24 HORAS PARA EL SEÑOR, 8-9 marzo
Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Francisco nos ha propuesta la iniciativa de
dedicar 24 horas para el Señor en el corazón de la Cuaresma, como preparación para la
Pascua. Suele celebrarse en las vísperas del IV domingo de Cuaresma, domingo de la
alegría cristiana. Este año en marzo desde la tarde del viernes 8 hasta la tarde de sábado
9.
Consta normalmente de una vigilia de oración, centrada en la misericordia de Dios, que
nos invita al arrepentimiento, y en la respuesta por nuestra parte de acercarnos al
sacramento del perdón y hacernos transmisores de nuestro perdón a los demás. En esas
24 horas se recomienda la adoración permanente del Santísimo Sacramento y la mayor
disponibilidad del sacerdote para oir confesiones durante las 24 horas o señalando horas
concretas.
En el camino de la conversión, el punto de partida nunca es machacar nuestra
conciencia a base de exámenes exhaustivos, que nos pueden conducir al desaliento.
Somos pecadores, eso no es ninguna novedad. Por desgracia, lo experimentamos
continuamente. La novedad está en el anuncio de la misericordia de Dios, para ser
contemplada detenidamente. “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos
ha sentado en el cielo con él” (Ef 2,4). He aquí la gran novedad en la que apenas nos
detenemos: Dios nos ama, aún siendo pecadores. Y nos ama para convertirnos en hijos
suyos, para perdonarnos, para hacer que caminemos en una vida nueva.
La adoración eucarística de estas 24 horas para el Señor quiere acercarnos a Jesús
sacramentado, vivo, cercano, fresco, para mantener con él un diálogo de amor, que
comienza por el silencio, por la escucha de la Palabra de Dios, con cuya luz nuestra vida
es vista por contraste como una vida pecadora. Contemplando el amor de Dios, y cuanto
más lo contemplamos, más afloran nuestros pecados como negativa de esa vida nueva
que Dios nos ofrece en Jesucristo. Pero ya en la perspectiva de pecadores perdonados, y
eso arroja una luz nueva sobre nuestra conciencia.
Los objetivos, por tanto, de estas 24 horas son acercarse a Jesucristo, captar el amor
inmenso que nos tiene, y abrir nuestros corazones al perdón que nos ofrece. Ese perdón
no sólo olvida nuestros pecados, sino que nos introduce en una vida nueva, la vida de
hijos de Dios. Sólo así, siendo nuevos por la gracia concedida, podemos ir hacia los
demás con actitudes nuevas, como es la del perdón gratuitamente ofrecido a los demás.
El perdón a los que nos han ofendido no brota espontáneo de nuestro corazón humano, a
no ser que ese corazón nuestro sea renovado por una vida nueva.
El tiempo de cuaresma es tiempo de renovación profunda, y todo empieza con la mirada
a Cristo, el Hijo que el Padre nos ha dado en una sobreabundancia de amor. “Porque
tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no
perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,15).
Os invito, queridos sacerdotes, a celebrar estas 24 horas para el Señor en torno al
domingo de la alegría cristiana en todas las parroquias. Esa alegría brota de la certeza y
la experiencia de un amor que nos hace nuevos, que nos perdona nuestros pecados. La
alegría que nos lleva a perdonar de corazón a los que nos han ofendido. Os invito,
queridos fieles, a participar en esta jornada, garantizando los turnos de adoración y
acudiendo al sacramento del perdón. En comunión con el Papa Francisco, nos vamos
preparando para la Pascua que se acerca.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba