El gran desafío de la iniciación cristiana de adultos

Ocho adultos, de distintas procedencias, recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana –Bautismo, Confirmación y Eucaristía– la tarde del pasado Domingo de Resurrección, en la S.I. Catedral, de manos de nuestro Obispo, José Vilaplana Blasco.

Las vidas de estos neófitos ni es ni ha sido fácil. De orígenes muy dispares, en su mayoría migrantes, llegaron hasta nuestra tierra buscando labrarse un futuro mejor y se encontraron con el mayor regalo: Jesucristo y el don de la fe, comunicado por quienes le supieron mostrar el rostro acogedor de la nuestra Iglesia.

Diálogo y acogida en la iniciación cristiana de adultos

La iniciación cristiana, es un proceso de transformación en el que, quien participa, asume una nueva identidad y desarrolla una nueva vida que se manifiesta en su comportamiento personal y comunitario.

La Iglesia necesita tomar conciencia de su propio Misterio y, a la luz de esta conciencia, emprender una profunda conversión tal y como propone el papa Francisco, de un modo especial, en su exhortación programática Evangelii Gaudium (nn. 25ss).

Desde esta nueva perspectiva, la Iglesia está llamada a ir al mundo con un profundo deseo de compartir el propio Misterio, a través del diálogo.

La Evangelización es, pues, un diálogo y por tanto no podría concebirse como un discurso unidireccional, simple. O no podría entenderse como una cosa que se entrega, una palabra que se aprende, una doctrina que se acepta, acciones en las que el destinatario actúa en forma pasiva. Sino que supone un proceso complejo en el que el destinatario es “interlocutor”, y se involucra toda su persona, madurando gradualmente en esta interacción dinámica en la que se reconoce la iniciativa de Dios.

Y es, precisamente, en esos encuentros y diálogos experimentados en la tarea pastoral cotidiana a través de servicios como el secretariado de migraciones o en la acogida sencilla de las parroquias donde acceden nuevos neófitos a la vida de la Iglesia.

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