Empujados por el Espíritu. “Aquí estoy, envíame”

Carta del obispo de Córdoba con motivo de la Jornada mundial de oración por las Vocaciones

El cuarto domingo de Pascua es el domingo del buen pastor. Y el buen pastor es Jesucristo, que con esta imagen bíblica nos explica la misión que el Padre le ha encomendado: “El Señor es mi pastor, nada me falta”. “Yo soy el buen pastor… Yo soy la Puerta por donde han de entrar las ovejas”. Jesucristo conoce a cada una de las ovejas y ellas conocen su voz. El buen pastor da la vida por sus ovejas, en cambio el asalariado ve venir al lobo y huye, porque no le importan las ovejas. Bonita imagen la del buen pastor, llena de ternura, para hablarnos de un amor sin límite como el de Jesús. Ese buen pastor va a buscar la oveja perdida y cuando la encuentra no la riñe ni la trae a empujones y patadas, sino que la toma sobre sus hombros y la acaricia con ternura, curando sus heridas.

En este domingo del buen pastor, el Papa Francisco nos invita a orar por las vocaciones de especial consagración con el lema “Empujados por el Espíritu: Aquí estoy, envíame”, recordándonos que toda vocación tiene una dimensión misionera. “La alegría del Evangelio es una alegría misionera” (EG 21). Uno no ha recibido los dones de Dios para disfrutarlos él solo o para guardárselos, sino para llevarlos a los demás. “La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos (cf. Mt 13, 44)”.

Los jóvenes que descubren la llamada de Dios para consagrarse a él totalmente, suelen descubrir esa llamada en el contacto con los necesitados, con los pobres de la tierra, con personas que casi han perdido la esperanza. Sienten la urgencia de la entrega, cuando compadecidos tienden su mano a quienes los necesitan, y en esa generosidad humana Dios les hace descubrir la urgencia de dar la vida entera para que otros tengan vida en abundancia. Un joven de hoy en nuestro contexto social debe ser puesto en contacto con los que sufren por cualquier carencia, porque ahí detrás está el Señor esperándole para llamarle a su seguimiento radical. Un joven hoy está dispuesto a entregar su vida si ve a quienes van delante de él entregándola sin reservarse nada. Cuando nos lamentamos de crisis de vocaciones, debemos todos (especialmente los consagrados, religiosos y sacerdotes, también el obispo) hacer examen de conciencia y preguntarnos: ¿Con la vida que yo llevo, alguno puede sentirse llamado a seguir al Señor?

“Empujados por el Espíritu: Aquí estoy, envíame” es el lema de esta Jornada. Por eso, somos invitados a la oración, porque toda vocación es un don del Espíritu Santo, y a él hemos de pedir insistentemente que envíe trabajadores a su mies, especialmente personas consagradas de por vida a la misión. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen especial necesidad de esas manos del buen pastor, de esos corazones entregados a Dios para el servicio de sus hermanos, especialmente los más pobres.

Estamos contentos porque nuestra diócesis de Córdoba continúa cada año acogiendo el don de estas vocaciones consagradas a Dios. Además de varios jóvenes cordobeses para la vida religiosa en distintas Congregaciones, son 12 los seminaristas que por el Rito de Admisión a las Sagradas Órdenes dan un paso decisivo en su preparación inmediata al sacerdocio y otros varios que reciben el ministerio de Lector o Acólito en estos días. Próximamente dos de ellos serán ordenados presbíteros.

Nuestros Seminarios siguen forjando discípulos misioneros para la nueva evangelización. La historia de cada uno de ellos es una historia de amor, en la que se han dejado fascinar por Aquel que los ha llamado a su seguimiento, y les va dando fuerzas para superar las dificultades propias de este seguimiento. Otros tantos jóvenes llaman al Seminario para su ingreso en el próximo curso. Acompañemos con la oración estos pasos de discernimiento y entrega generosa al Señor en la vida religiosa o en el sacerdocio diocesano. “Aquí estoy, envíame”. Sigue habiendo corazones generosos dispuestos a darlo todo para ser testigos ante los demás del amor del buen pastor.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández González

Obispo de Córdoba.

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