«Cristo es la respuesta a las inquietudes de lo humano»

Palabras del Arzobispo Mons. Javier Martínez en el programa «Iglesia Noticia», de Cadena COPE Granada, que realiza el Secretariado de Medios de Comunicación del Arzobispado de Granada, emitido el pasado 6 de mayo.

Muy buenos días Paqui, y muy buenos días queridos oyentes.

El día 1 de mayo se celebraba el primer aniversario de la Beatificación de Juan Pablo II. Este gran pontífice que todos recordamos con admiración, con cariño, y con una devoción filial, puesto que nos ha mostrado a tantos el contenido último y la belleza de la vida cristiana, en su propia persona, en sus gestos y en sus palabras.

Yo he tenido la gracia inmensa del Señor de haber sido invitado por el Cardenal de Cracovia para celebrar junto con él, concelebrando la Eucaristía, en el centro Juan Pablo II, que se está construyendo a las afueras de Cracovia, concelebrar con él este primer aniversario, junto con muchos fieles del pueblo polaco.

Lo cierto es que la figura de Juan Pablo II sigue siendo para nosotros un lugar de magisterio, un lugar de aprendizaje, y yo temo un poquito que nos pase con él lo que Bernanos decía que nos podía pasar, que nos ha pasado de hecho, con la figura de San Francisco de Asís: habíamos aplaudido a San Francisco en lugar de imitarle, y Bernanos decía que por no imitar a San Francisco habían tenido lugar la reforma protestante, las guerras de religión y, en buena medida, la secularización cultural que ha seguido después; que si en lugar de aplaudirle, le hubiéramos seguido, algunas de estas cosas habrían sido evitables y muy diferentes.

Yo me temo que con la figura de Juan Pablo II pueda pasar algo parecido: le aplaudimos, le recordamos con cariño, y podemos olvidar cuáles eran las claves de su magisterio. Yo quiero recordar algunas de las que a mí me parecen más importantes. Cuando él dijo -era la frase con la que empezaba su primera encíclica- «Jesucristo es el centro del cosmos y de la historia», es decir, Jesucristo es el centro no sólo de la historia (nosotros en la tradición cristiana contamos los años a partir de la Encarnación), sino también de la Creación. Y luego él insistía, usando un pasaje del Concilio, en la constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, en que Jesucristo al revelarnos al Padre, a Dios Padre, y a su designio de amor, revelaba también el hombre al hombre mismo, es decir, nos revelaba quiénes somos nosotros y cuál es la solemnidad de nuestra vocación.

Yo quiero poner todo el énfasis esta mañana justamente en esa conexión entre Cristo y nuestras vidas, nuestras existencias, las que sean, como estén. Él decía, continuando aquel mismo pasaje, que justo porque tenemos necesidad de amor tenemos necesidad de acercarnos a Cristo, y acercarnos a Cristo desde donde estemos con nuestras cualidades, nuestros defectos, -decía él- con nuestra pecaminosidad, porque Cristo es la respuesta a las inquietudes de lo humano.

Recuperar ese sentido de que Cristo es la clave de comprensión del misterio que somos, de las preguntas que tenemos, de las dificultades y los combates que sufrimos, de las inquietudes y dolores que vivimos en nuestra vida, que acercándonos a Cristo no es que se nos resuelvan de una manera mágica, pero se iluminan y uno puede vivir en la alegría; y Cristo es, al mismo tiempo, el centro del cosmos, el centro de la Creación, para comprender cuál es el significado de la Creación, para qué sirven las cosas, para qué sirve el tiempo, para qué sirven las relaciones humanas, para qué sirve el trabajo, para qué sirve en realidad el mundo, para qué sirve la puesta de sol y las estrellas, para qué sirve la realidad entera. El modo de comprenderlo es mirar a esa luz inefable, inagotable, inmensa, que es el amor de Dios revelado en Cristo. Comprender eso, asomarse a la inmensa luz que resplandece desde la persona de Cristo, desde la muerte y la resurrección de Cristo es la posibilidad de un futuro humano. Sin esa luz, nuestro futuro es no sólo inestable sino sombrío, y por eso el mundo tiene necesidad de Cristo, tanto como del aire para respirar.

Yo creo que ese mensaje de Juan Pablo II que repitió por todos los rincones del mundo es el que no deberíamos olvidar; y no deberíamos olvidar no sólo por el interés de nuestra vida cristiana, o por los intereses de la Iglesia, sino por el interés del futuro del mundo. En la primera homilía que él como Papa, precisamente en Varsovia, en su primer viaje a Polonia, dijo: «Es un crimen contra la humanidad apartar a Cristo de la vida de los pueblos y de los hombres. Tenemos necesidad de Cristo, sólo Cristo puede abrirnos el camino para un futuro más humano». Eso es lo que yo quisiera recordaros a todos esta mañana cuando acabamos de celebrar el primer aniversario de la beatificación de este gran Papa que ha sido Juan Pablo II.

Gracias a ti y a todos vosotros.

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

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