Cinco sacerdotes de Válor, nuevos beatos

Los cinco sacerdotes de Válor D. Facundo Fernández, D. Juan Moreno, D. Manuel López Álvarez, D. Juan Muñoz y D. Gregorio Martos (este último nacido en Argentina pero establecido en Válor cuando su familia regresó a España) serán beatificados junto al resto de mártires de Almería el próximo 25 de marzo en Aguadulce.

FACUNDO FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

Nacido en la humilde panadería de sus padres en Válor, el 12 de enero de 1869, fue bautizado un día después en la iglesia parroquial de San José de su pueblo natal. Segundo vástago de una familia de siete hermanos, su padre solicitó que fuera admitido en la sección económica del colegio de san Fernando de: “Por ser familia numerosa y de escasísimos recursos”.

Seminarista desde 1884, concluyó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de san Cecilio de Granada y recibió el presbiterado el 15 de mayo de 1897. A las Alpujarras, su comarca natal, entregaría más de tres décadas de su ministerio. Primero fue coadjutor de Torvizcón, después ocupó la coadjutoría de Mecina Alfahar y la parroquia de Nechite. Finalmente fue nombrado Cura Propio de la parroquia del Santo Ángel de Darrícal y encargado del Santo Cristo del Consuelo de Lucainena.

El 7 de agosto de 1936, ante la violencia de la persecución religiosa, no tuvo más remedio que abandonar Darrícal e internarse en la fragosidad de la sierra. Como le aseguraron de que no sufriría ningún daño en atención a su edad, regresó a Válor y se refugió en casa de unos sobrinos. Al día siguiente fue detenido y, tras sufrir cárcel en Ugíjar, fue arrastrado a la prisión de Berja. Fue martirizado el 4 de septiembre, a sus 67 años, junto a otros dos presbíteros en el cementerio virigitano.

GREGORIO MARTOS MUÑOZ

Sus padres, piadosos labradores del granadino pueblo de Válor, emigraron a Argentina en busca de un futuro mejor. En el lugar de Chilecito, provincia de la Rioja (Diócesis de Córdoba) nació el siervo de Dios en 1908. Recibió el Bautismo en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, y a cumplir 10 años, su familia regresó a España.

Muy piadoso y guiado por el ejemplo de su virtuosa madre, doña Josefa, ingresó en el Seminario de Granada. Su entusiasmo era tal que concluyó un año antes de lo previsto sus estudios y fue nombrado formador del Seminario Menor. Cuando, por fin, fue ordenado presbítero; recibió la misión de la coadjutoría de El Ejido.

Aunque su ministerio sólo pudo durar tres años, los ejidenses apreciaron su entrega pastoral. Presto a socorrer al prójimo, vivía con austeridad y rechazó la herencia paterna.

Detenido nada más iniciarse la persecución religiosa, el 21 de julio de 1936, lo encarcelaron en Dalías. Al día siguiente lo llevaron a la cárcel de Berja, dejándolo en libertad vigilada el 7 de agosto. El día 12 trató de escapar, pero fue descubierto en Peña Rodada. Quisieron que blasfemara sobre una medalla de la Madre de Dios, pero prefirió tragársela a profanarla. Completó su cautiverio en las prisiones de Berja y El Ejido.

En la Albufera de Adra fue martirizado a sus 28 años, pidiendo morir antes que otros dos prisioneros para darles la absolución. El siervo de Dios don José Peris Ramos lo sepultó.

JUAN MORENO JUÁREZ

Nació el 15 de diciembre de 1891 en Válor, recibió las aguas bautismales tres días después en la iglesia parroquial de san José. En el Seminario de san Cecilio de Granada edificaba tanto a superiores como a seminaristas por su santidad y saber. En julio de 1916 recibió el presbiterado y regresó a Válor para celebrar su primera Misa.

Tras ejercer de coadjutor en Laújar, fue nombrado párroco de Benínar. Su sobrina doña Encarnación recordaba que: “Todos los que le conocieron pueden decir que era un sacerdote amable, servicial, limosnero. A su casa acudía cada día algún pobre que comía con él en su misma mesa”.

