Homilía en la Misa del Gallo

Extracto de la homilía de Mons. Francisco Javier Martínez, Arzobispo de Granada, en la Misa del Gallo.

Mi querido pueblo cristiano granadino:

Celebramos esta noche el acontecimiento central de la vida humana, lo que hace que la vida humana merezca la pena ser vivida. Fijaros como C.S. Lewis decía en alguna ocasión: no hay alternativa. Es decir, o el ser humano es un producto de la naturaleza, sin más, o el ser humano tiene una vocación más allá de la naturaleza, una vocación divina. Cualquier otra cosa es mitología, es lo que en inglés se diría «wishful think», es pensar con nuestro anhelo y con nuestro deseo.

Pero si no somos más que la naturaleza, no hay manera de explicar nuestra vida tampoco, no hay manera de explicar el arte, la música, la poesía, el amor como gratuidad, la capacidad tantas veces vista en seres humanos cercanos a nosotros de sacrificar mucho de la propia vida por el bien de otro ser humano, por el bien de otro ser querido, de dar la vida por otro.

Todo eso sería como absurdo, porque en el fondo sólo nos separarían de las hormigas o de otras especies animales una complejidad mayor de nuestro cerebro, de las operaciones de cálculo que somos capaces de hacer, y el horizonte de nuestra vida sería un horizonte de permanente tristeza. Si tomamos esa posición y somos consecuentes, el horizonte de la vida, el amor, la belleza, las cosas que nos iluminan la vida son en el fondo ilusiones, serían en el fondo ilusiones, y por lo tanto, vivir en la realidad sería vivir en una vida simplemente de producir y consumir, de vegetal. Entonces, el interés sí que estaría justificado siempre y la gratuidad no estaría justificada nunca. Entonces, la alegría sería siempre un engaño, una especie de autoengaño a uno mismo, no habría nunca un motivo, nunca sería razonable el estar contentos.

Con el Acontecimiento de Cristo se abre en la Historia una inmensa luz. Es verdad que son palabras de los profetas, el pueblo que estaba en tinieblas vio una luz grande, pero es también la experiencia de veinte siglos de Iglesia. En medio de todos nuestros pecados y de todas nuestras miserias apareció la gracia y la misericordia de Dios.

Y esa gracia y esa misericordia de Dios iluminan nuestra condición humana, nos muestran en ese abrazo que Dios nos da a cada hombre y a cada mujer, a cada uno de nosotros, nos muestra sencillamente que el horizonte de nuestra vida es Dios, por muy incapaces que seamos nosotros de alcanzar ese horizonte, por más que ese horizonte sólo se nos dé como gracia, y se nos revela además ese Dios que es amor, no de una forma potente en medio de la tormenta o de algún acontecimiento extraordinario de la naturaleza, se nos revela en la forma de un niño que se deja querer y abrazar por nosotros, que se muestra a nosotros como necesitado de nosotros, que se hace a partir del momento de la Encarnación de tal manera unido a la historia de nuestra raza humana, a la historia de nuestra carne, que puede, sembrando en esa historia su Espíritu Santo, su espíritu de Hijo de Dios, sembrando en nosotros su espíritu de hijos de Dios, hacerse compañero de cada uno de nosotros en nuestra vida, en las circunstancias concretas de nuestra vida, en el horizonte y en la trama de nuestras pequeñas pasiones, de nuestras pequeñas mediocridades. (…)

+ Javier Martínez

Arzobispo de Granada

Misa del Gallo 2013, S.I. Catedral

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