Homilía del Obispo de Guadix en la Vigilia Pascual 2012

¡Cristo ha resucitado!. Alegraos y gozaos porque el Señor ha vencido a la muerte, el que colgó de un madero ahora vive para siempre. El mal y la muerte ya no tienen dominio sobre Él. Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. No está entre los muertos el que es la vida, Él viene con nosotros, va delante de nosotros.

La Iglesia se alegra y se viste de fiesta porque su Esposo y Señor la llena de gracia y hermosura. Ella sale a las calles y a las plazas a anunciar a todos su gozo y alegría, que su luto se ha convertido en fiesta y su opresión en libertad. Anuncia la Iglesia la resurrección del Señor, ella vive para esto, solo para esto, para anunciar que el Crucificado ha resucitado. ¡Cómo se puede callar gozo tan inmenso que desborda el corazón! ¡Cómo no anunciar que la herencia del hombre no es ya la muerte sino la vida!.

Alégrese nuestra Madre, la Iglesia, porque en esta noche que anuncia un nuevo día le han vestido el traje de fiesta, el que ha sido lavado en la sangre del Cordero Inmaculado. Es la novia que se desposa con su Señor en una alianza que ni la muerte puede romper.

Alégrese el mundo y toda la creación porque el Creador ha devuelto a lo creado la belleza de su origen. La claridad de lo divino inunda el mundo y al hombre hasta lo más profundo de su ser. Ahora todo habla de Dios y todo habla a Dios. ¡Cómo no habíamos visto que las cosas «predican amor, demandan amor y significan amor»! (S. Juan de Ávila. Tratado del amor de Dios). Las tinieblas no envuelven la tierra, es la claridad de la gloria de Dios la que amanece radiante en el corazón de todo lo creado. Ha nacido un cielo nuevo y una tierra nueva. Ni la muerte ni el sepulcro ha podido con tanto amor. El amor ha vencido, el amor es más fuerte que la muerte. En amor fuimos creados y en amor hemos sido salvados. El nuevo Adán ha restituido la deuda del primer Adán, «cancelando el recibo del antiguo pecado».

Noche santa en que Cristo sale victorioso del sepulcro. Eres dichosa porque solo tú has conocido «el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos». Eres la noche de la que está escrito: «Será la noche como el día, la noche iluminada por mi gozo». Eres noche santa porque en ti ya no cabe el pecado. Eres noche de salvación, la que anunció toda la historia. Eres la noche a la que han mirado todos los siglos porque en ti se ha cumplido la salvación de Dios. Noche santa que «ahuyentas los pecados, lavas las culpas, devuelves la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsas el odio, traes la concordia y doblegas a los poderosos».

La alabanza que ofrecemos al Señor, nuestro Dios, es una alabanza de alegría, es el sacrificio de Cristo. En la luz del cirio, en la ofrenda del sacrificio de la cruz ofrecemos al Padre el don que Él mismo nos ha regalado, la vida de su Hijo. «¡Cómo pagares al Señor todo el bien que me ha hecho!»

En esta celebración, «La madre de todas las Santas Vigilias» (san Agustín), el jubileo por la resurrección del Señor se hace memoria agradecida de la acción de Dios a lo largo de la historia. La historia de los hombres está traspasada por la presencia amorosa de Dios. Es historia de salvación. Desde la creación, toda la historia miraba y preparaba este momento de la Pascua de Cristo que vivimos con gozo agradecido. Por eso, hemos recorrido la historia de la salvación escuchando la Palabra de Dios.

El relato de la creación nos ha llevado a los orígenes de la vida, al proyecto de Dios de crear el cielo y la tierra, dándoles vida y llenándolos de su propia vida que ha plasmado en el hombre, el único ser la de la creación al que Dios ha querido por sí mismo. De la nada, por amor, existimos. Es Dios, por tanto, el que fundamento y el que da sentido a nuestro existir. La creación, y, por tanto el hombre, no es el fruto del azar o de la casualidad sino de un proyecto que busca culminación, la que nosotros hemos experimentado en el hombre nuevo, Jesucristo.

La experiencia del Dios Creador que tiene Israel nace de la conciencia de que Yahvé acompaña el camino del pueblo, que no lo abandona a su suerte. La liberación de Egipto no es solo el momento fundante del pueblo elegido sino el de la toma de conciencia del amor de Dios que es providente, el Dios Creador es también un Dios providente. El pueblo desconfía de Dios, no entiende sus caminos de liberación, pero Dios siempre permanece fiel. Dios es nuestra salvación, Él es nuestra fuerza, en su nombre siempre vencemos. El bautismo de los israelitas en el Mar Rojo es anuncio del nuevo bautismo que nos libera del mal y nos hace hijos de Dios.

Los profetas, voceros de Dios, anunciaron la alianza eterna de Dios con la humanidad y su cumplimiento. Dios siempre cumple su promesa. Es verdad que tiene su tiempo, que sus caminos y sus planes no son los nuestros. El Señor tiene palabras de vida eterna. Su palabra, que nos creó, nos sostiene en el camino de la vida y nos va enseñando en cada momento cuál es el plan de Dios sobre nosotros.

Los caminos de la historia llevan todos a Jesucristo. En su Pascua aprendemos a leer no solo las historia pasada sino la que está por venir. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Él es la imagen de Dios invisible; en Él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en Él. Cristo es el primogénito de entre los muertos y es la plenitud de todas las cosas (cf Col 1,15-20).

Queridos hermanos, en la resurrección de Jesucristo hemos vencido todos. Incorporados a Él por el bautismo, hemos sido incorporados a su muerte para recibir la nueva vida. Cristo en su muerte y resurrección nos ha hecho herederos de la vida eterna. En Cristo somos criaturas nuevas. El hombre nuevo ha quedado atrás, nuestra antigua condición ha sido destruida, ahora somos hombres resucitados, hijos de Dios.

Por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo, ahora renovaremos esta gracia, también sus compromisos. Es el momento de volver al origen de nuestra fe, de aceptar el don de Dios que recibimos por el agua y el Espíritu. Volver a experimentar en nuestro corazón la dicha de ser hijos de Dios. Hermoso título de dignidad: ¡ser hijos de Dios!. Y que el gozo de ser lo que somos nos despierte la necesidad de vivir según nuestra condición. Vivir siempre nuestra filiación como el don precioso que da horizonte a nuestra vida. Apartarnos de todo lo que es indigno de nuestra condición de hijos. Nunca más vivir en contra de nuestra condición de hijos de Dios.

El camino de este Vigilia culminará con la participación en la mesa del Señor Resucitado. El cuerpo glorioso del Señor es su cuerpo crucificado, su sangre que es sacramento de vida eterna es la sangre derramada en la cruz. Comulgar con Cristo es unirnos a su muerte para participar de su resurrección. La participación, esta noche, en la mesa del Señor es la entrada en el Reino que ha comenzado ya y que un día se consumará a la final de los tiempos. «El que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 51).

Queridos hermanos, la participación en esta santa Vigilia nos hace misioneros. Hemos de salir de este templo para anunciar que Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Hemos de decir a los hombres que Dios ha dado la razón a Jesucristo, que el mal ya no tiene la última palabra, ni la muerte aguijón que sea eterno. Que el morir es solo morir. La última palabra es de Dios y Dios te ama, Dios ama al mundo.

Como los apóstoles, como María Magdalena y las otras mujeres también nosotros somos testigos y de esto damos testimonio. Con Santa María, la Virgen y con toda la Iglesia exultamos de gozo en Aquel que nos amó y ahora nos da la vida para siempre.

A Él el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén

+ Ginés García Beltrán

Obispo de Guadix

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