Una vez concluidos estos tres intensos días que han sido las Jornadas de la Juventud, llega el momento de sentarse y comenzar a realizar balance personal, balance positivo sin lugar a dudas.
La dulzura y sabor de los frutos derivados de estas jornadas mantienen cierto paralelismo con la inmensa e infinita paz del océano acompañada de la enarbolada y cálida luz del sol que acontecen tras la más brava y turbia tormenta. Tras los múltiples testimonios y actividades realizadas, se ha producido una confirmación de la grandeza de Dios, del Dios que no nos abandona y que actúa como faro y guía en estos tiempos oscuros donde la duda y la crítica hacia la religión están de moda.
Las Jornadas de la Juventud han sido una toma de aliento y oxígeno que permite recuperar el sempiterno paso del sendero difuso, pero nunca desvanecido, y continuar avanzando, guiando a los más jóvenes de una manera sencilla, amena y atractiva, demostrando que no están solos en esto de la fe, y que esta no es motivo de vergüenza o sonrojo, sino que es el mayor de los tesoros, y que como todo lo bueno que nos acontece en esta vida, ¡tiene que ser compartida con todo el mundo!
Nos atamos las zapatillas con más fuerza, aún si cabe, y continuamos descubriendo y abriendo los caminos del Señor.
Miguel Morales Martín
Equipo de secretariado de infancia y juventud