Proyecto Samaria: círculo de creatividad y caridad perfecto

Diócesis de Córdoba
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La diócesis de Córdoba comprende la provincia de Córdoba, en la comunidad autónoma de Andalucía y es sufragánea de la archidiócesis de Sevilla.

Cuarenta y cinco personas se forman para el sector de la hostelería y la agricultura ecológica en un círculo de creatividad y caridad perfecto: el grupo hostelero que forma a las personas desempleadas consume además los productos ecológicos que cultivan los alumnos que se forman en la Finca “La Reina”. En la Parroquia de la Asunción, el sacerdote Ángel Roldán ha conciliado las necesidades laborales y empresariales en el programa Samaria, todo un ejemplo unión fraterna. Hostelería, agricultura sostenible y jardinería son la tres líneas de formación que además cuentan con demanda laboral

Al párroco, don Ángel, no le deja de sonar el móvil, la demanda de ayuda es muy alta y él la administra con eficacia, imaginación y entrega. “En mi barrio al que busca es al cura”, explica sin atisbo de cansancio. En la Parroquia de la Asunción del Parque Figueroa de Córdoba, la pandemia ha desdoblado una verdadera ola de caridad, primero en forma de alimentos para una población trabajadora que se vio sorprendida por ERTES y ceses de contratos al principio del Estado de Alarma sanitaria, más tarde, la necesidad se derivó a la búsqueda de trabajo. El párroco contactó con grupos empresariales para formar a personas desempleadas. El proyecto recibe el nombre de Samaria, donde el amor al prójimo no distingue procedencias.

¿Cómo consigue que grupos empresariales tan importantes de Córdoba como Grupo Cabezas o Finca “La Reina” ofrezcan recursos, tiempo y dinero para este proyecto de formación de desempleados?

Son empresas que cuidan mucho a las personas y a la sociedad cordobesa y, a través de varios contactos que tuvimos durante la pandemia y varias aportaciones que hicieron a la parroquia, fuimos viendo la necesidad de un perfil muy concreto de contratación y salida laboral: así surgió este plan de formación de nombre “Samaría” que forma a personas en hostelería, agricultura ecológica y jardinería.

Tanto la hostelería como la agricultura Sostenible son sectores de alta demanda laboral en nuestra provincia, ¿cómo se definen estos perfiles?

Las personas de las empresas son expertas y esto nos ha ayudado mucho en este cometido. Se hace de la siguiente manera: primero se publicita la oferta y las personas interesadas se ponen en contacto y apuntan en la parroquia; se hace una entrevista de selección que la lleva a cabo la empresa y representante de la parroquia. Entonces, se va entrevistando uno a uno y se ve su interés, cualidades, necesidades, etc. Conforme a las plazas que la empresa necesita, se va haciendo una selección y si se supera la demanda se hacen dos cursos simultáneos.

¿Quiénes son los tutores de estos cursos? ¿Quiénes realizan esta formación?

Son los propios empleados de Grupo Cabezas y Finca “La Reina”, expertos en hostelería que trabajan como profesionales en Casa Pepe, Casa Rubio o Taberna número 10. En el Cortijo “La Reina” los cursos los imparte un experto en agricultura ecológica.

Toda la producción de agricultura ecológica es consumida después en los restaurantes y tabernas del grupo Cabezas, ¿nosotros como consumidores colaboramos también con el proyecto?

Es un círculo perfecto, podríamos decir. Ya se está empezando a producir, ya están recolectando, esos productos van a Casa Pepe y Casa Rubio: lo producido en el cortijo “La Reina” es vendido por nuestros propios alumnos para beneficio del gran proyecto que supone “Samaria”.

En este proyecto hay más entidades implicadas, ¿de cuáles hablamos?

La entidad que desde primera hora apostó por este proyecto fue Fundación Caixa Cajasol. Este es un proyecto de financiación privada absolutamente, nace del empuje de la generosidad, pero había que afianzar todos los pagos para formadores, herramientas, desplazamientos y seguros, por esta razón recurrimos a la Fundación Caixa Cajasol, que ha apostado al cien por cien por el proyecto.

