«¿Qué mandáis hacer de mí?». Día del Seminario

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

La vocación es cosa de Dios. También la vocación al sacerdocio ministerial. Él es quien llama y quien hace llegar su llamada al corazón humano. Él es quien da oídos para escucharla y fuerza para responder. Él es quien sostiene en la fidelidad a quienes le siguen. Por eso, ante toda vocación que viene de Dios, toda la Iglesia debe orar, pedir, levantar las manos a Dios, pidiéndole que envíe muchos y santos sacerdotes a su Iglesia.

La respuesta a esa vocación es cosa del hombre, ayudado por la gracia de Dios. Dios deja libre al hombre para que responda o no, para que siga la llamada o dé la espalda a la misma, como hiciera el joven rico. Y nuestra oración va dirigida a Dios, teniendo presentes a todos los llamados para que respondan fielmente a esa llamada y se mantengan fieles en este santo servicio.

«¿Qué mandáis hacer de mí?» es una frase de Santa Teresa de Jesús, a quien recordamos especialmente en este V centenario de su nacimiento. Es una frase que expresa esa disponibilidad ante la llamada de Dios, y que ella cumplió a la perfección. «Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mi?». Teresa de Jesús tuvo sus crisis, sus dificultades, sus pecados e infidelidades, pero su sí al Señor cada vez fue más grande, hasta rendirse del todo a Jesús, su amor y su todo. Es un buen ejemplo para todo cristiano, y también para todo sacerdote o para quien es llamado a serlo.

La campaña vocacional que en torno a la fiesta de san José nos propone la Iglesia cada año tiene como objetivo despertar en el corazón de todos la necesidad de tener sacerdotes para la diócesis de Córdoba y para la Iglesia universal. Jesucristo fundó su Iglesia sobre el cimiento de los Apóstoles y sus colaboradores, y los ordenados por el sacramento del Orden son necesarios para que esta Iglesia subsista por los siglos de los siglos, y permanezca en nuestra diócesis de Córdoba. Se trata de una cuestión vital y de primerísima necesidad. Por eso, estamos seguros que nuestra oración será escuchada, si pedimos insistentemente por las vocaciones al sacerdocio ministerial.

Es preciso crear un clima vocacional, de manera que un niño, un adolescente, un joven pueda percibir con nitidez la llamada de Dios y pueda responder sin mayores dificultades, porque estamos seguros que Dios sigue llamando a muchos, pero hay interferencias en la comunicación y a veces no llega esa llamada, y hay obstáculos insalvables que dificultan la respuesta adecuada. La llamada al sacerdocio suele encarnarse en un sacerdote concreto, a quien ese joven conoce directamente. «Quiero ser cura como tú», es la experiencia más frecuente en los que son llamados. Por eso, queridos sacerdotes, qué tremenda responsabilidad en este campo de las vocaciones al sacerdocio. Examinemos si nuestra vida es transparencia de Cristo buen pastor, examinemos si vivimos nuestra vida en el gozo del evangelio, examinemos si un niño o un joven puede entusiasmarse con nuestra manera de vivir.

La llamada suele darse en un contexto cristiano, fervoroso en la fe, estimulante en el seguimiento de Cristo y en el servicio a los demás. Muchas veces es la misma familia, que ha sabido trasmitir la fe a sus hijos y ha expresado tantas veces el aprecio por la vida sacerdotal, en relación con sacerdotes concretos que se hacen presentes en el hogar. Otras veces es la parroquia, el entorno del cura párroco, el grupo de monaguillos, la cercanía a las cosas del altar. Otras, el grupo de jóvenes, que vive una vida cristiana sana, eclesial, de exigencia en el seguimiento de Cristo, de entrega a los demás. En ese grupo surgen todas las vocaciones: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. Qué importante es que los grupos juveniles tengan una sólida vida cristiana, porque de ahí brotarán todo tipo de vocaciones, también al sacerdocio ministerial. No faltan vocaciones que brotan del encuentro personal con Cristo en situaciones chocantes y contrarias: la muerte de un ser querido, un fracaso aparente, un revés en la vida. Dios se sirve de todo para golpear el corazón de una persona y decirle: «Tú, sígueme».

En todos los casos, cada vocación es como un milagro de Dios. Y en nuestra diócesis hay vocaciones al sacerdocio, hay muchos milagros de Dios. Damos gracias a Dios por ello, pedimos para que los formadores del Seminario ayuden en el discernimiento y en el seguimiento y, particularmente acompañamos a los que serán ordenados en los próximos meses: 6 nuevos sacerdotes. El Señor está grande con nosotros, y estamos alegres.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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