Vida consagrada en comunión

Artículo de la Vicecanciller del Arzobispado de Granada y consagrada de Verbum Dei, Teresa Rodríguez, sobre el Congreso que congregó a consagrados y consagradas de todo el mundo en Roma, del 28 de enero al 2 de febrero, con el que se clausuró el Año dedicado a la Vida Consagrada.

«Vida Consagrada en comunión» ha sido la voz que nos ha convocado. El Espíritu Santo ha inspirado al Papa Francisco para que la Ciudad del Vaticano, Roma, fuese testigo de la fuerza evangelizadora que irradia para nuestro mundo un pueblo de consagrados a su Señor, unidos todos, desde la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad de vocaciones, carismas y estados de vida. La unidad de la vida cristiana de las distintas vocaciones son como rayos de la única luz de Cristo, «que resplandece sobre el rostro de la Iglesia» (VC 16).

El encuentro tuvo lugar entre los días 28 de enero y 2 de febrero, para la clausura el Año de la Vida Consagrada organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) con la colaboración de la Conferencia Mundial de Institutos Seculares (CMIS), y miembros de distintas formas de vida consagrada.

Después de 50 años de la celebración del Concilio, tal vez, como nunca en la historia de la Iglesia, hemos podido contemplar la realidad de un pueblo de hermanos reunidos en la fe, un solo Señor, un solo bautismo, un mismo amor (cf. Hch 4,32). Hombres y mujeres de toda raza, pueblo y nación, elegidos y convocados para expresar y hacer nuestra la oración de Pablo por los corintios: «A vosotros que, consagrados por Cristo Jesús, habéis sido elegidos por Dios para ser su pueblo, junto con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, que es Señor de ellos lo mismo que de vosotros. Que Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, el Señor, os concedan gracia y paz.

Doy gracias sin cesar a mi Dios por lo generoso que ha sido con vosotros, porque mediante Jesucristo, os ha enriquecido sobremanera con toda clase de dones, tanto en lo que se refiere al conocer como al hablar. Y de tal manera se ha consolidado en vosotros el mensaje de Cristo, que de ningún don carecéis mientras estáis a la espera de que nuestro Señor Jesucristo se manifieste. El será quien os mantenga firmes hasta el fin, para que nadie pueda acusaros de nada el día de la venida de nuestro Señor Jesucristo. Dios, que os ha llamado a compartir la vida de su Hijo Jesucristo, es un Dios que cumple su palabra». (1 Co 1, 2-9).

La alegría, la audacia y la presencia de miles de hombres y mujeres venidos de los cinco continentes, ha sido sin duda una experiencia de gracia que marca un hito nuevo en la historia de la vida consagrada. Tal vez, es la primera vez que cientos de luces unidas desde todos los rincones de la tierra se ha hecho una única luz irradiando en torno al vicario de Cristo una luz estridente y rica de esperanza: En el pueblo de Dios afirma San Pablo no hay división porque «todos son uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28).

Como consagrados podemos dar testimonio de un Dios que es bueno y misericordioso que en cada momento de la historia humana se ha hecho presente, eligiendo, llamando, consagrando y dando vida a una realidad de Iglesia en comunión, plasmada en un encuentro de unidad de vida y diversidad de vocaciones: Ordo Virginum, vida monástica, Institutos apostólicos, Institutos seculares, nuevos Institutos y nuevas formas de Vida Consagrada.

El Año Jubilar de la Vida Consagrada ha sido un acontecimiento eclesial donde se manifestó como la gracia incansable del Espíritu nunca ha cesado de suscitar en todos los tiempos hombres y mujeres fieles que han dado un sí radical a la llamada de Dios, uno y Trino, y se han consagrado a Él como el Amor absoluto y pleno de la vida, además de la lucha ardua y tenaz de aquel¬los cristianos que siendo fieles al Espírítu dan paso a nuevos modos y formas de consagración como «gracia del Señor que nos alcanza, a través de un encuentro que cambia la vida» (cf. Homilía S. Padre, 2.2.16).

Desde los primeros tiempos de la Iglesia son innumerables, quienes siguiendo a Cristo ofrecen su vida por amor a Dios y a los hombres, dejando atrás todo aquellos que siendo bueno, les podría apar¬tar de la profecía y la fuerza del amor.

Los días 30 y 31 de enero cada forma de vida consagrada tuvo posibilidad de profundizar, compartir y celebrar el de su peculiaridad propia y ofrecer a la Iglesia y al mundo lo especifico de cada uno.

En el encuentro de las nuevas formas de vida consagrada, la llamada a vivir la consagración bautismal como aspiración de cada uno a la santidad según su estado es multiforme, que no es a la manera de un «plus» especial por ser consagrados sino en un «como» de unidad en la diversidad.

