Epifanía y misión

Carta semanal del Arzobispo de Sevilla y Administrador Apostólico de Córdoba, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo segundo después de Navidad está situado entre las solemnidades de Santa María Madre de Dios, que celebrábamos en el primer día del año, y la Epifanía del Señor. Con la celebración de la maternidad divina de María, hemos iniciado el nuevo año de la mano de Virgen, reconociendo así el papel insustituible de María en el misterio de la Navidad. A ella, que hace posible la encarnación y el nacimiento del Señor, le pido para todos los fieles de la Diócesis que el año 2010, sea verdaderamente un año de gracia, de verdadera renovación de nuestra vida cristiana y de un vigoroso impulso en nuestro compromiso apostólico. Con palabras de la primera lectura de la Eucaristía del pasado día 1, os deseo a todos que en el nuevo año, “el Señor os bendiga y os proteja, ilumine su rostro sobre vosotros y os conceda su favor; (que) el Señor se fije en vosotros y os conceda la paz” (Núm 6,24-26).

El próximo miércoles, 6 de enero, celebraremos la Epifanía del Señor, la popular fiesta de los Reyes Magos. Todos recordamos con nostalgia las noches de Reyes de nuestra infancia, la expectación de los regalos por humildes que fueran. Aun hoy, lejos ya de la ingenuidad in¬fantil, seguimos disfrutando con la ilusión de los niños y el colorido de las cabalga¬tas de Reyes en pueblos y ciudades. Los regalos que hacemos o recibimos en Navidad y Reyes están en perfecta sintonía con el significado de estos días, porque son un reflejo pálido del gran regalo recibido de Dios con el nacimiento. Los regalos nos recuerdan el gran don que Dios nos hace, por el que tenemos que ser agradecidos, entregándole nuestras vidas a  su servicio y también al servi¬cio gratuito de nuestros hermanos, imitando al Señor, que se nos da, que hace don y gracia para todos.
     
Epifanía significa manifestación de Dios. En la Historia de la Salvación, Dios se ha ido manifestando gradualmente. En las primeras etapas, a través de la creación. Después, se revela por medio de los profetas. Con el naci¬miento de Jesús, comienza la etapa definitiva de la manifestación plena de Dios a la hu¬manidad. Desde entonces nos habla no a través de intermediarios, sino por medio de su propio Hijo, que se encarna y se nos hace cercano y accesible.
  
En su nacimiento histórico hace 2000 años, Jesús se manifestó primero al pueblo de Israel representado por José, María y los pastores. Pero el Hijo de Dios vino para toda la humanidad, representada por los tres Reyes Magos. Estos personajes misteriosos, ajenos al pueblo de Israel, simbolizan la voluntad salvífica universal de Dios en el nacimiento de su Hijo. Por ello, la Epifanía, manifestación de Dios a los pueblos gentiles, es nuestra fiesta. En las personas de los Reyes Magos, estamos prefigurados todos nosotros y la humanidad entera. El mis¬terio revelado en primer término a los más ínti¬mos y cercanos, se abre y se manifiesta también a nosotros y a toda la humanidad. Que en estos días, al mismo tiempo que contemplamos el misterio del Dios hecho niño, agradezcamos con emoción el don de la fe que recibimos el día de nuestro bautismo, la auténtica y verdadera epifanía y manifestación de Dios en nuestras vidas.
  
La Epifanía es la fiesta de la universalidad de la salvación que Jesucristo ofrece a todos los hombres y mujeres de todas las épo¬cas y lugares. Nadie está excluido del plan salvador de Dios, sea judío o griego, blanco, negro o amarillo, rico o pobre, sabio o iletrado. Por ello, celebrar la fiesta de la Epifanía exige de nosotros colaborar con el plan de Dios, hacer que Dios sea conocido, reconoci¬do, adorado y glorificado por todos los hombres. La Epifanía, junto con Pentecostés, es la gran fiesta de la misión universal de la Iglesia, una fiesta de una intensa tonalidad apostólica y misionera. Después de dos mil años de cristianismo, una gran parte de la humanidad no ha oído todavía la Buena Noticia de Jesús, no lo conoce ni lo ama, no disfruta de su intimidad, de su amistad y de la paz que Él concede a sus amigos.

En esta fiesta celebramos las Jornadas del Catequista nativo y del Instituto Español de Misiones Extranjeras. Por ello, encomendamos en nuestra oración a los catequistas laicos que colaboran con los misioneros en la evangelización y en el anuncio de Jesucristo. Recordamos también a los sacerdotes diocesanos españoles que, habiéndolo dejado todo, anuncian el Reino de Jesús en la vanguardia misionera. La mejor manera de agradecer a Dios su manifestación en Jesucristo y el regalo de la fe es renovar nuestro compromiso misionero, de modo que la manifestación que co¬menzó con la adoración de los Magos, siga extendiéndose al mundo entero por nuestro medio, con nuestra colaboración, con nuestra palabra y con el testimonio de nuestra propia vida, compartiendo con nuestros hermanos nuestro mejor tesoro, Jesucristo.

  Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 + Juan José Asenjo Pelegrina
 Administrador Apostólico de Córdoba
  

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