
La oración ha de ser un distintivo del cristiano y una necesidad diaria, pero no siempre es así. Por eso la parábola del juez y la viuda es una invitación de Jesús a ser perseverantes en la oración y sin desfallecer.
Nos encontramos con un juez al que solo le importan sus propios intereses personales y se desentiende de las necesidades de una viuda que clama justicia. Por otro lado, tenemos una viuda que representa al colectivo de los desamparados y desprotegidos que piden ayuda. La insistencia de la viuda consigue que él juez la atienda.
Nuestra vida está tan centrada en nuestros trabajos, compromisos, prisas, éxitos, productividad…, que podemos tener la sensación de que la oración es una pérdida de tiempo: ¿para qué sirve la oración? Tenemos fe, pero no oramos lo suficiente, porque tenemos tiempo para todo menos para Dios. Y a veces solo oramos en las situaciones límite y extremas, cuando ya no tenemos donde agarrarnos.
El Señor nos pide que no nos cansemos de orar y que lo hagamos a diario, porque la misericordia de Dios es tan grande que Él nunca deja de escucharnos. Cuando oramos, crecemos en confianza, aumenta nuestra esperanza y descubrimos que Dios nos ama y da sentido a todo. En medio del dolor y el sufrimiento, tu grito es escuchado antes o después. Dios tiene sus tiempos y sus formas de hacer que no siempre entendemos. Pero cuando más sufres y más lloras, más preferido de Dios eres. Lo importante es que por grande que sea la prueba o el cansancio no dejes de orar, de confiar y de amar. La constancia y la perseverancia por nuestra parte siempre darán sus frutos, aunque no sean inmediatos.
Emilio J., sacerdote