Mensaje de Navidad del Obispo de Guadix, Mons. Ginés García
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín (..) Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero; Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de las paz» (Is. 9, 1-2.5)
En la noche santa de la Navidad, el profeta Isaías nos introduce en el misterio que contemplamos y celebramos en estos días. Con las palabras del profeta también yo quiero saludaros y dejaros este mensaje con motivos de las fiestas del nacimiento del Señor.
El pueblo caminaba en tinieblas y se vio iluminado por una luz grande; sobre él amaneció el Señor; la noche se hizo día, y la tiniebla claridad. Hoy, en tantas oscuridades en las que el hombre vive, y que se expanden por todo el mundo; entre la desesperanza y el desconsuelo de los que viven con menos de lo necesario, o no encuentran un hombro donde poder depositar la desilusión que se ha ido acumulando en el alma, brilla una luz nueva; es la luz de Belén, la que nace de un Niño recostado en un pesebre y arropado en los brazos de su madre. En este escenario tan humilde, donde habitan la paz y la dulzura, Dios se hace hombre como nosotros para entregarnos el don de su propia vida. Jesús es la luz que disipa nuestras tinieblas y nos abre a la luz de un nuevo día. Y Dios lo hace así de sencillo.
Todos, sin excepción, estamos invitados a mirar a Belén, a aprender del misterio que encierra Belén. Belén es la casa de todos y la vida misma del hombre. En Cristo, el hombre nuevo, todos podemos sentirnos identificados. En estos días, os invito a salir de nosotros mismos, de la rutina que nos adormece para ir hasta Belén y adorar al Niño que nos ha nacido. Navidad es la fiesta del encuentro del hombre con Dios, y por eso, del encuentro de cada hombre con los demás. Navidad es la salida de Dios a la humanidad, y de la salida del hombre a Dios y al hermano. Hemos de propiciar encuentros, con los amigos y con los que habíamos roto la relación, con los de cerca y con los de lejos, con los que comparten con nosotros la fe y con los que no la comparten. Es el momento de, sencillamente, acercarnos al otro como Dios se acerca a nosotros.
La luz de Belén no se puede guardar, porque la luz que se guarda no alumbra; la luz es para ponerla en la candelero y que brille en toda la casa; la luz de Belén ha de alumbrar a todos sin excepción.
En estos días os convoco a vivir la alegría que nace de la presencia del Señor entre nosotros. Nos decía el profeta: «Acreciste la alegría, aumentantes el gozo». Son días para experimentar la auténtica alegría que sólo nace de la experiencia de sentirse amado. El nacimiento del Hijo de Dios es la expresión más elocuente del amor que Dios nos tiene; Dios no da, se da. El encuentro con el Señor siempre produce alegría. Aprovechemos estos días, en medio de la convivencia con la familia y los amigos, para tener un rato de encuentro con el Señor. Párate y contempla en el misterio de Belén lo que Dios hizo y hace por ti, te verás sorprendido por tanta generosidad, por la dulzura de un amor que nada espera, más que seas feliz. El encuentro con el Señor llenará tu alma y la dará esa alegría que es contagiosa, que no se puede ocultar.
En estos días sois muchos los que habéis puesto el Belén en vuestras casas, como también lo han hecho distintas instituciones y colectivos. El Belén forma parte de nuestra identidad. Los niños y los mayores podemos recrear de un modo plástico las escenas del Evangelio, pero el Belén va más allá, quiere que nos identifiquemos con los personajes: María que contempla, José que cuida, el buey y la mula que dan calor, los pastores que adoran y anuncian, los magos que ofrecen sus dones y reconoce al que ha nacido, y hasta los pañales y el pesebre que acoge y rodean al Niño Dios. Sintámonos protagonistas del Belén junto a Jesús que es el centro y el sentido de estas fiestas. La Navidad sin Él sencillamente no es nada.
El misterio de Belén que es Buena Noticia, es también una interpelación para todos. Jesús, en Belén, nace pobre y fuera de la Ciudad, es un excluido. No podemos olvidar a aquellos para los que la Navidad no será una fiesta, sino el recuerdo de la propia exclusión, de la propia fragilidad. No se trata solamente de traer a nuestra memoria a estos hombres y mujeres en un ejercicio de sentimentalismo, ni siquiera dejar tranquila nuestra conciencia con una limosna en estos días. Navidad tiene que ser una llamada para sacar de la exclusión social a los que son víctimas de la cultura del descarte, y para estar cerca de los que están solos y abandonados.
La figura de María, la Virgen Madre nos enseña cómo hemos de vivir la Navidad. María es modelo de fe, de acogida y de interioridad. Como ella acogió a su Hijo nos invita a acogerlo en nuestro corazón y darlo a los demás.
Os deseo, de corazón, feliz Navidad a todos. Que la presencia del Señor ilumine vuestras vidas y las llene de alegría, ilusión y esperanza. Que esta Navidad sea una fiesta de encuentro para todos.
+ Ginés, Obispo de Guadix