Discurso inaugural del cardenal Blázquez en la 112ª Asamblea Plenaria de la CEE

Extracto del discurso inaugural del cardenal Ricardo Blázquez Pérez, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, en la 112ª Asamblea Plenaria (19-23 de noviembre de 2018).

Saludos

Queridos hermanos en el Episcopado, sacerdotes, religiosos, señoras y señores, reciban un saludo cordial en el Señor, en este día en el que comenzamos nuestra Asamblea Plenaria de Otoño, que hace la número ciento doce desde que comenzó su actividad hace ya 51 años nuestra Conferencia.

Al comenzar esta reunión saludo a los hermanos obispos que hacéis visible con vuestra presencia los sentimientos de unidad y fraternidad que caracterizan a los que están unidos en el Señor. Con Él queremos compartir nuestra mirada sobre el trabajo de la Iglesia y de la sociedad a la que queremos servir cada vez mejor.

(…)

Paso a tratar detenidamente algunos temas que considero importantes traer a nuestra consideración.

Sinodalidad misionera y jóvenes

Dos hechos han caracterizado especialmente la Asamblea del Sínodo episcopal celebrado en el pasado mes de octubre. Por una parte, la participación de un grupo de jóvenes, ya que era muy adecuado tratar con ellos lo que les afecta de modo particular, y por otra, la misma perspectiva sinodal de los trabajos. (Papa Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015. Documento final 121).

En el dinamismo de la reciente Asamblea sinodal ha actuado la Constitución Apostólica Episcopalis communio, firmada por el Papa el día 15 de septiembre de 2018, justamente al cumplirse el aniversario de la erección por el papa San Pablo VI con el motu proprio Apostólica sollicitudo al comenzar el último periodo conciliar. También es oportuno recordar como marco de comprensión el documento La Sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia de la Comisión Teológica Internacional, aprobado en la Sesión Plenaria del año 2017, que recibió el visto bueno del Papa Francisco el día 2 de marzo de 2018.

La Constitución Apostólica marca un cambio importante, a saber, el paso del Sínodo Episcopal como “evento” al Sínodo como “proceso”. El Sínodo, que significa hacer camino juntos, no se reduce a la Asamblea que es la fase culminante. En el proceso sinodal se distinguen tres etapas: Una de escucha, otra de discernimiento en Asamblea y la última de actuación. El proceso sinodal está aún abierto hasta que sea recibido por las Iglesia particulares e impulse su puesta en práctica. La comprensión del Sínodo como proceso está más en consonancia con el significado etimológico de “Syn-odos”, es decir, camino en compañía, hacer camino juntos.

Los jóvenes han hablado y han sido escuchados en la preparación de la Asamblea y en el curso de la misma tanto en las Congregaciones Generales como en los Círculos Menores. Fue un hito importante de la primera etapa la Reunión presinodal de los jóvenes tenida en Roma los días 19-24 de marzo de 2018. He podido constatar diariamente cómo la relación entre jóvenes y obispos ha sido de mutua escucha y de satisfacción compartida. La cercanía atenta y cordial, la búsqueda en común, el gozo de la fraternidad cristiana han sido aspectos destacados que deben prolongarse en la vida de la Iglesia. Los jóvenes, como todos, intervenían según el Reglamento del Sínodo. Ellos, a diferencia de los obispos u otros sinodales que aplaudían discretamente las intervenciones en el Aula, manifestaban con voces y señales ruidosas el agrado por lo que terminábamos de escuchar. Hablar entre los jóvenes y en su presencia sobre lo que los concierne especialmente, tiene un alcance peculiar. Hubo en todos los participantes en el Sínodo libertad para hablar y humildad para escuchar. Realmente se hizo camino juntos. Los jóvenes han sido tratados con respeto y confianza; tienen mucho que decir y mucho que aprender, como todos nosotros. No es de recibo ni el paternalismo ni el autoritarismo. La participación de los jóvenes ha sido un acierto, una aportación digna de ser tenida en cuenta y una rica experiencia para todos. Es un procedimiento que debe tomar forma y proseguir en las diócesis, parroquias, asociaciones, comunidades, grupos apostólicos. Probablemente el compartir la oración, la escucha y la búsqueda de los caminos de Dios en nuestro tiempo y en las diversas situaciones eclesiales sea una de las grandes lecciones de la Asamblea recientemente clausurada.

El Documento final es muy rico tanto por los numerosos aspectos que trata como por la forma bella de expresarlos. Merece la pena ser leído detenidamente; así como hay escritos que pronto percibimos su escaso interés y ante la limitación del tiempo decidimos que pueden esperar para otro momento, existen, en cambio, otros que compensan no sólo una lectura primera sino también posteriores relecturas. Se escribe sobre el don de la juventud, sobre los cambios en marcha, sobre la afectividad y la sexualidad, sobre el mundo del trabajo y la profesión, la vulnerabilidad y la violencia, las emigraciones y persecuciones, sobre el arte, la música y el deporte, sobre la espiritualidad y religiosidad, sobre el encuentro con Jesucristo y las experiencias o convicciones acerca de la Iglesia. La convicción de los sinodales es que no se había excluido ningún aspecto importante; no ha habido censura ni recortes; sí amor a las personas concretas, confianza en los jóvenes y deseos de responder a la misión evangelizadora de la Iglesia. En la primera parte se recogen con una suficiente descripción aspectos concretos, en la segunda se desarrollan criterios de discernimiento y en la tercera se indican las orientaciones para la actuación. Aunque son muchos números, hasta 167, merecen todos ser leídos pausadamente y con apertura de espíritu; uno tras otro fueron aprobados con mayoría cualificada. A lo largo de la votación se advirtió cómo en dos o tres temas descendió el número de votantes a favor y cómo en otros subió el entusiasmo. Como ha sido publicado el Documento con los votos recibidos por cada número, pueden Vds. comprobarlo.

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