Nota de Pastoral del Trabajo ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente

Nota de Pastoral del Trabajo ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente

El viernes 7 de octubre distintas organizaciones de la Iglesia se unen, por octavo año consecutivo, para celebrar la Jornada Mundial por el Trabajo Decente bajo el lema “Sin compromiso no hay trabajo decente”. El departamento de Pastoral del Trabajo se suma a la celebración de esta Jornada y ha hecho público un mensaje en el que recuerda que estamos “llamados a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas”.

La coordinación de esta iniciativa en la Iglesia de España está impulsada por Cáritas, la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Justicia y Paz, la Juventud Estudiante Católica (JEC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC).

Llamados a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas.

“El obrero es digno de su salario” 1 Timoteo 5,18

El próximo 7 de octubre celebramos la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, y la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente” nos invita a que conmemoremos este día visibilizando las situaciones de precariedad e injusticia en la que se encuentran muchas personas trabajadoras porque sin conocer esta realidad no podremos hacer frente a sus causas.

Signos de esta precariedad son los cerca de 3 millones de personas desempleadas que sigue habiendo en nuestro país, o que 3,5millones de personas en España no llegan a final de mes pese a tener un empleo; el que medio millón de personas migrantes estén en una situación irregular y condenadas a sobrevivir de la economía informal, o que sean más de un millón de accidentes laborales los que se producen anualmente en nuestro país, 741 de los cuales resultaron mortales en 2021.

Toda la sociedad se siente afectada por la situación social y económica en la que nos encontramos. Es consecuencia de las últimas crisis vividas: la crisis financiera de 2008, la causada por la pandemia de la COVID y la actual, fruto de la guerra en Ucrania. La última crisis nos ha llevado a una situación de tensión, más allá del miedo y rechazo a la guerra, que está provocando, junto con otros factores, un empobrecimiento de la ciudadanía, que sufren más los trabajadores cuyos sueldos se están devaluando, con la consiguiente dificultad para hacer frente a gastos básicos. Mientras el IPC ha llegado a situarse en el 10,8%, los sueldos pactados en convenio se sitúan, de media, en el 2,56%.

Todo ello provoca un aumento de la desigualdad en nuestro mundo, en el que los pobres cada vez son más, y más pobres, mientras los ricos siguen manteniendo su poder adquisitivo. La Doctrina Social de la Iglesia siempre ha reclamado una justa redistribución de la riqueza, y el trabajo decente es uno de los mejores cauces para ello (CDSI 302-302).

El Papa Francisco, en el mensaje a los participantes en la 110 Conferencia Internacional del Trabajo, nos plantea un objetivo claro: «busquemos soluciones que nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es verdadera y esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano”.

En estos tiempos de crisis es fundamental el diálogo y el compromiso por promover el bien común, para construir una sociedad sin excluidos donde el trabajo este fundado en condiciones laborales decentes y dignas, una sociedad que ponga en el centro a las personas.

Como señala el manifiesto de la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente: “sin hombres y mujeres comprometidas, no será posible el trabajo decente”.

Dignificar la vida de las personas a través del trabajo digno

“Lo que te da dignidad es ganarte el pan”. Son palabras del papa Francisco en la Audiencia del pasado 12 enero. Por eso, formar y acompañar a las personas que no tienen empleo es una de las principales labores asistenciales que realiza la Iglesia en España. Más de 128.000 personas al año consiguen ganarse ese pan después de pasar por los centros que la Iglesia dedica a promover el trabajo, en torno a 300.

Raquel Galicia es trabajadora social del Centro de Promoción Social Francesc Palau, en el Prat de Llobregat, que forma parte de la Pastoral Social de las Carmelitas Misioneras. Este centro, desde hace 37 años, forma a personas excluidas del resto de recursos formativos en el ámbito del trabajo digno.

Raquel forma parte del equipo de este centro junto a otros nueve profesionales. Cuentan con el apoyo de 60 voluntarios que comparten su tiempo y sus conocimientos para dignificar la vida de las personas, para darles las herramientas que les hagan ser protagonistas de su proceso de superación, de su proceso de vida.

