«Un pueblo tiene siempre necesidad de expresar la fe»

Homilía del Arzobispo en la Eucaristía de salida en peregrinación al Rocío de la Hermandad de la Virgen del Rocío de Granada, celebrada el sábado 11 de mayo, en la iglesia de San Pedro y San Pablo.

Querida Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, queridas y respetadas autoridades, queridos rocieros y amigos, queridos todos:

Es la segunda vez que tengo la ocasión en Granada de poder acompañar vuestra salida, voy a tratar de ser muy breve en atención a vuestras espaldas. Lo primero, una palabra que está muy vinculada a la gente cuando habla del Rocío, y a veces a vuestro propio vocabulario, no creo yo que tanto a vuestra experiencia, y es la palabra folclore, y la palabra folclore contrapuesta a la fe. Y veréis, sobre esto se podría hablar muy largo y tendido, como casi todas las cosas que tienen raíces en nuestra vida humana, pero separar esas dos palabras es mortal para el folclore y mortal para la fe.

El nombre más antiguo de la Iglesia es el de pueblo, la Iglesia fue llamada al principio por los primeros seguidores, estoy hablando incluso antes del Nuevo Testamento y quedan vestigios de ello, las cartas de San Pablo, y el verdadero Israel, el nuevo pueblo de Dios. Pero después, la historia de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda justamente uno de los episodios que dieron lugar a ese cambio, es decir, después fue llamado un pueblo hecho de todos los pueblos, pero la Iglesia se concibió siempre así misma hasta los comienzos de la Edad Moderna como un pueblo, el pueblo santo de Dios.

No es un pueblo como los demás pueblos, no es un pueblo que tiene por así decir su consistencia o su razón de ser, diríamos, en una configuración del poder coercitivo, del poder político, pero es un pueblo. Y un pueblo tiene siempre necesidad de expresar la fe, y la expresa de manera espontánea, con su forma de ser, con su naturaleza, y ahí entramos en la palabra folclore.

Folclore significa justamente la herencia, el patrimonio de un pueblo, las formas temporales, siempre, siempre, todas las formas de vida son temporales, pues con las que expresamos nuestros sentimientos y algo más que nuestros sentimientos, nuestra manera de ver la vida, nuestra manera de percibir qué es lo bueno y lo malo en la vida, lo importante, para qué sirven los sacrificios y los trabajos y las fatigas que pasamos, y qué sentido tienen nuestros gozos y nuestras alegrías, cual es su significado profundo. Y todo eso ha sido configurado a lo largo de veinte siglos por nuestra historia cristiana, por nuestra fe cristiana. (…)

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