“Cáritas es como el latir de la Iglesia en medio del mundo”

Eucaristía celebrada con motivo del Encuentro anual de Cáritas Diocesana, en la que comparte los tres aspectos para vivir su tarea como miembros de Cáritas, como un pueblo cristiano.

Muy querida Iglesia del Señor, porción del Pueblo santo de Dios, santo y elegido para vivir la vida de los hijos de Dios, y especialmente hoy vinculados de una manera especial a la misión de la Iglesia a través de Cáritas;

muy queridos sacerdotes concelebrantes:

La verdad es que celebrar la Eucaristía al principio –pensaba yo- (aparte de las dificultades de agenda) tiene su sentido, porque expresa un poco lo que es Cáritas. Cáritas es como el latir de la Iglesia en medio del mundo. Y el latir de la Iglesia está tocado en su raíz por la Presencia viva de Cristo. Es Cristo quien con su amor sin límites por nosotros, el que descendió hasta nuestra humanidad compartiendo con nosotros el llanto por la muerte de un amigo, las miserias humanas, hasta ser condenado a muerte como un malhechor; y no sólo como un malhechor, sino realmente casi con una muerte que estaba reservada al tipo de hombres que en cualquier sociedad pensamos como el tipo peor posible de hombres, como un terrorista. Era a aquellos a los que se reservaba la crucifixión. Y como él fue presentado ante la autoridad romana como pretendiente a la realeza, como Rey de los judíos, o como alguien que pretendía ser Rey de los judíos, por eso fue condenado a la peor de las muertes que conocía el mundo antiguo: a una muerte en la cruz, expulsado, fuera de la ciudad, fuera del campamento.

Ese amor infinito de Dios es el que cambia la vida de los hombres, el que hace renacer en nosotros la esperanza, incluso la persona más herida, incluso la persona más torpe si queréis, o más dañada que podamos encontrar. Nosotros sabemos que hay una esperanza para todos. Ciertamente, en Cristo, cuyas entrañas son el Cielo. El Cielo no es un sitio como se imaginan los niños. El Cielo es el Señor. Y nosotros somos cristianos y no paganos justo porque hemos conocido las entrañas de misericordia del Señor, porque hemos conocido su amor infinito por los hombres, hasta el punto de que bajó a lo más profundo de la tierra. Sólo su madre y Juan, y unas pocas mujeres, que estaban cerca de él, permanecieron cerca de allí; todos los demás huyeron; Pedro le negó, y experimentó ese abandono de los amigos y la traición de los amigos, y experimentó la mentira o la avaricia de Judas. Experimentó todo lo que el ser humano pueda experimentar de dolor, para que nadie podamos pensar jamás que Dios no es capaz de abrazarnos en nuestra miseria o en nuestro desasosiego o en nuestra desesperanza o en nuestra pobreza.

Cáritas nace de ahí. Nace de ese amor infinito de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Nace, por lo tanto, de la entraña misma de la Iglesia. No es una obra de la Iglesia, una empresa, ni una institución que accidentalmente esté como vinculada de la Iglesia o que nace como inspiración general de la Iglesia. No. Es el corazón mismo de la vida de la Iglesia. De tal manera, que una de las misiones fundamentales de Cáritas –porque no todos los cristianos somos conscientes, incluso los que lo somos se nos olvida tantas veces-, que un corazón que no late es un corazón muerto, por lo tanto que ese latido de la Iglesia, que es el latido del corazón mismo del hombre sin condiciones, sin límites, sin poner ningún tipo de reglas humanas que dependan, o que frenen, o que limiten ese amor, es la vida misma de la Iglesia.

Quería compartir con vosotros esta mañana tres objetivos que puse el año pasado y los vuelvo a poner este año. Porque suponen verdaderamente cambios que no se consiguen haciendo dos o tres cosas, sino que suponen un cambio de actitud y de corazón. Y es parte de las cosas a las que nos ha llamado el Papa Francisco, creo que las más esenciales.

