Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández.
El Seminario es un lugar, una etapa, un plan de formación, una comunidad de jóvenes que se preparan para el sacerdocio ministerial. La Iglesia cuida con todo esmero la preparación de aquellos que son llamados por Dios para servir a los hombres en este ministerio. Acompaña a los jóvenes que sienten esta vocación, discierne los signos de esa llamada de Dios, verifica si esa llamada toma cuerpo en la vida de esta persona, y, después de un tiempo largo de preparación (humana, intelectual, espiritual y pastoral), los presenta para ser ordenados por el sacramento del Orden, que los consagra en ministros de Jesucristo buen pastor. El próximo 19, día de san José, será ordenado presbítero uno de ellos.
En la reciente Visita ad limina, el Papa nos ha insistido en esta preciosa tarea del Obispo: la de suscitar colaboradores y continuadores del ministerio sacerdotal para el bien de la Iglesia, la de atender bien nuestro Seminario, la de alentar a los jóvenes que se presentan con vocación sacerdotal. Los sacerdotes constituyen un bien común de todo el Pueblo de Dios y son un bien necesario para la sociedad de nuestro tiempo, son bienhechores de la humanidad. Y si queremos tener sacerdotes, hemos de prepararlos con medios adecuados. Un edificio que los acoge, un equipo de formadores que los acompaña y los va ayudando a crecer en todos los aspectos, un claustro de profesores que cuida la formación intelectual de nivel universitario, unos párrocos que los van iniciando en la práctica pastoral, etc. Y en el fondo de todo ello, una familia que favorece el seguimiento de Cristo, unos padres que se desprenden de su hijo, unos hermanos que apoyan al hermano que va a ser cura, unos amigos que se alegran de la vocación de su amigo.
Nuestro Seminario de Córdoba goza de buena salud, gracias a Dios, y así me lo han reconocido en Roma estos días. Tenemos un total de 85 jóvenes que quieren ser curas. Demos gracias a Dios, porque cada uno de ellos es un milagro de Dios y una gracia que hay que cuidar con toda atención, más todavía en los tiempos que vivimos. Dios sigue llamando, y no dejará a su Iglesia sin los sacerdotes que ésta necesita para la evangelización y para acompañar a tantas personas que necesitan esperanza. En el Seminario Conciliar San Pelagio, 32 mayores y 31 menores. En el Seminario Redemptoris Mater, 22. Estos jóvenes constituyen un reto y una responsabilidad para la diócesis, que asume con entusiasmo la tarea de formarlos bien para servir a sus contemporáneos.
Hemos de favorecer entre todos esa cultura vocacional, que ayuda a madurar las semillas de la vocación. Los padres, los sacerdotes, especialmente los párrocos, los profesores, los amigos, el Seminario como lugar específico, toda la diócesis. Para ello, debemos orar continuamente al Señor para que siga enviando trabajadores a su mies y contribuir económicamente en el sostenimiento del Seminario. Tomemos como algo nuestro el Seminario y apoyémoslo con todos los medios.
La diócesis de Córdoba -me han recordado en la Visita ad limina- tiene un referente estupendo para el sacerdote diocesano en san Juan de Ávila, doctor de la Iglesia, clericus cordubensis. A él le pedimos que nuestros sacerdotes sean santos, amigos de Dios y cercanos a los hombres por el servicio y la entrega de sus vidas. El Papa nos insistía en que los sacerdotes han de ejercitarse en el «apostolado de la oreja», es decir, de la escucha y del acompañamiento constante a tantas personas que necesitan esperanza. Pastores con olor a oveja, es decir, entregados y en contacto continuo con los fieles que les son encomendados. Humildes, orantes, entregados, pobres y austeros en sus vidas, sobrios y castos, obedientes, amantes de los pobres, que encuentran en ellos un reflejo de Jesucristo buen samaritano. Cuando hay sacerdotes así, surgen vocaciones, surgen jóvenes que quieren ser así. El presbiterio diocesano de Córdoba es el primero y principal generador de todas estas vocaciones sacerdotales. Queridos sacerdotes, tomad como primera preocupación de vuestro ministerio dar a la Iglesia abundantes vocaciones.
Cuando los fieles encuentran un sacerdote así, les descansa el corazón. Necesitamos más sacerdotes y sacerdotes cada vez más santos, para llevar al mundo la alegría del Evangelio, porque constituye un gozo inmenso encontrarse con Jesucristo y para eso son necesarios sacerdotes que lo prolongan hoy.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba