“Peregrinos y sembradores de esperanza”

“Peregrinos y sembradores de esperanza”
Jornada Mundial de la Vida Consagrada

El 2 de febrero celebramos la presentación de Jesús en el Templo, a los cuarenta días de
su nacimiento, en brazos de sus padres José y María. Este misterio lo contemplamos
continuamente en el cuarto misterio gozoso del rosario, y una vez al año lo celebramos
gozosamente a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, cumpliendo la ley mosaica de
que todo hijo varón primogénito tenía que ser presentado en el Templo y rescatado con
una ofrenda. Para las familias pobres, un par de aves era el precio del rescate.
La fiesta va acompañada de un lucernario, una procesión con velas, significando que
María presentó a su hijo en el Templo y fue calificado por el anciano Simeón como luz
de las gentes (lumen gentium). Ella, por tanto, es la Candelaria, la que lleva en sus
manos la Candela encendida, Jesucristo luz del mundo, para presentarla a Dios y a todos
los hombres. Como tantas otras fiestas, es fiesta de Jesús y fiesta de María, porque van
siempre unidos en todos los misterios.
Coincidiendo con esta bonita fiesta, el Papa instituyó la Jornada Mundial de la Vida
Consagrada. Es día de ofrenda, de ofrenda de la propia vida. A la ofrenda de Jesús,
acompaña la ofrenda de María, y de todos aquellos que como Jesús y como María
ofrecen su vida a Dios para provecho de todos los hombres.
La vida consagrada se caracteriza por vivir como vivieron María y Jesús en virginidad,
obediencia y pobreza. En el radicalismo de los consejos evangélicos, es decir, no sólo
como actitudes interiores y espirituales, sino también como vivencia corporal y externa.
Se trata del seguimiento corporal de Jesús, que ha caracterizado a millones de hombres
y mujeres a lo largo de la historia, para un seguimiento más de cerca de Jesucristo y
para una mayor entrega al servicio de los demás, olvidados de sí mismos.
Ese estilo de vida debe ser puesto en el candelero de la Casa de Dios, que es la Iglesia,
para que alumbre a todos los de la Casa. La vida consagrada en sus múltiples formas y
carismas es una profecía para los demás cristianos y para el mundo entero, incluso para
los no creyentes, del hombre nuevo, de la mujer nueva, renovados a imagen de Cristo.
Los consagrados señalan a todos los demás el camino de la santidad, el seguimiento de
Cristo con radicalidad, la entrega a los demás, que se inspira en el ejemplo de Cristo.
Monjes y monjas retirados del mundo, entregados a la contemplación de la Palabra de
Dios y a la oración constante, trayendo gracias de Dios para toda la Iglesia,
compaginando el trabajo de cada día para el propio sustento y la lucha cuerpo a cuerpo
con Satanás, en nombre propio y de los demás. En nuestra diócesis hay veintitantos
conventos de vida contemplativa femenina, y tres de vida contemplativa masculina.
Religiosos y religiosas de vida apostólica, según los abundantes carismas de los
Fundadores, para atender a los más pobres, a los ancianos, a las tareas parroquiales, a la
educación de niños y jóvenes, a la evangelización en todos sus aspectos. Qué gran
riqueza de carismas, vividos para el bien de los demás. Los grandes santos han dejado
largas estelas de santidad, de seguimiento de Jesucristo, de servicio a los demás. Demos
gracias a Dios por esta entrega gratuita, a tiempo completo, para toda la vida.

Y junto a ellos, otras múltiples formas de vida consagrada: institutos seculares,
sociedades de vida apostólica, vírgenes consagradas. Nuestra diócesis de Córdoba sigue
dando vocaciones a la Iglesia, masculinas y femeninas. Oremos siempre por los
consagrados a Dios. Ellos son peregrinos y sembradores de esperanza, en este año
jubilar de la esperanza cristiana.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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