La consagración bautismal se expresa en muchos rostros pero en un mismo espíritu, posible cuando el respeto de las demás formas de vivirla y con espíritu de complementariedad se da la comunión y ayuda recíproca la Iglesia como comunión de la Iglesia y el seguimiento de Jesús como elemento irrenunciable.

Ante los retos y desafíos tan grandes que presenta nuestra época, urge que se puedan presentar comunidades vivas de fe, para todos: hombres y mujeres, jóvenes, matrimonios, célibes, sacerdotes… viviendo fraternalmente su «ser Iglesia».

Se ha dado un paso, aun no definitivo, pero sí de avance, reconocimiento y valoración institucional por parte de la Iglesia de la existencia de una nueva forma de vida consagrada con capacidad de expresar la unidad y la diversidad de la comunión eclesial.

Las nuevas formas progresivamente se han abierto camino como don del Espíritu convirtiéndose en profecía de la Iglesia-comunión, expresando en una misma realidad eclesial como los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que se entienden ordenados el uno al otro. Además, se percibe en el seguimiento de Jesús la igual dignidad cristiana y la común llamada a la santidad en la perfección en el amor.

Siendo conscientes que aun se está en camino y en discernimiento eclesial, con muchos desafíos por delante, es real que son ya varias las nuevas comunidades que han sido reconocidas por la Santa Sede y otras muchas promovidas y acompañadas por los pastores de variadas diócesis en el mundo, como don el Espíritu a la Iglesia, y que se expresan como una renovada y nueva experiencia de fraternidad eclesial.

El deseo de ofrecer esta visión de la comunión constitutiva de la Iglesia y de su unicidad lleva a sentir una especial vinculación con el Papa, que es quien realiza y representa la comunión universal.

Por todo esto, impregnados de la paciencia histórica, fundados en la esperanza y la confianza de lograr una solida consolidación institucional y de identidad propia de una nueva forma de vida consagrada en un horizonte marcado por la nota de eclesialidad evangélica y de unidad en la complementariedad de vocaciones siempre respetuosa a la diversidad, terminamos las Jornadas de reflexión con propuesta concreta de parte de la Congregación y es la espera de una marco jurídico amplio y breve, en el que se desarrollen los aspectos imprescindibles de configuración e identidad, además de una Comisión pontificia desde donde se pueda seguir colaborando con esta preciosa obra del Espíritu. El nombre que se atribuye a esta nueva realidad eclesial desde la CVCSVA es de «Familias eclesiales de vida consagrada».

Considero que la respuesta más importante que hemos vivido entre las nuevas formas de vida consagrada desde cualquier inspiración fundacional en la urgente llamada del Espíritu a evangelizar a tiempo y a destiempo como tarea de todos.

El sentido misionero propio de la Iglesia primitiva, resuena con pasión en el corazón de los consagrados esta nuevas formas, todo gesto es evangelizador: la liturgia, la oración, los encuentros interpersonales, las relaciones fraternas hace que la vida consagrada esté llamada a «estar en permanente estado de misión», compartiendo «las alegrías y las esperanzas, las tristezas y la angustias de los hombres de hoy». «La verdad del hombre sólo es una: ‘nos hiciste para ti Señor y nuestro corazón no descansará hasta que repose en ti'» (San Agustín).

La nueva evangelización después de este Encuentro nos llama a una conversión desde el interior de la Iglesia, que, partiendo de un encuentro personal con Cristo de cada uno de sus miembros, reavive el impulso misionero y evangelizador propio a la Iglesia, necesario e insustituible y expresión de su misma naturaleza.

La vida consagrada como el papa Francisco expresa esta llamada a ser miembros de iglesia, siendo testigos intrépidos e infatigables de ese Amor que el mundo olvida y que, tanto necesita: «Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros (EG 167).

En las NFVC se subraya que la misión de la Iglesia, Pueblo de Dios, es tarea de todos los bautizados. En ellas se manifiesta con especial claridad que la llamada a la santidad, la llamada al seguimiento de Jesús, en todos los estados de vida, debe ser acogida por todos y cada uno de los bautizado: todo bautizado es discípulo-misionero (cf. EG 120).

Teresa Rodríguez

Consagrada de Verbum Dei

Contenido relacionado

Entrevista en “El Espejo” sobre conversación, espiritualidad y discernimiento

Programa emitido el 11 de octubre en COPE Granada y COPE...

Comienza la actividad cultural de la Asociación para restaurar la iglesia en Guadahortuna

A través de ellas, quienes lo deseen pueden colaborar con este...

Enlaces de interés