Carta del obispo de Guadix para la Jornada Nacional de Manos Unidas

Carta del obispo de Guadix para la Jornada Nacional de Manos Unidas

 

Campaña contra el hambre:

“Nuestra indiferencia los condena al olvido”

La Jornada Nacional de Manos Unidas, que celebramos el 13 de febrero de 2022, vuelve a vacunarnos contra la pandemia mortal de la indiferencia al dolor de los hermanos que más sufren. Desde hace 63 años, Manos Unidas nos invita a no olvidar lo que hemos de vivir todo el año, que la fraternidad y la caridad son esencia de nuestra fe, termómetro de la autenticidad de nuestra adhesión al Señor.

Lo que nació como el compromiso de unas mujeres de Acción católica, sigue poniendo en movimiento a la Iglesia de España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países más desfavorecidos o en vías de desarrollo. Manos Unidas quiere levantar nuestra comodidad para que, sobrecogidos por la realidad de las cifras del hambre y las desigualdades, enfrentemos el problema de más de mil millones de personas empobrecidas, hambrientas. Es una llamada a combatir lo que hoy sigue siendo una de las mayores lacras que afectan a la humanidad.

Contra el hambre, actúa. “No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad” (FT 68). Por eso, trabajando sobre la Agenda 2030, Manos Unidas se esfuerza para no dejar a nadie atrás, encontrando, en este primer año, la nueva realidad provocada por la pandemia, con la pretensión de cambiarla, descubriendo las diferentes causas que impiden la vida digna de millones de seres humanos.

La Presidenta nacional de Manos Unidas, en su carta para esta campaña, nos recuerda que “no podemos permanecer impasibles ante la desigualdad que condena al olvido y a la marginación a mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad, minorías étnicas… que representan a los “desheredados” de la Tierra”. “Nuestra indiferencia les condena al olvido”. Así lo expresa el cartel de esta jornada: ser indiferentes es desdibujar el rostro y la dignidad de los hermanos, equivale a anularlos. La ignorancia del sufrimiento ajeno es el mayor de los desprecios a quienes lo padecen, pues se les aleja del corazón y de la mente. La indiferencia genera invisibilidad, olvidando nuestra comunión fraternal que es constitutiva de nuestra fe y de la Iglesia sinodal, que nos invita a vivir el papa Francisco. Detrás de Manos Unidas hemos de reconocer los rostros de muchos hermanos, a los que nuestro mundo consumista y materialista no tiene tiempo de mirar ni de estimar, arrojándolos al olvido y a las cunetas del mundo

¡Decídete a romper con el individualismo! Cristo no ha sido indiferente con el hombre y su destino. Con su Encarnación, Él ha roto el muro de la indiferencia y ha hecho visible su cercanía “escandalosa”, que le ha llevado a dar su vida por nosotros. Él se ha hecho carne, cercano, accesible, comprometido, salvador, repitiendo constantemente “Yo estoy con vosotros” (Mt 28,16-20), no sois indiferentes para Mí.

La Encarnación de Cristo ha de ser la verdadera medida eclesial para vivir la caridad con quienes más sufren. La Doctrina social de la Iglesia, expresando la verdad del Evangelio, ilumina nuestra mirada para combatir la desigualdad y la lucha contra el hambre, trabajando por la dignidad, el bien común, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la opción por los más pobres, el cuidado de la casa común y de la subsidiariedad.

El papa Francisco, recordando al rico epulón del evangelio y nuestra responsabilidad fraternal con los pobres Lázaros de hoy, nos recuerda que “mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados” (FT 22). ¡Contra el hambre, actúa!

Agradezco, desde estas líneas, el trabajo de Manos Unidas nacional, así como el servicio de nuestra presidenta diocesana, del consiliario y de tantos voluntarios que, repartidos en toda la geografía diocesana, nos invitan a seguir trabajando y comprometiéndonos con los más desfavorecidos. Esta campaña nos propone un proyecto para la erradicación del trabajo infantil en los campos de té de Wodka. Nuestra oración, ayuno voluntario y colaboración económica nos harán salir de la indiferencia que condena al olvido.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y consuelo de los más pobres, nos enseñe a comprometernos en la fidelidad del “Sí” a Dios, siendo prolongación encarnada del Señor entre los que más necesitan su ternura y cercanía salvífica.

Con mi afecto y bendición.

+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar,

Obispo de Guadix

 

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