San Pelagio y dos nuevos sacerdotes

Palabras del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández

Los últimos días de junio, año tras año, nos llegan estos dos acontecimientos, uno de la mano del otro, la fiesta de san Pelagio y las ordenaciones sacerdotales.

El 26 de junio celebramos la fiesta solemne de San Pelagio, niño mártir en Córdoba, que ofreció su vida como rescate de su tío Hermogio, obispo de Tuy, prisionero del califa cordobés, y, retenido en la corte cordobesa del califa, a sus 14 años no consintió los halagos y propuestas de abuso sexual que el califa le propuso. Muere mártir en el año 925 y supuso un fuerte campanazo en la comunidad cristiana (mozárabe) de su tiempo. No sólo la propuesta deshonesta del califa, sino sobre todo la respuesta cristiana de un jovencito que había aprendido en su casa los mandamientos de Dios y el respeto a su santa ley.

Es todo un ejemplo también para nuestro tiempo, que alardea de liberación en el campo afectivo sexual y, por el contrario, somete al hombre (varón y mujer) cada vez más a la esclavitud de una sexualidad que no expresa el verdadero amor. San Pelagio, mártir de la castidad, es ejemplo y estímulo para los jóvenes y adultos de hoy. Nos enseña que la sexualidad es un don de Dios, es lenguaje del amor verdadero, cuando sigue la ley de Dios y no el capricho de las pasiones.

El Seminario de Córdoba, edificado sobre el lugar físico del martirio de san Pelagio, lleva su nombre y está encomendado a su celestial patrocinio, inspirando a los jóvenes que se preparan al sacerdocio desde hace siglos en este lugar los mejores sentimientos de pureza de alma y cuerpo, preparándose así para el servicio de Dios y del pueblo santo de Dios. Es tradicional en Córdoba que, en torno a la fiesta de San Pelagio, sean ordenados los nuevos presbíteros. Y no han faltado año tras año nuevo jóvenes que, después de una esmerada preparación, dan este paso definitivo y reciben el sacramento del Orden de manos del obispo para servir a la Iglesia santa.

Este año son dos, Javier y Mario. Javier procede de Pozoblanco y Mario de un pueblo de Jaén con recorrido por otros lugares hasta llegar a Córdoba. Los dos son personas maduras en edad y en formación. Cada uno de ellos ha cursado su carrera civil, e incluso ha ejercido su respectiva profesión. Y el encuentro con Jesucristo ha encandilado sus vidas hasta dejarlo todo para seguirle a él por este camino.

La Iglesia no puede vivir sin sacerdotes, porque son ellos los que proporcionan los sacramentos, y particularmente la Eucaristía, al pueblo de Dios. Jesucristo ha fundado así su Iglesia, sobre el cimiento de los apóstoles, con los que instituyó la Eucaristía y encomendó “haced esto en memoria mía”, al darles el mandato misionero: “id al mundo entero y predicad el Evangelio, haciendo discípulos”.

Cuando un joven descubre esta llamada, algo grande se produce en su corazón. Se pone en camino, confía su formación al discernimiento de la Iglesia, que lo cuida con esmero en el Seminario y, llegado el día soñado, lo presenta al obispo para que lo ordene presbítero. Cada una de estas vocaciones es como un nuevo milagro de la gracia en nuestros días. No se trata de una ilusión humana, que se desvanecería con el tiempo. Se trata de una llamada de Dios, que sale al encuentro de este joven por caminos insospechados para atraerle con su gracia y disponerle en su servicio. Y los dones de Dios son irrevocables.

Es una vocación que lleva consigo dejarlo todo por él. Despojados de sus propios proyectos, en castidad perfecta, en obediencia y en pobreza, libres para servir a Jesucristo en su Iglesia y hacerle presente en las comunidades a las que serán enviados. Oremos por nuestros sacerdotes, para que Dios los mantenga fieles en su santo servicio. Oremos por los jóvenes que se sienten llamados, para que dóciles a la acción del Espíritu Santo se dispongan lo mejor posible para este servicio.

Oremos por Javier y Mario para que, por la intercesión de san Pelagio, sean capaces de dar un testimonio limpio de su amor al Señor y suscitar en otros ese mismo amor. La Iglesia en Córdoba está de fiesta. Por san Pelagio se ordenan los nuevos sacerdotes.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

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