Primero, como signo de conversión a la que el Evangelio de hoy también nos reclamaba, que seamos una “Iglesia en salida”; que no seamos una Iglesia que se limita a sostener las cosas que ya existen en las parroquias, a las comunidades o los movimientos, sino que seamos verdaderamente un pueblo tocado por el amor de Dios. El lema de mañana del día del DOMUND es “Sal de tu tierra”. Eso: salimos en búsqueda del que tiene necesidad de Dios y eso es todo ser humano, aunque no lo sepa. La mayoría de los hombres pueden no saber, pero todos buscan a Dios, aunque no lo sepan, porque todos buscan ser felices, porque todos buscan ser respetados. Y Dios nos respeta como no nos ha respetado nadie, jamás, a ninguno, en la vida. Porque todos buscan ser amados, y Dios nos ama como nadie nos ha amado en la vida y como nadie jamás podrá amarnos. Hay que salir en búsqueda ofreciendo…, y aquí se me ocurría a mi una frase de Juan Pablo II, que decía, “Si hay que resumir cuál es el anuncio del que la Iglesia es portadora para el mundo, es sencillo: se trata de poder decirle a cada hombre y a cada mujer, que nos encontramos en el camino de la vida, ‘Dios te ama, Cristo ha venido por ti’”.

Es una frase muy sencilla. Recuerdo yo que, después de haberla oído por primera vez, visitaba un hospital comarcal y el párroco me había preparado la visita para una hora y media o dos horas, y tuvimos que cancelar todo lo que había aquella tarde porque tuve que recorrer todas las habitaciones. Y todas es todas. Al final, las enfermeras me decían: “Dígame usted la medicina que tiene usted porque la ponemos inmediatamente en el carrito donde repartimos las medicinas”. Yo no tengo mas que una medicina y es poder decirles –algunos eran creyentes, otros no eran creyentes, algunos estaban muy alejados, otros estaban muy cerca de la muerte- que no estás solo. Si el hombre o la mujer me contaban un poco de su vida, o le notaba yo que se le abrían los ojos, o notabas que su corazón se había como conectado con lo que había dicho, incluso en forma de pregunta “cómo me dice usted que no estoy solo si nadie viene a verme”, le podía decir: Sí, Dios está contigo, Dios te quiere, Dios está a tu lado, y cuando nadie esté contigo, ni siquiera de tu familia, Dios seguirá a tu lado. Esa era mi medicina. Y esa medicina la necesita muchas personas que piensan no conocer a Dios pero que lo buscan con todo su corazón, porque todos deseamos ser amados, todos necesitamos ser amados y todos buscamos el ser felices. “Iglesia en salida”, en búsqueda del corazón del hombre, en búsqueda del corazón de cada uno, de cada persona, con la concreción con la que lo decía: “De cada hombre y de cada mujer”. “Iglesia en salida”, por tanto.

Segundo. El centro de la evangelización –dice el Papa Francisco-, el kerigma. El kerigma significa el anuncio explícito del Hecho de Jesucristo. En la frase “Dios te ama, Cristo ha venido por ti” se hace muy consciente; se hace muy consciente que el centro del cristianismo es el ser humano, porque Dios se ha abajado y ha bajado al abismo y ha gustado el caliz de la muerte y de la traición y de la mentira. Todo lo que acompaña la vida humana, todas las miserias de la vida humana, por amor a nosotros. Por lo ta
nto, el valor de la vida de un hombre y de una mujer es siempre un valor infinito. Poder anunciar ese amor infinito explícitamente. No es que nosotros somos muy buenos, no es que nosotros tenemos un corazón muy bueno. No. Si es que nosotros estamos hechos de la misma madera que el último de los pecadores o que el más grande de los pecadores. Y si no vivimos así, es por gracia de Dios, porque nos ha dado una familia, porque nos ha dado una comunidad, una parroquia, un espacio donde nosotros hemos podido encontrar ese amor y se nos ha hecho razonable vivir de otro modo. Pero no somos mejores –repito- que el más grande de los pecadores que pueda haber en la tierra. Anunciamos lo que hemos visto. Anunciamos la conciencia que tenemos que nosotros hemos sido rescatados y se nos ha abierto en la vida el horizonte del amor por la gracia de Cristo. Y esa gracia de Cristo es la que anunciamos.

