Entrevista a la religiosa de la Compañía de María Gloria Sabugo, con motivo de la reciente celebración del 75 aniversario de la canonización de su fundadora, santa Juana de Lestonac, con una Eucaristía en la parroquia de San Agustín, presidida por Mons. Gil Tamayo.
Un 15 de mayo de 1949, de manos del Papa Pío XII, Juana de Lestonac fue elevada a los altares. Han pasado 75 años, que han festejado también en Granada. La fundadora de la Compañía de María vio desde muy temprano, en el siglo XVII, la importancia de la educación en las niñas, para formar personas con humanidad. Una educación nacida de la vida cristiana que tiene como modelo a la Virgen María, “aunque nosotras también somos muy cristológicas”, como explica en esta entrevista Gloria Sabugo, religiosa de la Compañía de María, quien desde su León de origen llegó a nuestra Diócesis Granada.
– Cómo estáis celebrando esta efeméride.
Comenzamos el año pasado, sobre la fecha del 15 de mayo, para celebrar durante todo este año distintas festividades en todos los países del mundo. Estamos en los cinco continentes. Y para nosotros, es una fiesta importante y relevante. Es una manera de reconocer que nuestra fundadora, Juana de Lestonac, forma parte dentro de esa nube de testigos que nos alientan a no detenernos en el camino; que nos siguen estimulando a avanzar desde la fe a ser buena gente, y a servir y desvivirnos también por la gente.
– Qué rasgos tenéis en la espiritualidad, en vuestro trabajo de pastoral.
La Compañía de María nace en 1607, en una Francia donde estaba dominada por el protestantismo. Y Juana de Lestonac, una mujer de la aristocracia francesa, se da cuenta que las niñas no tienen posibilidad de educarse y que las niñas son fundamentales en las familias, para que luego los niños tengan no sólo valores, familiares, sino también una buena educación que les posibilite vivir mejor. Y entonces, ella, después de muchos avatares, por supuesto, consigue que las niñas accedan a una educación de élite, al nivel de los jesuitas. Eran gratuitas, por lo tanto, podían ir niñas pobres, de clases medias y de clases altas. Pero lo importante es que empieza a ver escuelas donde las niñas no sólo aprenden catecismo y a coser, sino que aprenden matemáticas, inglés, francés, ciencias sociales y una visión del mundo mucho más amplia. Creemos que la educación es el medio que posibilita que las personas puedan después tener una cabeza con la que puedan también transformar el mundo. Dentro de nuestro carisma, te diría que somos (vamos muy a la par de los jesuitas) de espiritualidad ignaciana, por lo tanto, las religiosas que nos movemos desde una espiritualidad contemplativa y activa a la vez. Creemos que la justicia es una manifestación de la fe, porque transforma la realidad. Creemos que hay que edificar o construir buenas cabezas, porque cuando uno tiene una buena cabeza, también genera bondad. Y para nosotras, es fundamental la figura de María. Nuestro carisma nace en un contexto complejo de las guerras de religión francesas. Para nosotras, la figura de María va a ser muy importante, aunque también seamos muy cristológicas.
– Una congregación como la vuestra, que nació en el siglo XVII de la mano de santa Juana del Estonac, ¿qué puede aportar al tiempo de hoy esta mujer?
Nuestra espiritualidad tiene muchísima actualidad. Nuestra fundadora era sobrina del humanista Miguel de Montaigne, donde él se da cuenta que hay diversidad de personas. Y nuestra fundadora va a decir que cada niño y cada religiosa tiene un número distinto de pie. Por lo tanto, es de mucha actualidad el atender a la diversidad, la educación personalizada. Y nosotros ahí llevamos un avance de cuatro siglos. Desde el principio se organizaban las aulas, las clases, al estilo de también de los jesuitas, teniendo en cuenta capacidades, edades e intereses. Por lo tanto, para nosotros, todo lo que es la pedagogía personalizada, el acompañamiento, el buscar y potenciar intereses personales siempre ha estado. Para nosotros, también en la diversidad, no sólo atendemos a los niños que pueden tener dificultades o necesidades educativas especiales, sino también a los niños y las niñas que tienen altas capacidades. Es decir, prepararles para el mundo, atendiendo cada uno según sus necesidades y sus capacidades. Yo creo que nuestra pedagogía siempre ha sido innovadora ahí. Aunque es verdad que ahora se ha impuesto, está generalizado. Pero, desde siempre y en distintos países, hemos sido así. También, por ejemplo, en algunos países, nosotras hemos atendido, por ejemplo, en Latinoamérica, centros donde había al mismo tiempo niñas criollas, indígenas o hijas de europeos, siempre mezclándolo todo. Se ha atendido la riqueza de la persona por la persona, no teniendo en cuenta su clase social, su situación familiar.
– ¿Y en Granada dónde estáis?
En Granada, tenemos mucha suerte. Tenemos un colegio que ha hecho ya más de 100 años, al lado de la Caleta, en la Avenida de la Constitución, donde atendemos a niños desde los tres años hasta cuarto de la ESO, hasta los 15 de 16. Pero, también tenemos en el barrio de la Paz un centro socioeducativo donde se asisten más o menos a unos 100 niños en apoyo escolar y actividades y valores por las tardes, de cuatro a siete y media. Y tenemos muy cerquita en Santa Fe una comunidad de religiosas mayores. También ha habido un colegio, pero ahora lo llevan las Concepcionistas de la Educación. Intentamos también incidir en las familias, a través de la parroquia, a través de la evangelización catequética, etcétera. Fundamentalmente, somos educadoras, pero la educación yo creo que abarca un amplio abanico, porque es acompañar procesos educativos y personales desde que empiezan a caminar hasta cuando quieran.
Paqui Pallarés
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