Al inicio de la persecución religiosa lo amenazaron con una infame carta y el Arzobispo le ordenó refugiarse en su pueblo natal. Nada más llegar, puso a salvo a la venerada imagen del Santísimo Cristo de la Yedra. Detenido el 5 de agosto de 1936, gracias a algunos contactos pudo ser liberado. Pero, el 10 de agosto, su sobrina cuenta que: “Los milicianos que fueron a apresarlo le dijeron que lo hacían porque iba vestido de sotana, que sabían que era comunista porque era amigo de los pobres, pero que vestía con sotana. Bajamos hasta la puerta para despedirlo mi madre, mi tía y yo. Mi tío estaba muy sereno, se despidió de nosotros diciendo: ‘No lloréis por mí´”.

El 4 de septiembre, junto a 6 prisioneros, fue conducido al cementerio de Berja. Tras martirizar a uno de los presbíteros, el siervo de Dios se puso de rodillas, enarboló el Crucifijo, perdonó a sus verdugos y gritó: “¡Viva Cristo Rey!”. Uno de los milicianos, muy impresionado, se marchó de allí diciendo: “¡Yo no estoy en la muerte de unos santos!”. Tenía 44 años al recibir el martirio.

JUAN MUÑOZ QUERO

Nacido en 1876 en Mecina Alfahar, aldea de Válor, desde la recepción del Bautismo fue siempre piadoso y pronto experimentó la vocación sacerdotal. Su familia, aunque modesta, lo envío al Seminario de Gracia de la ciudad de Granada y recibió el presbiterado en 1904.

Párroco del pueblecito alpujarreño de Yátor, el 19 de septiembre de 1924 tomó posesión de la parroquia de san Cayetano de Sorvilán. Muy querido por sus humildes feligreses, éstos lo obsequiaban con frutos del campo para ayudarle en su maltrecha economía. Cuando arreció la ofensiva laicista, los valientes jóvenes del pueblo protegieron su domicilio para defenderlo de cualquier ataque.

Mayor clima de violencia encontró cuando fue enviado a la parroquia de Albondón. Las autoridades municipales, con gran grosería, ni siquiera le permitieron descargar su equipaje del vehículo. No le quedó otro remedio que volverse a Granada, más no quiso dejar sola a su hermana y marchó a Válor.

Tras ser detenido sufrió una espantosa prisión que le hizo enfermar. Aunque le permitieron regresar unas horas con su hermana, ese mismo día fue arrastrado a la prisión de Berja. Finalmente, a sus 69 años, fue martirizado en el cementerio de Berja junto a los presbíteros Juan Moreno, Facundo Fernández y otros sacerdotes.

MANUEL LÓPEZ ÁLVAREZ

Nacido en Mairena, el mismo pueblo que Gonzalico, el célebre niño mártir de las Alpujarras, fue bautizado en la iglesia parroquial del Cristo de la Luz el mismo día de su nacimiento, el 26 de abril de 1881. Sus padres, humildes labriegos, lo enviaron al Seminario de Gracia de Granada y fue ordenado presbítero el 16 de julio de 1905.

Como párroco de Alcolea, tuvo que hacer frente a violentas ofensivas laicistas. En una ocasión tuvo que pasar toda la noche en el templo, pues habían amenazado con prenderle fuego durante las celebraciones del ejercicio de las flores a la Santísima Virgen. Dos meses antes de su martirio, mientras oficiaba un responso ante el ataúd de una joven, lo encañonaron con una escopeta.

Obligado a marcharse por la persecución religiosa, a abandonar Alcolea, se refugió en casa de unos amigos en Picena y, cuando se dirigía a Granada con otros 2 presbíteros, un ataque al corazón detuvo su marcha. Doña Isabel Fernández, antigua feligresa, narraba así lo ocurrido: “Se encaminó solo y lentamente a un cortijo que aparecía a lo lejos con una luz en la puerta. Era tan bueno y sencillo que no ocultó su condición de sacerdote a los que allí estaban. Éstos resultaron ser espías rojos y llamaron a gente de Berja que lo apresó”.

En la madrugada del 20 de agosto de 1936, junto a 8 prisioneros, fue arrojado a un camión y conducido al cementerio de Berja. Al negarse a bajar del vehículo, allí mismo fue tiroteado. Arrastrado hasta la fosa, advirtieron que aún vivía y musitaba: “¡Ay Dios mío!”. Con el azadón del sepulturero machacaron su cráneo y alcanzó el martirio a sus 52 años de edad.

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