La nueva vida del Resucitado recibida en el bautismo

El tiempo de Pascua es un tiempo privilegiado, que coincide con la primavera estacional. Todo invita a vivir la alegría de la nueva vida que nace y renace. No sólo la vida natural que brota pujante en la naturaleza, sino sobre todo la vida sobrenatural que brota más pujante todavía del corazón del Resucitado en la vida de la Iglesia. Porque de ahí brota el Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, derramado en nuestros corazones, que nos renueva plenamente y nos va configurando con Cristo. El acontecimiento de la Resurrección es una explosión de vida de contenido inagotable, hasta transformar el corazón de cada persona, hasta hacer nuevas todas las cosas.

No fue algo subjetivo en la conciencia de los apóstoles, sino un acontecimiento histórico, cuyas huellas eran constatables. La resurrección no es un cambio de estado de ánimo en los apóstoles, la resurrección es un cambio de vida en el mismo Jesús, que de muerto pasa a estar vivo con una vida nueva y pletórica, distinta de la anterior. Y al encontrarse con él, les cambia la vida a los apóstoles. Sucedió entonces y continua sucediendo hoy en todo el que se encuentra con Jesús.

El tiempo de Pascua va desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés. Esos cincuenta días forman una unidad, en la que Cristo resucitado convive más intensamente con su Iglesia, sube a los cielos por su ascensión y nos envía el Espíritu Santo. El tiempo de Pascua es como un anticipo del cielo, donde viviremos de manera plena y definitiva esa nueva vida que brota del Resucitado.

La Pascua es tiempo de sacramentos, de todos los sacramentos, pero particularmente de los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y Eucaristía. Es tiempo en que los niños reciben el bautismo, que sus padres han solicitado. Es tiempo en que los adolescentes y personas adultas reciben la confirmación. Es tiempo de las primeras comuniones. También es tiempo de bodas y de ordenaciones de nuevos ministros del Señor.

Este domingo, como ya es habitual, el obispo administra en la S. I. Catedral de Córdoba los sacramentos de la iniciación cristiana a nueve adultos, que han venido preparándose durante un tiempo en sus respectivas parroquias. Serán bautizados, confirmados y recibirán por vez primera a Jesús en la Eucaristía. Todo un acontecimiento en la vida personal de cada uno de ellos y en la vida eclesial a la que pertenecen.

Para ellos es punto de llegada de todo un proceso de búsqueda y encuentro con Jesucristo resucitado viviente en la comunidad eclesial. Y al mismo tiempo es punto de partida de una vida nueva, que tiene que vivirse en el contexto de una comunidad cristiana. De ahí la importancia de comunidades vivas referentes, cada vez más necesarias, tanto para los que entran en la Iglesia ahora, como para los que descubren el valor de su propio bautismo, que un día recibieron en la infancia.

Este domingo octava de Pascua es también el domingo de la Divina Misericordia. El corazón de Cristo traspasado por nuestros pecados en la Cruz, una vez resucitado, se ha convertido en un manantial de vida que se expande repartiendo misericordia a todos los pecadores. Acudamos a esta fuente de vida nueva para lavar nuestros corazones y alcanzar misericordia, para recibir un corazón nuevo.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba

 

 

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