Fallecimiento de D. Joaquín Villena Delgado

El día 21 de julio del 2005, murió en Granada el sacerdote D. Joaquín Villena Delgado. Nació en Padul, el día 27 de junio de 1918. Su padre se llamaba Joaquín y su madre Dolores. Tenía tres hermanos: María, Antonio y Dolores.

Estudió en el Seminario de Granada mediante una beca. Aprovechó al máximo sus estudios para conseguir una formación profesional completa. Fue ordenado sacerdote en Junio de 1945 y el día 3 del mes siguiente fue destinado a la región granadina de «Las Alpujarras», concretamente a los pueblos de Lobras y Timar, a los que se sumaron después los de Juviles, Cástaras y Nieles. Allí era conocido por sus largas andaduras apostólicas, como recuerda un compañero suyo: «Con una rama de encina, convertida en bastón, recorría todos estos pueblos para visitar a sus feligreses».

Debido a las duras condiciones de vida por las que pasó en estos lugares, el Arzobispo de aquella época, D. Balbino Santos y Olivera, lo nombró capellán del Convento Nuestra Señora del Rosario» de Atarfe y coadjutor de su parroquia el día 8 de enero de 1949, con el siguiente mensaje a las monjas: «Les envío un bonete y una sotana para que la rellenen».

Durante el tiempo que permaneció en el convento, preparó oposiciones para Canónico Electoral y para «Párroco en propiedad». Esto último se podía hacer antes del Concilio Vaticano II. Así consiguió él la parroquia de Albuñol (importante pueblo cercano a la costa granadina), de la que se hizo cargo el 31 de julio de 1950; el 29 del mes siguiente fue nombrado oficialmente Párroco y el 20 de julio del año siguiente Arcipreste. Allí vivió con su familia y dejó la impronta de su celo apostólico al llevar la Palabra de Dios hasta las cortijadas más lejanas.

El día 28 de junio de 1962 fue trasladado a la parroquia de San Gil y Santa Ana de la ciudad de Granada, donde también vivió con su familia. En 1964 fue nombrado Rector del Seminario Mayor «San Cecilio», cargo en el que también dejó la estela de su vocación sacerdotal.

El 12 de diciembre de 1985 fue nombrado Canónigo de la Catedral y el 15 de diciembre de 1989 se le añadió la función de Penitenciario. También fue encargado de las Fundaciones. Su aportación y trabajo para ponerlas al día en rendimiento fue excepcional y así lo reconoce todo el Cabildo Metropolitano. El 21 de junio de 1992 fue nombrado Canónigo Emérito.

Era una persona totalmente entregada a su ministerio. Los que le conocieron destacan en él su celo apostólico, su arrojo evangélico y su amor por la verdad.

En el año 2000, publicó un libro en dos volúmenes titulado «Arte y tradición en la iglesia parroquial de San Gil y Santa Ana». Si alguna persona desea conocer su contenido puede encontrarlo en cualquier biblioteca pública de la ciudad, ya que adquirirlo es difícil por haberse agotado la edición.

Los 20 días últimos de su vida los pasó en una residencia, debido a sus problemas patológicos. Su presencia allí tampoco pasó inadvertida. Los médicos y enfermeras se quedaron asombrados de la espiritualidad y sentido del humor de D. Joaquín.

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