En Luca, de la Toscana, santa Zita, virgen nacida de hogar humilde, a los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, perseverando hasta la muerte con admirable paciencia en este servicio doméstico.
Para mantener a su familia, Santa Zita a los doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de Lucca, para servirles el resto de su vida, por 48 años.
Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron más libertad para servir a los pobres. No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros sirvientes.
Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los pobres.
Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron muchos los incidentes milagrosos de su vida. Cuando le quedaba un día libre, lo empleaba en visitar pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a muerte.
Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en cualquier oficio y profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar a una gran santidad.
Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a muerte.
Murió el 27 de abril de 1278, a los 60 años, e inmediatamente su culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e Inglaterra.
Fueron tantos los milagros que se obraron por su intercesión que el Papa Inocencio XII la declaró santa en 1696.