrón de la Diócesis de Huelva

La escultura, del escultor Martín Lagares, será bendecida por nuestro Obispo

Nuestro obispo, José Vilaplana Blasco, presidirá el próximo martes, 13 de noviembre, a las 20.00 horas, en la Santa Iglesia Catedral, una Eucaristía con motivo de la festividad de San Leandro, Patrón de la Diócesis de Huelva. Momentos previos a la celebración, se procederá a la bendición de la imagen del Santo, realizada por el escultor palmerino Martín Lagares, de manera que la obra quedará colocada para su veneración en la Catedral.

En los comienzos de la creación de la Diócesis, el Papa Pío XII, con fecha de 14 de junio de 1954, declaraba a San Leandro Patrón principal de la Diócesis de Huelva, de manera que su fiesta litúrgica quedó establecida el 13 de noviembre. Con la solemnidad de esta celebración, se pretende resaltar la figura insigne de San Leandro como Patrón de la Diócesis. Ciertamente, esta festividad ha estado muy olvidada desde el punto de vista celebrativo. Para la comunidad diocesana –fieles, asociaciones cristianas, movimientos apostólicos, parroquias, etc.- San Leandro es un desconocido.

Por esta razón, si tenemos en cuenta que el objetivo de la programación pastoral de este año es «descubrir, valorar y vivir el sentido de la Diócesis», es la ocasión para que San Leandro ocupe la consideración litúrgica que corresponde a su patronazgo y que los fieles –laicos, religiosos-as y clero- descubran en su figura un referente de la comunión eclesial. Conocida es su trascendental intervención en el III Concilio de Toledo (año 589) en defensa de la Unidad de la Iglesia.

Para realización de este trabajo Martín Lagares ha utilizado resina policromada. Se trata de una imagen relicario de tamaño natural que expresa «la constancia de su labor pastoral, en favor de la unidad de la Iglesia», según ha descrito el escultor. La reliquia procede del cuerpo de San Leandro que se venera en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.

BIOGRAFÍA

San Leandro, arzobispo hispalense, nació en Cartagena en el año 534, en el seno de una familia hispanorromana. Su padre era Severiano, y su madre Túrtura. Sobre el año 550 se trasladó con su familia a Híspalis. Sus hermanos fueron San Fulgencio, obispo de Écija; Santa Florentina, abadesa y fundadora de varios monasterios; y San Isidoro, que sucedió a Leandro en la Sede de Sevilla. Escribió contra la herejía arriana y un tratado sobre la vida consagrada.

Leandro fue el catequista de Hermenegildo, para convertirlo del arrianismo al catolicismo, lo que le valió que el rey Leovigildo le desterrara. En el destierro trabó amistad con el papa San Gregorio Magno, cuya obra dio a conocer en la Península Ibérica, y que tuvo gran influencia en la religiosidad medieval española.

Su intervención en la conversión al catolicismo de los visigodos y, concretamente la del rey Recaredo, marcó la unidad católica de la nación en el III Concilio de Toledo, en el año 589, en cuya preparación y celebración tuvo un papel importantísimo. A él se debe la introducción de la recitación del Credo en la liturgia hispana, para destacar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios verdadero.

La santidad de su vida, su contribución a la restauración de la liturgia hispano-visigoda, su gran pasión por la unidad de la Iglesia, hacen de Leandro una figura eminente en nuestra historia y en el discurrir de la Iglesia de Cristo que peregrina en España. Murió hacia el año 600, el 13 de marzo, siendo trasladado su cuerpo a la catedral hispalense.

El papa Pío XII, por la bula Ut recens sati, de 14 de junio de 1954, declaró a San Leandro Patrón Principal de la Diócesis de Huelva, junto con la Bienaventurada Virgen María en el misterio de su Inmaculada Concepción.

HOMILÍA A LA CONCLUSIÓN DEL III CONCILIO DE TOLEDO

«Regocíjate y alégrate, Iglesia de Dios, gózate porque formas un solo cuerpo para Cristo. Ármate de fortaleza y llénate de júbilo. Tus aflicciones se han convertido en gozo. Tu traje de tristeza se cambiará por el de alegría. Ya queda atrás tu esterilidad y pobreza. En un solo parto diste a Cristo innumerables pueblos. Grande es tu Esposo, por cuyo imperio eres gobernada. Él convierte en gozo tus sufrimientos y te devuelve a tus enemigos convertidos en amigos.

No llores ni te apenes, porque algunos de tus hijos se hayan separado de ti temporalmente. Ahora vuelven a tu seno gozosos y enriquecidos.

Fíate de tu cabeza, que es Cristo. Afiánzate en la fe. Se han cumplido las antiguas promesas. Sabes cuál es la dulzura de la caridad y el deleite de la unidad. No predicas sino la unión de las naciones. No aspiras más que a la unidad de los pueblos. No siembras más que semillas de paz y caridad. Alégrate en el Señor, porque no has sido defraudada en tus sentimientos. Pasados los hielos invernales y el rigor de las nieves, has dado a luz, como fruto delicioso, como suaves flores de primavera, a aquellos que concebiste entre gemidos y oraciones ininterrumpidas.»

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