¿Cómo acogen los alumnos la oferta de esta formación?

Reaccionan con mucha alegría. Dar el paso a apuntarse es un plus. Desde el momento de la entrevista veo esas caras de ilusión y alegría que permanecen durante todo el tiempo de formación, testigo de esto somos todos los que nos estamos relacionando en este campo. Es la alegría y el gozo de ver un poco de luz en lo laboral que después repercute en la economía, en la familia: es motivo de esperanza.

¿Hasta cuándo se prolongarán los cursos?

El tiempo de los cursos lo marca el empresario, que estima el tiempo necesario. El de hostelería fueron tres meses, en ese tiempo se forma al alumno en cocina, sala o barra; también el de jardinería dura tres meses de lunes a viernes con horario laboral normal. En agricultura ecología, depende de la siembra, la recolección: es también por horas pero más extenso en el tiempo.

El inicio de la pandemia fue especialmente duro en el Parque Cruz Conde, ¿cómo recuerda aquellos días?

Ante un confinamiento total como el que hemos sufrido, toda la economía sumergida y contratos precarios acaban en la ruina. Hay un perfil de persona que lo pasa realmente mal. Ese es el origen de toda esta luz laboral, si no hubiésemos creado nunca esta iniciativa de formación. Ante ese parón radical y desolador es como nace este proyecto.

En aquellos días, la parroquia registró una labor incesante de voluntarios, ¿cómo se articula esa ola de caridad?

Fueron días terribles, las familias nos necesitaban a todas horas, a veces, llegaban personas a la parroquia que no sabíamos si venían a ayudar o a pedir. Pedían entonces comida, alimentación, higiene, entonces aún no pedían trabajo. Hablamos con propietarios de pisos para saldar los alquileres. La situación era realmente desoladora. Por suerte o desgracia, la gente a quien busca es al cura y eso te hacía dar el doscientos por cien con la ayuda de mucha gente. Contamos con la ayuda de voluntarios donde participan los jóvenes de las Ermitas, que son un grupo muy generoso y orientado, y voluntarios de la parroquia, que somos una gran familia. Pusimos cada uno lo que debíamos que poner en el momento que estábamos viviendo. Hicimos lo mejor, de la mejor manera que pudimos. No se podía hacer de otra manera, en abril, mayo y junio no se podía hacer otra cosa. La gente buscaba ayuda desde las seis de la mañana, entonces no se podían plantear proyectos como este. Fueron momentos tristes, terribles pero llenos de generosidad. Cada tres semanas hacíamos una inversión de trece o quince mil euros, que no es tanto, pero había que administrarlo bien y de la manera más justa: visitábamos sus casas y estudiábamos la situación de cada familia.

Mucho trabajo por delante, padre…

Y muy ilusionado junto a las personas que colaboran en este proyecto. Todos están muy entregados. Para las visitas a los propios grupos de formación, el seguimiento a los alumnos, los cursos están acompañados, los ayudamos a hacer su ciurriculum, a responder en una entrevista de trabajo y se va contactando con más empresas del sector. Hay empresas de jardinería muy interesados en nuestro 24 alumnos de este curso y eso significa inserción laboral. Miramos al futuro.

 

“Damos herramientas para que salgan adelante, no limosna”

José María Cabrera trabaja en la finca “La Reina” desde hace 33 años. Es Ingeniero agrónomo y se dedica a la agricultura por tradición familiar y vocación, su padre ya labraba aquellos terrenos desde mediados del siglo pasado. Hace tres años se ha sumado su hijo a esta tradición laboriosa y fundamental. Casi siete mil personas han pasado por allí entre trabajadores y sus familias en años de historia de explotación agraria

“Nosotros tenemos inculcado por la familia y la empresa cuidar a los demás”, asegura José María, por eso cuando conoció al párroco de la Asunción del Parque Figueroa se puso en marcha esa enseñanza principal que sigue transmitiendo a sus hijos: “levantar la cara para ver qué necesitan los demás”. Todo fue producto del conocimiento de la necesidad y  la capacidad para idear ayuda.

