Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.
Normalmente no entra en la piedad popular esta magna celebración anual de la Misa Crismal. Como si solo se tratara de los sacerdotes, que vienen a concelebrar con el obispo en una Misa «para ellos». No. La Misa Crismal celebra la unción de toda la Iglesia y de cada miembro de la misma, partícipes del sacerdocio de Cristo.
En el calendario litúrgico, la Misa Crismal está situada en la mañana del jueves santo, a la que sigue la reconciliación de penitentes y en la tarde la Misa de la Cena del Señor. Por razones pastorales, es decir, para evitar la acumulación de celebraciones en un mismo día, la Misa Crismal se adelanta en casi todas las diócesis algún día antes. En Córdoba, la celebramos el martes santo a las 11:30 en la Santa Iglesia Catedral. Vienen casi todos los sacerdotes. Es una celebración preciosa, a la que estamos invitados todo el Pueblo de Dios.
¿Qué celebramos en la Misa Crismal? Celebramos la unción de Cristo que unge a su Iglesia con óleo de alegría, con el Espíritu Santo. Cristo ha sido ungido, más aún es el «Ungido» por el Espíritu Santo, empapado del amor del Padre, el Hijo amado en quien Dios tiene sus complacencias. Ungido, Cristo y Mesías son la misma palabra en español, griego y hebreo. A Jesús le llamamos «Cristo» precisamente por ser el Ungido del Padre, y sus discípulos son llamados «cristianos», es decir, los ungidos por el mismo Espíritu que ungió a Jesús. Amados de Dios, envueltos de su amor, divinizados. La unción de Cristo tuvo lugar en el momento de la Encarnación y se hizo visible y manifiesta en el Bautismo del Jordán, donde el Espíritu Santo inundó a Cristo y le envió para anunciar la salvación a los pobres. Esa unción es significada y realizada por medio del santo Crisma, un perfume mezclado en el óleo, que transmite el buen olor de Cristo. La consagración del santo Crisma se realiza en esta celebración, llamada Misa Crismal.
En la Misa Crismal celebramos, por tanto, la condición sacerdotal de todo el Pueblo de Dios, de todos los miembros de este Cuerpo místico de Cristo, a los que el mismo Cristo hace partícipes de su unción espiritual en el bautismo y la confirmación. Sería una buena iniciativa pastoral que a esta Misa Crismal acudieran especialmente los que van a ser crismados (confirmados) a lo largo de este año. Que acudieran a la celebración de la que fluye como un rio de gracia la unción de Cristo para toda su Iglesia. ¡Ven Espíritu Santo! sobre este óleo perfumado para que todos los ungidos con él se conviertan en templon vivos de la gloria de Dios, testigos valientes de Jesucristo, ungidos y envueltos en el amor de Dios, hijos amados.
Y en la Misa Crismal también hacemos memoria del sacerdocio ministerial, de los que han sido o van a ser consagrados por el sacramento del Orden como sacerdotes del Señor para el servicio de su Iglesia. Este año serán seis nuevos presbíteros. Se trata de una nueva participación del sacerdocio de Cristo, para hacerle presente en su Iglesia como Cabeza, buen Pastor, Esposo y Siervo de su Iglesia. Las manos del sacerdote son ungidas con el santo Crisma para significar y realizar esa unción del alma por el Espíritu Santo, que los hace consagrados del Señor, ministros de nuestro Dios. Durante la Misa Crismal los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales, las promesas que hicieron ante Dios y ante la Iglesia de ser fieles al ministerio recibido. No han recibido sólo un encargo, han sido ungidos en su alma con el sello del Espíritu Santo, son sacerdotes para siempre y ninguna circunstancia podrá borrar esa consagración profunda. En la Misa de la Cena del Señor, escucharemos de labios de Cristo: «haced esto en memoria mía», y eso lo cumplen continuamente los consagrados con el sacerdocio ministerial. Rezad por los sacerdotes, pedid que Dios nos envíe muchos y santos sacerdotes a nuestra diócesis, rezad por los seminaristas que se preparan a ello. Pedid que los sacerdotes ya consagrados se mantengan fieles en medio de las múltiples dificultades de nuestro tiempo. Y dad gracias a Dios por los sacerdotes que nos ofrecen los sacramentos, la Palabra, el testimonio de sus vidas entregadas y el pastoreo de la comunidad cristiana.
En la Misa Crismal, la Iglesia aparece toda hermosa, sin mancha ni arruga, la Esposa que Cristo ha purificado con el baño del agua y de la Palabra, nuestra Madre (cf Ef 5). Por eso, es una celebración a la que todos los fieles estamos invitados, es una celebración para disfrutar en la fe de la hermosura y la belleza de la Iglesia santa.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba