Fiesta de San Juan de Ávila

Carta Pastoral del Obsipo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Este año se celebra el 10 de mayo con rango de fiesta por primera vez el día de San Juan de Ávila en nuestra diócesis de Córdoba, la diócesis de San Juan de Ávila. Con motivo de su doctorado, la Santa Sede ha concedido que en la Basílica Pontificia su día se celebre con rango de solemnidad, y en toda la diócesis con rango de fiesta. Una nueva ocasión para hablar del nuevo doctor, maestro de santos, y acudir a su valiosa intercesión.

Fue el 10 de mayo de 1569, al comenzar el día, cuando el alma del santo maestro voló al cielo, dejando en la tierra sus despojos mortales hasta el día de la resurrección final. Despojos que guardamos con veneración como preciosas reliquias en el sepulcro de la Basílica de San Juan de Ávila en Montilla, donde celebramos especialmente su fiesta, su dies natalis, el día en que nació para el cielo. Todavía conservamos su casa, su habitación, su lecho de muerte.

Su cuerpo y sus reliquias nos ponen en contacto con su persona, que no está muerta, sino que sobrevive en su alma con Dios gozosamente en el cielo. Ese trato con su persona viviente se siente especialmente intenso junto a su sepulcro, junto a los lugares en los que vivió, y especialmente en Montilla, desde donde partió para estar definitivamente con Dios en el cielo. Por eso, peregrinamos hasta su sepulcro, para alcanzar gracias que pedimos a Dios por su intercesión. Los santos son nuestros hermanos mayores, que nos adelantan en el camino de la vida y tiran de nosotros hacia donde ellos están, al cielo, a la santidad, a la unión con Dios para siempre, a la entrega sin reserva a los demás. La amistad con los santos nos hace mucho bien, «dime con quién andas y te diré quién eres».

La figura de san Juan de Ávila se nos agranda cuanto más le tratamos. Un hombre polifacético, que ha vivido centrado en Dios y haciendo el bien a los demás, sobre todo por medio de su ministerio pastoral de predicar, aconsejar, dirigir a las almas por el camino de la perfección cristiana. Un santo con una personalidad muy atractiva, en su juventud inquieta, en su radicalidad para seguir a Jesucristo perdiéndolo todo por Él. En sus pruebas, sufriendo cárcel por las envidias y las intrigas humanas, y aprovechando esas pruebas para identificarse con Cristo crucificado. En su entrega hasta el agotamiento, predicando por pueblos y ciudades «que Dios es amor». Un santo con una oración superabundante, identificado por amor con Cristo crucificado, predicador con fuego en el alma, que incendiaba a quienes le escuchaban. Un santo que ha recorrido los caminos de Andalucía para llevar a todos al encuentro con Cristo.

La diócesis de Córdoba se siente urgida en dar a conocer al mundo entero a este cura diocesano de Córdoba (clericus cordubensis), que está vinculado por su nacimiento o por su ministerio con las diócesis del entorno. Hemos celebrado recientemente el Congreso Internacional «San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia» con gran afluencia de participantes y con conferencias de altura y de divulgación, que podéis seguir en la web de la diócesis de Córdoba y serán publicadas en las Actas del Congreso. Hasta su sepulcro está peregrinando toda la diócesis por arciprestazgos, y son miles los peregrinos que vienen de tantos lugares, algunos desde lejos: cardenales y obispos, sacerdotes y seminaristas, familias enteras, grupos de jóvenes, parroquias y movimientos. Todos experimentan el atractivo de este maestro de santos, que la Iglesia nos propone como doctor de la Iglesia universal. Él nos transmite el deseo de parecernos a Cristo identificándonos con Él. Y, al encontrarnos con Cristo, san Juan de Ávila nos contagia el ardor misionero de llevarlo a los demás: «sepan todos que nuestro Dios es amor» y que Jesús «amó mucho más que padeció». Impulsados por ese amor a Cristo y a los demás, san Juan de Ávila es un estímulo para la nueva evangelización, para llevar a los demás la buena noticia.

La fiesta de san Juan de Ávila es una ocasión para renovar nuestra vocación a la santidad, para renovar nuestro ardor misionero, para volver a descubrir cuánto bien hace un sacerdote santo a la Iglesia y a la sociedad, dejando una estela de bien para las generaciones venideras. La fiesta de san Juan de Ávila sea ocasión para pedirle al Señor muchos y santos sacerdotes, según el Corazón de Cristo. Ellos nos impulsarán a todos por los caminos de la nueva evangelización.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.

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