La finca “la Reina” es muy grande, antes, casi un pequeño pueblo, con Iglesia y escuela primaria y formación profesional. Eso ha creado una idea de unidad y familia que invita a reciclar a las personas formadas, por eso el proyecto “Samaria” cuenta con un precedente muy valioso para desarrollar esta idea de don Ángel, dedicado a enjugar las necesidades del Parque Figueroa. Él tuvo la idea: se trataba de conjugar los recursos “la Reina”, las necesidades de la parroquia y la ayuda fundamental del Grupo Cabezas para el consumo de los productos de agricultura ecológica. Para promocionar el cultivo ecológico necesitaba de manos formadas expresamente, ahora dieciocho hortelanos se forman en “La Reina” con los que José María tiene relación directa “partiendo del hortelano que da las clases, a los chavales que allí están para saber qué problemas tienen, cuáles son sus necesidades”. Durante el verano, la recolección de patata, ajo y cebolla necesita la mano de obra de 150 personas, muchas de ellas proceden de parroquias de Córdoba. Allí encontrará ”rectitud y también dulzura, le estamos dando una herramienta para que salgan adelante, no damos limosna”.

José María ya tiene otros proyectos en mente, todos ellos están vinculados a la formación de personas desempleadas o que necesitan reciclar su oficio. Están llamados al proyecto quienes necesiten acompañamiento y formación.

 

“Queremos devolver a la sociedad parte de lo que nos ha dado”

Miguel Cabezas y Lola Carmona. Grupo Cabezas

Cuando el párroco llegó a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del Parque Figueroa, Miguel y Lola ya habían hecho más de una incursión buscando hacer de su condición de empresarios de la hostelería un servicio para el desarrollo de programas específicos para Cáritas, todos ellos vinculados a la promoción de la persona a través de trabajos que precisaban formación y se consolidad en puestos de trabajo.

Su grupo hostelero emplea a ochenta y cuatro personas y están convencidos de que la parte “social“ de su empresa es un baluarte irrenunciable, han sabido conjugar la empleabilidad que ofrecen sus cincos sectores de negocio con la capacitación de personas que han quedado orilladas de la sociedad por el desempleo, porque para este matrimonio es muy importante “devolver a la sociedad de Córdoba parte de lo que nos ha dado”, asegura Miguel Cabezas, conocido por regentar negocios tan populares como Casa Pepe o Taberna nº 10, entre otros.

Lola, su esposa, recuerda como don Ángel les ofreció participar en el programa “Samaria”  y expresa su alegría al recibir a personas a las que formar en sus negocios “llegan con muchas ganas, tienen mucha necesidad, algunos de ellos se han quedado trabajando con nosotros”.  Esa relación se va ensanchando a medida que pasa el tiempo y Miguel observa como la persona va incrementando su ilusión e interés a medida que se siente capacitada, “la curiosidad aparece al llegar, pero al empezar los cursos, al ver cómo se trabaja en sala o como se dan a conocer los vinos los llena, les apasiona: de la necesidad llegamos a la pasión”.

Los negocios del Grupo Cabezas siempre han apostado por productos ecológicos y sostenibles y el puente que se tendió con la Finca “La Reina” es el resultado de una gestión audaz e imaginativa y ahora ya sueñan con que “podamos explicar a nuestro clientes dónde y cómo se cultivan nuestros productos”. Miguel y Lola eran muy jóvenes cuando ya participaban en la vida de la parroquia del Parque Figueroa, algo que ha forjado una mirada dulce y pausada sobre el prójimo “quieres mucho a la comunidad en la que te has criado, nosotros somos también producto de la misma sociedad, del mismo barrio”, coincide el matrimonio. Los dos destacan la ”fuerza contagiosa” del párroco que hace posible “echarle un cable, aunque no somos más que una extensión de lo que él necesita”.

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