– “Las personas vulnerables tienen derecho a optar a formaciones de calidad”
– “Nuestro trabajo también es tejer alianzas con empresas que son las que tienen que abrirles las puertas”
– “Mi vida profesional cambió cuando aprendí a valorar que cada uno de los casos es lo que realmente me hace seguir”

37 años preparando a personas sin recursos para la vida laboral ¿Cómo está enfocado el centro?

Desde nuestra entidad lo que queremos sobre todo es dignificar la vida de las personas. Dignificarla a través del trabajo digno. Atendemos a migrantes, refugiados, solicitantes de asilo, personas que están viviendo en la calle, en centros de acogida, o en paro de larga duración. Nuestra misión es estar al lado de estas personas que han quedado excluidas del resto de recursos, que no tienen acceso a los demás servicios.

Muchas veces pensamos que las personas en situación vulnerable tienen las opciones muy limitadas, las ubicamos rápido en sectores muy concretos. Precisamente lo que queremos es darles herramientas para que puedan salir de estas situaciones, para que sean capaces de tener otras opciones distintas.

En 2021 tuvisteis inscritas 1.384 personas y 196 se insertaron a través del centro ¿Qué tipo de cursos les ofrecéis para apoyarles en esa incorporación al mundo laboral?

Desde el Servicio de Orientación e Inserción Socio-laboral ofrecemos diferentes acciones formativas. Empezamos con un curso para atención domiciliaria. Después hemos ido añadiendo para otros sectores como auxiliar de cocina, personal de sala, confección textil, electricidad, fontanería, mantenimiento de bicis, o barbería. Nuestro programa actual incluye también informática, alfabetización, idiomas; además de club de lectura, técnicas artísticas o salud y bienestar.

Poco a poco hemos ido ampliando nuestra oferta formativa, porque creemos que las personas más vulnerables tienen derecho a optar a las mismas formaciones de calidad que cualquier otra persona.

Además de formar, ¿acompañar?

Intentamos transmitir a las personas la calidad de nuestras formaciones, pero con un acompañamiento muy individualizado. Sus situaciones de precariedad hacen necesario ir de la mano.

Principalmente tras la pandemia, hemos detectado un aumento en la fragilidad mental de las personas a las que atendemos. Han vivido situaciones realmente muy duras y eso repercute en sus procesos de formación. Por eso, hemos incorporado acción terapéutica para reforzar la parte más emocional, más personal, que es indispensable que vaya unido a la académica.

Porque el objetivo final es prepararlos para que sean los protagonistas de su proceso de empoderamiento, de su vida. Eso es lo que les va a dar herramientas para superar la situación en la que se encuentran y cualquier otra situación que les venga a lo largo de su vida. Para prevenir que vuelvan a la precariedad. Y eso es lo que les damos, esas herramientas.

Después de los cursos ¿Cómo les ayudan en la inserción laboral?

Otra de las funciones del centro es tejer alianzas con empresas que son las que, al fin y al cabo, en el ámbito laboral, tienen que abrirles las puertas para que puedan tener un trabajo. También creamos alianzas con los sindicatos, otras instituciones de acción social, con el mundo de la cultura, o con ayuntamientos para que puedan ampliar esta formación y favorecer también su inserción social.

¿Cómo se vive este acompañamiento como trabajadora social y a nivel personal?

A nivel personal y como trabajadora social, a todas nos gusta coger un caso de éxito que nos motive. En mi caso mi vida profesional cambió cuando aprendí a valorar que cada uno de los casos es lo que realmente me hace seguir.

Aprender que el proceso, el camino, es realmente lo bonito de la atención social. Y disfrutar de ese camino. Disfrutar de reír, de llorar, de abrazarnos, de compartir esas vivencias y vivirlas juntos. Haya éxito en este momento o no haya. Es lo que nos tiene que aportar esa chispa para para poder continuar y buscar juntos opciones.

También aprender a mirar a través de los ojos de la otra persona. Trabajando en un centro social, a veces consideramos que la opción que les damos es la más válida. Pero lo que a mí me parece que es fantástico, igual no es lo quiere la otra persona, o todavía no es su momento. Entonces hay que aceptar su elección, porque es su vida. Hay que sostener, acompañar y cuidar. Dar igualmente esas herramientas para que tenga el máximo de éxito en lo que cada uno haya elegido.

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