La Virgen de Fátima recorrerá nuestra diócesis

Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández

Nos preparamos a lo largo de este curso para el I Centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, que tuvieron lugar el 13 de mayo de 1917. El Papa Francisco ha anunciado su visita a Cova de Iría el próximo 13 de mayo para conmemorar este centenario. Allí estaremos, Dios mediante, rezando por el Papa ante la Virgen de Fátima.

 

En nuestra diócesis de Córdoba, como tenemos previsto, comenzaremos esta “misión diocesana” con la Virgen peregrina el próximo miércoles 12 de octubre en la S. I. Catedral, con la Misa a las 7:30 de la tarde, seguida de procesión de velas y rezo del Rosario por el patio de los naranjos. Estáis todos invitados. De ahí partirá a las parroquias, según el programa establecido.

 

La Virgen en todas sus advocaciones es siempre la misma: la madre de Dios y madre nuestra, que nos ha dado como fruto bendito de su vientre virginal a Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, Dios verdadero y hombre verdadero. Los apellidos que añadimos a su dulce nombre María, como éste de Fátima, vienen a recordarnos momentos, lugares, gracias especiales, a los que podemos tener especial devoción. Y por eso tiene tantos apellidos, por eso tiene tantas devociones.

 

La Virgen se apareció a tres pastorcitos, tres niños de 7, 8 y 11 años, Francisco, Jacinta y Lucía en varias ocasiones, desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917, invitándoles a que se unieran en la oración del Rosario por la conversión de los pecadores y por la paz del mundo. Ellos no tenían idea de todos aquellos mensajes, ellos no sabían dónde estaba Rusia ni quién era el Papa. Y rezando, abrieron un camino de esperanza para toda la humanidad, que atravesaba en aquel momento circunstancias difíciles de persecución de la fe cristiana por parte de un ateísmo feroz, que quería acabar con la religión. Aquella persecución ha continuado durante casi todo el siglo XX, produciendo mártires en abundancia en tantos lugares de la tierra.

Hoy, el mensaje de Fátima sigue teniendo plena actualidad: oración y penitencia. También hoy la Iglesia, los discípulos de Jesús, atraviesan antiguas y nuevas dificultades para vivir su fe cristiana. Hay lugares donde los cristianos son perseguidos hasta el martirio, degollándolos o sometiendo como esclavas a las mujeres. En otros lugares, la persecución es más sutil, queriendo expulsar a Dios de la plaza pública, de las leyes, de las costumbres, de la educación, de la familia. La Iglesia a lo largo de su historia ha conocido todo tipo de persecuciones, que le han reforzado en su fe.

Por eso, el centenario de las apariciones de Fátima es ocasión para sentir cercana la protección de la Madre, María Santísima, que acompaña al Pueblo de Dios peregrinante y es consuelo para todos los que sufren por cualquier causa. Acudamos a ella con confianza. “Mi Corazón Inmaculado triunfará”, les ha dicho María a aquellos niños, que al verse queridos y protegidos por una madre tan buena, no dudaron en afrontar todo tipo de dificultades (impropias de un niño) con tal de ser fieles a la Señora que habían visto en Cova de Iría.

Un 13 de mayo (de 1981), alguien disparó contra el Papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro con intención de matarlo. La Virgen de Fátima lo protegió, y pudo ser Papa otros 24 años más. Él siempre reconoció que fue la Virgen de Fátima la que le protegió, como sigue protegiendo a todos sus hijos. Cuántos cristianos bajo el régimen comunista del siglo XX han sufrido persecución y han tenido como referencia y consuelo a esta Madre del cielo.

La imagen de la Virgen de Fátima visitará nuestras parroquias y nuestras instituciones a lo largo de todo este año. Recemos con ella el Santo Rosario, por los pecadores, por la paz del mundo, por España. Demos gracias a Dios por tener una Madre tan buena. Démosle gracias a ella por su protección especial a lo largo de este último siglo, el siglo de los mártires. Y sigamos adelante en nuestro camino hacia el cielo, llevando esperanza a tantas personas que no la tienen. María nos acompaña siempre.

Con mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

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