Fiat – Ecce venio (Hágase – He aquí que vengo…)

Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Estamos en las vísperas de la Navidad, y la atención de la Iglesia se centra en María: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho es Señor se cumplirá» (Lc 1,45) y en Jesús, que entra en el mundo obedeciendo al Padre: «He aquí que vengo (ecce venio) para hacer tu voluntad» (Hbr 10,7). La generación biológica del Niño que ha brotado en el seno virginal de María, tiene su origen en un acto de fe total por parte de María. En este año de la fe, María nos enseña que la vida de fe produce frutos de amor y buenas obras en nuestras vidas. Dichosa María, modelo para el creyente.

La actitud de María, «hágase (fiat) en mí según tu Palabra» (Lc 1,38) es la expresión de una fe total y sin condiciones a Dios, que le pide el consentimiento para colaborar en el misterio de la Encarnación como madre del Redentor. María concibió al Verbo en su mente antes que en su vientre, nos recuerda san Agustín. Es decir, acogió por la fe al Verbo de Dios antes que darle carne de su carne. Y en el mismo instante en que ella da su consentimiento, el Verbo se hace carne en su seno virginal. Este es el misterio de la Encarnación del Verbo, que siendo Dios, y sin dejar de serlo, se hace hombre verdadero.

En ese mismo instante cronológico, en el que el Verbo increado entra en la historia como criatura, entra con la actitud de profunda obediencia ante el Padre: «He aquí que vengo (ecce venio) para hacer tu voluntad» (Hbr 10,7). Ya desde el comienzo, el Hijo entra en el mundo en actitud de obediencia al Padre, en actitud de ofrenda de la propia vida con tonos sacrificiales, en actitud sacerdotal ofreciendo su propio cuerpo, su corazón humano, en actitud de solidaridad con todos y cada uno de los humanos. «Por el misterio de la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido de alguna manera con cada hombre» (GS 22). Ya en el instante de la Encarnación, queda expresado todo el misterio redentor del Hijo, que viene como sacerdote eterno, ofreciendo su misma vida, para la redención del mundo. Y todo ello se realiza en actitud de obediencia, de amor, de ofrenda, de solidaridad.

En torno a la Navidad, somos invitados a contemplar esa sintonía entre María y Jesús, que se produce precisamente en el instante de la Encarnación y permanecerá a lo largo de la historia y para toda la eternidad. El corazón de María está en plena sintonía con el corazón de Jesús, su Hijo. Uno y otro viven en la obediencia amorosa a Dios y al plan redentor, que incluye la disponibilidad total, la ofrenda de la propia vida, la solidaridad con todo el género humano, al que Dios quiere salvar.

El fiat de María es cronológicamente simultáneo al ecce venio de Jesús. Sus corazones laten al mismo ritmo. El motor de este amor es el Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, que envuelve el corazón de María y el corazón de Jesús. Movidos por el Espíritu Santo, estos dos corazones humanos se convierten en el motor del cambio de la historia de la humanidad. El destino de la humanidad ya no es la ruina que ha traído el pecado como desobediencia a Dios. El destino de la humanidad es la sintonía con Dios por la obediencia, desde donde se construye un mundo nuevo, redimido por el amor.

Somos invitados a entrar dentro del corazón de Jesús y del corazón de María, de la Madre y del Hijo, para admirar esta sintonía de sentimientos, pidiendo que nuestra vida conecte y sintonice con estas actitudes. La libertad a la que el hombre aspira se alcanza por el camino de la obediencia en el amor. En esta dinámica de amor es introducido José, que cumple lo que el ángel le dice (Mt 1,24), poniéndose a plena disposición del misterio redentor. En esta dinámica de amor entra todo el que se acerca al misterio de la Encarnación. Entremos estos días en esa órbita, y seremos impulsados en esa misma dirección de obediencia amorosa a Dios, de ofrenda de nuestras propia vidas, de solidaridad con nuestros hermanos. Eso es Navidad.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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