El tercer punto, quizás el más importante para vosotros, la Doctrina de la Iglesia –ha dicho el Papa Francisco- pertenece al corazón del kerigma. Es decir, no es algo añadido a la vida de la Iglesia, ni a la misión de la Iglesia; no es un extra opcional, como ahora ofrecen en los DVDs. Fue Juan Pablo II quien dijo la Doctrina Social de la Iglesia pertenece a la teología. Es teología. Y él hablo: más explícitamente, pertenece a la teología moral. En una época en que se pensaba que la doctrina Social se derivaba de las doctrinas económicas o sociales o políticas, que dominaban en ese momento el mundo, en los años 60 o 70. El Papa Juan Pablo II tuvo el valor de decir: no es la Iglesia de Cristo si no vive esa Doctrina Social. Todavía es más fuerte lo que nos recuerda el Papa Francisco: la Doctrina Social pertenece al kerigma mismo. Si la evangelización es el kerigma, no se puede ser cristiano sin desear salir a ofrecer ese amor por las calles, por los rincones, a todos los que uno pueda encontrarse. A veces, es más fácil ofrecérselo a los de lejos que ofrecérselo a mi cuñado, que lo tenemos al lado todos los días.

El Señor conoce nuestras limitaciones, pero nuestro deseo tiene que ser que no haya nadie que pueda no unirse a nuestra alegría, porque hemos conocido el amor sin límites de Jesucristo, hagáis lo que hagáis, vuestros planes, vuestras estrategias.

Hay otro pensamiento del Papa Francisco que es muy bello, tomado de un teólogo del siglo XX, muy grande, que se llamaba Balthasar, que decía “el centro de la Iglesia está siempre en la periferia”. El centro de Cáritas no está en Cáritas Diocesana. Cáritas es sólo un instrumento, pero el centro de la Iglesia está donde está acontecimiento el Misterio de la Redención. Y el Misterio de la Redención está aconteciendo cuando a lo mejor cualquiera de nosotros está recibiendo a un inmigrante o está recibiendo a una familia necesitada, o a un pobre vergonzante, que resulta que vive en la Gran Vía y le da mucha vergüenza pedir pero que no tiene para comer. En ese momento, cuando vosotros le miráis con amor a esa persona es Cristo, porque Cristo se ha hecho uno con nosotros y nosotros somos su cuerpo. Es Cristo quien está mirando a esa persona con amor. Cuando vosotros acogéis o acariciáis a un hermano es Cristo quien lo hace por vuestras manos, por vuestra voz, por vuestro corazón. Es Cristo quien ama a través de vuestro corazón y de vuestro amor. Esa es la Iglesia de Cristo y eso es Cáritas. En ese sentido, un ideal tendría que ser que algún día Cáritas no se distinga demasiado. Necesita su organización, evidentemente. Pero que fuera la vida de todo un pueblo cristiano. Hace dos días, escribía yo que si todos los cristianos nos pusiéramos a vivir nuestra vocación, sencillamente, con ilusión, con alegría y con esperanza, qué precioso lugar para vivir sería el mundo y qué diferente de lo que nos muestran todos los días los telediarios.

Señor, conviértenos, llévanos al centro de tu misterio, al centro de ese misterio de amor que Tú eres, para que ese amor pueda brillar, pueda resplandecer en todo lo que somos y en todo lo que hacemos. Así lo pido yo para mi, para todos los sacerdotes, para toda la Iglesia.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

22 de octubre de 2016
Parroquia Regina Mundi

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